Últimamente se ha traído a colación
la beatificación del Venerable José Gregorio Hernández,, esta carta de
Mons. Azuaje es muy orientadora.
Jumalevi.
En la hora de su muerte se recuerda de Santa Teresa de Jesús, la gran
santa española, aquel hondo suspiro –tal vez de consuelo, tal vez de santo
orgullo, o las dos cosas- “en fin, muero hija de la Iglesia”. Ser de la Iglesia
es estar en comunión de fe, esperanza y amor con los hermanos bautizados y
congregados por el Espíritu Santo, realizando la voluntad de Jesús de
“edificar” sobre la roca de la fe de los apóstoles, encabezados por Pedro, su
comunidad.
El Dr. José Gregorio Hernández es para Venezuela y para los
venezolanos un “hijo de la Iglesia”. Nacido en Isnotú, en nuestro Trujillo,
hace 149 años, fue médico, científico, brillante profesor universitario y,
sobre todo, cristiano. La opción profunda que rubricó la dirección de su vida
fue la búsqueda de Dios. No en vano intentó definir su vida en una orden
contemplativa, lejos del mundanal ruido, en la Cartuja de Farneta, Italia, pero
su salud le fue desfavorable y un signo de que Dios lo quería para otra cosa.
Finalmente, como laico comprometido, se consagró como terciario franciscano en
su segunda patria chica, Caracas. Este “toque de fe profunda” que le acompañó a
lo largo de su vida hizo de él el médico de los pobres, el científico serio, el
magnífico profesor, el hombre de Dios que llenaba de espiritualidad su vida e
inspiraba respeto en los no creyentes. Dios fue marcando su huella profunda en
el corazón hasta el momento mismo de su trágica muerte, mientras realizaba su
última obra de caridad hacia una enferma. Dicen que sus últimas palabras de
sorpresa ante el inevitable accidente fueron ¡Virgen Santísima!
Estamos a la puerta de los 150 años de su nacimiento y con una gran
expectativa por su deseada beatificación. Los Arzobispos y Obispos de Venezuela
acompañamos este deseo del pueblo de Dios: lo queremos como modelo de santidad,
y ojalá que pronto. Algo parecido con lo
acontecido en todo el mundo luego de la muerte del papa Juan Pablo II en abril
de 2005, en Roma se leían pancartas que decían en italiano: “Santo súbito”, que
quiere decir, “Santo cuanto antes”. Pronto tendremos, el 27 de abril de 2014,
la canonización de Juan Pablo II y de Juan XXIII, dos gigantes de santidad de
estos dos últimos siglos.
¿Y por qué se tarda tanto en beatificar a José Gregorio Hernández? Sus
virtudes fueron aprobadas por la Iglesia como “heroicas” en 1986. Sin embargo,
falta el milagro. Lo han reiterado el Cardenal Jorge Urosa, Arzobispo de
Caracas y Monseñor Fernando Castro, vicepostulador de la causa: “Para que una
curación sea admitida como verdadero milagro, es absolutamente necesario que
sea instantánea y total, no explicable desde el punto de vista médico. No basta
una curación lenta y progresiva, ni incompleta o parcial. Tampoco una curación
sorprendente cuando se han aplicado los oportunos tratamientos médicos. Además,
es necesario que el enfermo - de ser posible -, y sus allegados hayan invocado
expresamente la intercesión exclusiva del Dr. José Gregorio Hernández para
obtener de Dios misericordioso la gracia de la sanación. Es decir, la gracia de
la curación debe ser fruto de la oración comunitaria de una familia, de unos
vecinos, de una comunidad religiosa. La oración individual es muy buena; sin
embargo, para autenticar un milagro se requiere el testimonio de muchas
personas, y eso se consigue con la oración comunitaria. No basta el testimonio
de una sola persona”. Será entonces la Iglesia, como ha sucedido con todos los
santos canonizados hasta ahora, la única que declarará la santidad del Dr. José
Gregorio Hernández. El Cardenal Urosa insistía el 26 de octubre, en
declaraciones dadas a la prensa, en la necesidad de que podamos conocer pronto
un verdadero milagro del venerable.
Asimismo aclaro que el nombre del santuario de Isnotú es el de
“Santuario del Niño Jesús de José Gregorio Hernández”, pues ese fue el nombre
que le otorgó mi antecesor en el episcopado trujillano Monseñor José León Rojas
Chaparro en documento escrito. Hay una tradición documentada de que la imagen
del Niño Jesús fue del Dr. José Gregorio Hernández. No existe, por tanto, el
Santuario del Dr. José Gregorio Hernández puesto que todavía no tiene el culto
que se le otorga a un santo. Al respecto es necesario conocer un instructivo
emanado por la Arquidiócesis de Caracas el 13 de septiembre del presente año.
Agradezco tanto a los organismos gubernamentales como a los
colaboradores particulares y empresas privadas la ayuda que están brindando al
Santuario del Niño Jesús del Dr. José Gregorio Hernández para su refacción y
renovación. Todo se haga con espíritu de servicio a la comunidad de creyentes y
con humildad, que es la virtud de la verdad. Como pastor de esta Iglesia de
Trujillo no apruebo la politización –sea de la dirección que sea- de la misión
pastoral que la Iglesia desempeña en Isnotú. Como Iglesia y como ciudadanos
respetamos el papel que desempeñan los políticos en una sociedad democrática,
pero también pedimos se respete la misión de la Iglesia Católica en el ámbito
de la fe religiosa. La Iglesia no se compromete con ninguna opción política,
incluso cuando ilumina la vida social desde la opción por el evangelio.
En Isnotú la Iglesia de Trujillo se compromete en la promoción de los
valores que formaron la espiritualidad del insigne hijo de esta tierra, el
Venerable Dr. José Gregorio Hernández.
El testimonio del Dr. José Gregorio Hernández es algo que nos queda
por descubrir. No basta que le pidamos ore a Dios por nosotros, no basta que
esa petición se transforme en el milagro requerido para la beatificación. Es
necesario que reconozcamos en él a un amigo de Dios, un hermano que nos da el
mejor ejemplo de vida recta, un médico del cuerpo y del alma.
Que la paz y la alegría abunden en el corazón de todos los
trujillanos. Nos abocamos a un Sínodo que nos convoca para renovar la fe en
Jesucristo y hacer de nuestra vida un testimonio misionero que transforme la
tristeza en gozo y la pobreza en la riqueza de la amistad y la solidaridad. Si
queremos que las cosas cambien en mejor es necesario que nos dispongamos a un
cambio en nuestros corazones, a una nueva efusión del Espíritu Santo, como en
Pentecostés. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
Mons. C. Oswaldo Azuaje P. OCD.
Obispo de Trujillo. Trujillo, 27 de octubre de 2013
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