"El hastío ciudadano no es ajeno a la crisis sino una de sus expresiones fundamentales"
LA
LIBERTAD COMO DESTINO
El
régimen, tan en ruinas como el país, intenta un fraude electoral tal vez mayor
que nunca antes porque viene de la derrota del 14A. Lo necesita porque sabe lo
que todos saben. Chávez hizo todas las marrullerías conocidas, pero tenía su
popularidad como amortiguador para las derrotas.
Maduro no tiene esos
amortiguadores: el golpe de cada hueco en el que cae le repercute directamente
en la zona blanda del cráneo y lo deja grogui.
Maduro percibe que la pérdida de
las elecciones del 8D se traduciría en forma inmediata en clamorosa demanda de
renuncia. Por esa razón quien esto escribe votará; pero, por esa misma razón es
absolutamente previsible un intento descomunal de fraude. En caso de que las
fuerzas democráticas ganen o de que su victoria sea escamoteada, ese difícil
tránsito de Nicolás en la cuerda floja a 1.000 metros de altura tendrá que
continuar a la misma altitud pero sin cuerda, ni floja ni tensa.
Ante
la inminencia de un desenlace y en medio de una situación brumosa, en la que
las fuerzas no se distinguen claramente, y en la que los actores se desplazan
como borrosas imágenes sin identidades establecidas, la guía y el sentido de la
marcha tiene que recaer en los principios. Y la libertad es el objetivo supremo
de esta hora en la que la marea totalitaria ahoga el país.
LIBERTAD,
¿DÓNDE ESTÁS?.
Hay
gente contenta sin duda y con previsible impacto electoral. Un televisor en el
lomo, gratis o a mitad de precio, no amarga. Una mesada sin mover una mano que
no sea para estirarla puede ser motivo de contento. También hay los que creen
que la mala vida se sobrelleva mejor si los demás se arruinan. No faltan los
que piensan que allá lejos está La Guaira y que después de las amarguras del
momento vendrá algo parecido a la calma, con niños en lectura apasionada de la
gesta de Fidel Castro; gruesas campesinas con la hoz blandida, en el disfrute
de la recolección manual de ilusiones; y fornidos obreros en el gratificante
esfuerzo de confeccionar el socialismo con el martillo emblemático,
descerrajando tercas cabecitas burguesas. Todas zarandajas frente a la escasez
de azúcar, al precio de la medicina para la tensión alta y al muchacho que yace
en el piso porque, inadvertido, caminaba en la vereda de la balacera.
La
libertad evoca la posibilidad de crear, vivir sin miedo e imaginar el futuro;
es pensar que las bondades de la vida son posibles y dependen del esfuerzo, la
preparación y el talento puestos en la obra. La libertad es imaginar el
porvenir y tener la opción de construirlo; es confiar en que mañana puede ser mejor
que hoy y que hay futuro para cada quien, para los hijos, para los amigos. No
es carecer de miedo, pero es tener las armas para vencerlo. No es vivir bajo el
imperio del terror sino de la solidaridad.
Hay
quienes dicen que una de las dimensiones de la libertad, la de expresión,
impera en Venezuela, aunque aporreada. Falso.No es libre porque se la desnuca,
aunque sea con guantes. Alguien dirá: "al menos tú escribes en este diario
y dices lo que quieres"; esto es cierto, pero es una libertad que me garantizan
trabajadores, periodistas, directivos y dueños de un medio de comunicación. No
me la garantiza el gobierno sino la firmeza de un periódico. Hay medios que han
resistido, algunos han sido tomados a la fuerza, otros se han neutralizado y
algunos más han pactado. Por cierto, estos últimos ensalzan la corte de los
dialogantes, de los que se hacen los locos frente a los desmanes o se mantienen
en la prédica de la equidistancia: como ya se ha dicho en este espacio, se
distancian 3 metros de los "radicales" del gobierno para excusar su
distancia de 3 kilómetros de los "radicales" de la oposición.
La
libertad del columnista es la resistencia del medio de comunicación. Si se
quiere apreciar si de verdad hay libertad de expresión hay que mirar hacia los instrumentos
que controla el gobierno y allí se ve lo que es su privación. No solo los
demócratas están ausentes sino que el propio pensamiento con amagos críticos
dentro del oficialismo es perseguido, obstaculizado o impedido. El sistema de
medios de comunicación del Estado está diseñado para impedir la libertad de
expresión que por su propia naturaleza es plural, crítica y respondona; crece
en el enfrentamiento al poder y a sus tendencias expansivas y de control.
UNA
CÁRCEL LLAMADA VENEZUELA.
Chávez
era un autócrata, constructor de este desastre. Lo hizo con un liderazgo
fuerte, al encarnar una confusa mezcla de reivindicaciones y resentimientos,
así como la exacerbación de rasgos terribles que se anidan, como dormidos, en
las sociedades y que basta que se les manosee para que afloren en la forma de
venganzas épicas. Chávez fascinó a muchos ricos y exacerbó en ellos oscuras
pulsiones contra el sistema democrático en el marco del cual habían acumulado
su riqueza, bien habida en unos casos y en otros no.
Más adelante, cuando se
afianzó en el poder, desechó a esos compañeros de ruta y escogió al sector
informal urbano como su sostén, en estos soliviantó el virus del rentismo cuya
apoteosis ha comenzado con los saqueos, el festín de los precios y la perspectiva
de una escasez aún más brava que la conocida, promovidos por Nicolás Maduro.
Pero
Nicolás no es Chávez. Más bien parece haber sido escogido como el más débil de
los sucesores posibles y, sin duda, como una vía para cerrarle el paso a
Diosdado Cabello, teniente hinchado de ambición y resentimiento, como se
observa en sus gruñidos e imprecaciones. Nicolás pretende disimular su
debilidad como sucesor y su carencia de liderazgo con la altisonancia, la
insolencia y los ataques despiadados y brutales contra sus oponentes.
Maduro
ataca como lo hace, no porque sea fuerte sino porque es débil; porque él se
sabe acorralado y lanza los manotazos que se conocen. Carece de legitimidad, de
legalidad, de sindéresis y de sentido del Estado; mas bien se ha convertido en un
fanfarrón peligroso: el guapo de esquina que necesita demostrar una valentía
que solo aflora en pandilla y en el innoble ejercicio de cayapas.
Venezuela,
en manos de segundones, es rehén para cobrar agravios ignotos mientras se
reparten el botín que el azar les deparó y que como toda ganancia repentina e
inasimilable se perderá en borracheras, asociaciones delictivas y
enriquecimientos inexplicables de los relacionados.
Ante
este panorama es otra vez, como cada vez que la historia repica duro, el momento
en el cual la libertad convoca. Las fuerzas están desatadas: ni la oposición,
ni el Gobierno son el centro de las decisiones; sólo las criaturas ciegas y
básicas. El hastío ciudadano no es ajeno a la crisis sino una de sus
expresiones fundamentales: me ocupo de lo mío porque lo que ha de ser será.
La fuerza que palpita y ruge en el subsuelo puede no ser deseada o buscada, pero es la forma que adoptan las furias para que los responsables de despertarlas paguen su osadía.
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