Toda
propuesta refundadora del Estado lleva en su seno una fuerza de proyección
inconmensurable, las sociedades volcadas en ese torrente dan rienda suelta a
energías creadoras y a liderazgos renovadores. Ello sucede cuando ese mito del
ave Fénix aparece en el horizonte, y forja momentos de heroicidad, provocando
creatividad a la imaginación de los pueblos.
El
pasado proceso electoral en el que se eligieron Alcaldes y Concejales en el
país, renueva la esperanza de que se avecinan vientos favorables hacia la
reconquista de una autentica democracia, en la que los valores éticos y morales
priven en todas las manifestaciones del diario acontecer nacional.
La reconquista por parte de la oposición de las Alcaldías más emblemáticas por su importancia en las capitales de estado con mayor número poblacional, es un evidente síntoma de que no todo está perdido, pese al abusivo y descarado uso del poder en manos del chavismo, que pretende enseñorearse con recursos del erario y con su tan trillado socialismo del siglo XXI, del cual se divorció su mentor Heinz Dieterich, hace dos años.
En
el firmamento venezolano de los últimos años no había hecho aparición ese
pájaro mitológico o, quizá, los venezolanos de las actuales generaciones no
habían pulsado los acontecimientos trascendentes cuya magnitud están obligando
al gran reencuentro con los episodios culminantes que otrora hicieron la gran
historia del país; hemos venido soslayando sus mensajes y postergando el
compromiso con el porvenir. Allí radica nuestra suprema debilidad, esa
incapacidad para elevarnos ante la adversidad y prurito de rompernos las
cabezas con tal recurrencia que
estropeamos todo cuanto significa avanzar; todo cuanto suponga esfuerzo y
creación; todo cuanto presuma despojarse de las intemperancias.
Y
en ese recurrir hemos ido perdiendo ideas y percepciones, certezas y
convicciones, verdades y realidades, en una vorágine de desentendimientos, de
hipotéticos triunfos transitorios y de mentiras, estas elevadas a la categoría
de verdades. ¿Cómo entonces aspirar que germinen liderazgos fuertes y sólidos,
movimientos políticos, sociales y económicos que despunten hacia un nuevo
destino nacional?
Se
observa entonces que los actores sociales se desplazan hacia propuestas que los
acercan al combate rupestre alejándolos de las reivindicaciones justas a las
que aspira el pueblo; los actores institucionales truecan su misión frente a la
presión de intereses circunstanciales. En fin, el país se mueve en un círculo
vicioso y viscoso donde todos los enunciados para construir un destino parecen
haber llegado a su fin.
En
este entramado la violencia a impuesto su férula, con los patéticos signos con
que ha empezado a manifestarse en las último años, con un virus que se ensaña
con el débil cuerpo de la patria. No aprovechar este histórico momento sería
renunciar a resistirnos a la embestida feroz del régimen, que sin escrúpulo
alguno hace uso de las más abominables recursos para humillar, insultar,
descalificar y atropellar la dignidad de venezolanos, constituidos por más de
la mitad del país, sólo por el simple hecho de no comulgar con su socialismo,
marxista, bolivariano y por ende comunista.
La
nación está herida, y en llagas como despojo de lóbregos buitres insaciables;
de tal manera que cuando el dolor cale hondo y el tributo de la sangre se haya
dado, posiblemente, vendrá el tiempo de expiar las culpas y emprender cual ave
Fénix la purificación, quizás más dolorosa pero al fin vindicativa de la
herencia y el legado más hermoso de nuestros libertadores: la libertad
Desde
las pasadas elecciones municipales y con los reparos, comienza el periplo de
esta gesta que marcará hito y echará por tierra las pretensiones hegemónicas,
de quien con ropaje de demócrata exhibe sin disimulo alguno su autoritarismo,
pese a su empeño en mostrarse como un adalid de los derechos humanos y de una
verdadera justicia social.
La
conducta que ha caracterizado a nuestro país internamente es la debilidad de
hombres y pueblos, que de manera extraña e inconsciente continúan adorando la
fuerza de la opresión conquistadora, como única alternativa para vivir mejor,
lo que nos entristece inmensamente al mirar esta complicidad que terminará con
la vida soberana de nuestra república, de no hacerle frente, por la ausencia de
hombría que defienda el origen de su identidad.
Esa
vileza que representa la fuerza del asalto despiadado tenemos que enfrentarla,
pero sin esperar los milagros políticos y sin la caridad de rodillas. Preocupa
y desorienta el temor a nuestros propios
verdugos, hijos de la indignidad y no del equilibrio justo de la razón.
El pueblo venezolano parece haber olvidado rápidamente su historia: la de aquellos hombres que sembraron la dignidad y hombría en los caminos de nuestra patria; hijos valientes que esparcieron su honor y heroísmo y a nuestros hombres y mujeres, que no los podemos olvidar jamás mientras tengamos un poquito de amor, orgullo y dignidad para vivir.
El
país espera superar sus ominosas flaquezas y que levante vuelo el ave Fénix de
la patria grande.
Miembro
fundador del Colegio Nacional de periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com // @_toquedediana
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