El
país vive en una encrucijada gravísima, no por tal o cual ministro incompetente
o funcionario corrupto, sino por el insensato empeño “revolucionario” de hacer
que el agua corra río arriba, lo que ha llevado al actual callejón sin salida.
Es inútil pensar que por decreto voluntarista pueden resolverse la
improductividad, la inflación, y la escasez. La madre de todas las corrupciones
está en el invento gubernamental del “cadivismo”, gracias al cual –según
confiesan ellos– cerca de 20.000 millones de dólares han sido robados por sus
amigos disfrazados de empresas. Con Cadivi y Sicad –como casas de juego de la
economía– se propicia todo tipo de truhanería en compradores y vendedores
violando las normas éticas más elementales, aunque muchos legítima y
honradamente han usado los dólares.
En
la desesperación actual algunos, en ambas aceras, piensan que la solución es el
golpe militar para imponerse y reprimir al opositor. Así pensaron en Argentina
a fines de 1975 ante el desastre del gobierno de “Isabelita” de Perón, con la
inflación desmadrada y con la criminal Triple A (Alianza Anticomunista
Argentina) desapareciendo gente, dirigida por el “Brujo” López Rega desde el
gobierno. Pensaron que cualquier alternativa de fuerza sería mejor que el caos
reinante, y se produjo (1976) el golpe militar seguido de un gobierno más
criminal, que mató mucho y resolvió poco.
El 8 de diciembre los demócratas venezolanos no tenemos mejor alternativa que ir a votar masivamente, expresar el descontento de manera claramente mayoritaria y hacer respetar el resultado. Lo demás son conductas inocuas y palabras vacías, aunque se pronuncien con tono radical. Este voto será protesta y al mismo tiempo afirmación del poder municipal renovado para revitalizar la democracia en la base.
Los
abusos del poder ahora son más descarados, con la conversión del 8-D en el Día
de la Lealtad a Chávez, con un Ejecutivo que amenaza y señala adversarios y un
Judicial que los elimina, y la desvergonzada habilitante dictatorial. La
abstención de los opositores es lo más deseado y fomentado por el gobierno y
también lo más cómodo. Lo difícil es lograr una buena ventaja de votos y
defenderlos frente a un poder abusivo y sin escrúpulos. No basta reclamar
cómodamente a dos o tres líderes que se jueguen el pellejo y nos sirvan en
bandeja el plato que nos apetece, sin nosotros siquiera mover el dedo meñique
para mancharlo con la tinta electoral. La MUD, con todas las dificultades, ha
avanzado mucho y no hay en el mundo primarias como las de Venezuela, hechas
entre una decena de partidos para escoger sus candidatos y luego apoyarlos
unitariamente.
Los
alcaldes ganadores tendrán el reto formidable de hacer una gestión eficiente y
cercana al sentir la participación de la gente. Además, un triunfo democrático
opositor tiene una gran importancia internacional y latinoamericana, donde hay
“revolucionarios” deseosos de perpetuarse en el poder ajustando constituciones
a sus ambiciones dictatoriales. En Venezuela el triunfo democrático y su
defensa marcarán el comienzo de un cambio si se obliga al gobierno a aceptar
los resultados y la voluntad de la mayoría, y a reconocer que el modelo
estatista-comunista dictatorial deseado por ellos es rechazado por los
venezolanos.
Reconocer
que no hay futuro con las actuales políticas infantiles y voluntaristas que en
lo productivo empobrecen al país, y que en educación imponen la locura estéril
y anticonstitucional de dogmas ideológicos fracasados y de cultos
seudorreligiosos de un líder fallecido. No hay camino sin acuerdos nacionales
que realmente transformen nuestro lamentable y pobre sistema
educativo-productivo por otro que empodere a la población más pobre con
escuelas ejemplares y con hábitos de estudio que son semillas de transformación
para salir al encuentro de una nueva economía productiva, con cientos de miles
de empresarios e inversionistas aliados con millones de trabajadores
competentes que aprecian su productividad como clave para la superación de la
pobreza. No basta la emotiva indignación para recuperar la política, la
economía y la convivencia social, civilizadas y democráticas; es indispensable
votar y mantenerse activo para que la democracia gane de modo claro y
contundente. Las dictaduras no son eternas si los súbditos las repudian y
votan. Luego vendrán otros pasos que obliguen a respetar la Constitución
democrática y elevar nuestra maltrecha creatividad.
lugalde@ucab.edu.ve
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