La nueva modalidad de funcionario público que
el cerebro oficialista venezolano ha producido es la de “Protector” de un
estado o de una ciudad.
Antes de tratar de adivinar de qué se trata
el cargo de marras, llama, en primer lugar, la atención el término empleado.
Si mal no recuerdo, en tiempos de la
conquista y la colonia llamaban así a
los encargados de tutelar a las tribus indígenas, consideradas por lo
españoles, como se sabe, en capitis diminutio, es decir, torpes e inútiles,
incapaces de gobernarse por sí mismas, habida cuenta de su atraso cultural, su
bajo nivel en términos de civilización.
Eran los indios como unos niños que debían
ser llevados de la mano, orientados, en definitiva, protegidos, por el
encomendero. Las Leyes de Indias, ante los abusos de éste, crearon la figura de
un Protector especial que además representaba a los indios ante la
administración de justicia de entonces.
Ahora, vemos en pleno siglo XXI, aparecer de
nuevo la figura. Sólo que después de unas elecciones municipales, y como premio
de consolación para unos candidatos que fracasaron en la justa. Curiosa medida ésta. Se recompensa al
perdedor, en abierta afrenta, desafiando el veredicto democrático, a lo
Jalisco, irrespetando la opinión mayoritaria, todo muy propio de déspotas.
En el fondo, la utilización de ese término
delata una perspectiva que ve a la población del mismo modo que veían los
conquistadores a los indios, como incapaces de resolver los asuntos de la
política y de la administración de la ciudad, de allí que pretendan colocarle
por encima un “protector”, en este caso, violando, además, la ley vigente.
Yendo ya al contenido de esta “protección”,
uno se pregunta en qué consistirá. Y ésta no puede ser interrogante más
pertinente, sobre todo, cuando observamos la performance desastrosa del
gobierno. Que todo lo que hace, todo lo que toma, público o privado, lo
demuele, lo hace inservible.
En los servicios públicos, en la economía en
general y en las empresas que expropia, sabemos que la eficacia, la
productividad y la competitividad están ausentes. En su ideología demencial,
esos principios no caben, son anatemas. Por allí, con seguridad, no van los
tiros de la “protección”.
¿A quién van a “proteger” entonces? ¿De
quiénes? ¿Qué peligros deberá conjurar
el “Protector” en cuestión? Y ¿para qué?
No me queda la menor duda de que lo que se
quiere proteger es una revolución chapucera comandada por incompetentes y
corruptos, cuyo objetivo es permanecer en el poder hasta que les venga en gana.
Estoy seguro también de que se quiere
“proteger” de los ciudadanos que en esos estados, mayoritariamente, se
pronunciaron en contra de unas políticas gubernamentales (centrales, regionales
y municipales) catastróficas y una conducta arbitraria que a diario viola la
Constitución y las leyes de la República.
Este “Protector”, al que le transfieren
competencias e ingentes recursos, además de constituir un desprecio a la
voluntad expresada por los electores de esos estados o ciudades, es una pieza
más del entramado autoritario que ha venido estructurando el chavismo, para
desinstitucionalizar y caotizar el país, y vaciar de sus contenidos esenciales
a la democracia venezolana.
EMILIO NOUEL V
@ENouelV
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