La tesis de que el venezolano de hoy
no es el mismo de ayer, y que el verdadero venezolano está desaparecido,
debido a un supuesto cambio en su comportamiento social, en su escala de
valores y en su actitud ante la vida, ha cogido fuerza como consecuencia de un posible efecto ideológico achacado al chavismo.
Tal interpretación de la realidad de nuestro país
ha encontrado eco en sectores de nuestra población preocupados por el
estado de cosas que caracterizan a la Venezuela actual.
Quienes así piensan creen, en general, que al
haberse mutado el alma del venezolano
aquel, que conocimos en la mal llamada
cuarta república, en la del venezolano del presente, el país también se
transformó en otro distinto, peor en
todo caso al anterior.
Pero también hay quienes están convencidos de lo
contrario y de que el venezolano verdadero no
era el de antes, sino el de ahora mismo, y que estos tres lustros de
chavismo sirvieron para quitarle el barniz que cubría su auténtico yo; eso que
en términos marxistas se conoce como conciencia de clase y que se adquiere al
desaparecer el velo ideológico que te impide
apreciar la realidad, esa misma que
te rodea y te afecta.
Ese venezolano que estaba así escondido o más bien
agazapado, guardando su resentimiento y rabia social para más tarde, fue el que
esperaba un mesías, un elegido, y por eso cuando apareció Chávez se destapó y
mostró como realmente era.
Los acontecimientos de este noviembre negro,
como ya lo califican algunos, que muestran
colas infinitas de gente, llevándose
todo tipo de artefactos eléctricos,
o de tiendas de campaña o
personas durmiendo en la calle, en las afueras de los grandes almacenes, a la
espera de las rebajas y gangas decretadas por el gobierno en varios rubros comerciales, no marcan, si
los analizamos bien, notables
diferencias con el pasado, en lo esencial.
En la Venezuela de antes, la de los hombres y
mujeres que votaban por los adecos y por los copeyanos, esa misma de los
contrastes entre el rancho y la quinta con parabólica, o mejor aún, la del rancho con parabólica, también
gustaban los televisores grandes y los aparatos de sonido con las cornetas
gigantes.
Puede cambiar la tecnología, pero no por ello se reprimen las
necesidades, ni las condiciones
materiales que contribuyen a hacer, que el ser humano sea un poco más feliz.
Pienso que en esas colas kilométricas, en esas imágenes que le han dado la vuelta al mundo, donde
aparecen personas cargando uno o más
artefactos eléctricos, aflora el
verdadero venezolano, el de ayer y el
de hoy.
El que quiere tener los bienes materiales que la vida moderna, consecuencia del desarrollo
de la humanidad y del progreso alcanzado
por el hombre, le pone a su disposición para su disfrute y el de su familia,
para su confort personal y el de los suyos. Podemos sustituir los tubos y los
bulbos por el plasma, pero al final veremos al mismo venezolano tratando de
comprar un poco de felicidad.
Después de todo este tiempo, transcurridos
quince años de chavismo y socialismo, el nuevo hombre revolucionario parece que
aún no está incubado y que el venezolano del siglo veintiuno aún necesita un
televisor para sentirse igual o tan libre como el venezolano de hace
treinta o cuarenta años atrás, hasta el
punto de que tener un aparato de TV con tecnología de punta, se ha convertido
en un derecho individual dentro del actual gobierno socialista que preside el
señor Maduro. Aunque el verdadero venezolano, el venezolano de siempre, lo
encontramos en la calle todos los días, trabajando y luchando por sobrevivir.
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Por supuesto que el cambio es evidente y desafortunadamente para mal.
ResponderEliminarDesde niño he venido escuchando que la educación no sirve.
Esta se ha masificado y es un hecho comprobable en cada hogar, como la generación actual comparada con las anteriores, es menos educada. Este descenso en la calidad educativa influye directamente en la calidad humana de nuestra sociedad, Rezaba en una oportunidad la valla de VALLAS de Plaza Venezuela "SOMOS, LO QUE SOMOS TODOS"(Carlos M. Estrada). Del estremecimiento de la Conciencia Colectiva cuando escuchó la palabra "PENDEJO" de boca de Luis A. Pietri al homosexualismo oral, vulgar y banal actual (MARIC@) definitivamente, hay un nuevo venezolano, carente de Principios y Valores básicos.