Los voceros y dolientes del gobierno se ha defendido de la unánime rechifla que ha producido en todos lados el anuncio del mentado y orwelliano Viceministerio de la Suprema Felicidad Social afirmando que es este un criterio perteneciente a la sagrada genealogía reflexiva de Simón Bolívar.Los ríos de tinta derramados en torno al núcleo temático “pensamientos del Libertador” deberían a estas alturas ser examinados con un lente detenidamente crítico. No tiene sentido hacer consideraciones excesivas hacia un movimiento político que, como el chavismo, jamás ha tenido un sentido del ridículo especialmente relevante. Pero si esta nación aspira a alguna vez a tener un juicio colectivo de carácter adulto en torno a su devenir y su legado, conviene hacer lo necesario para fomentar una revisión exigente hacia esa actitud postrada y sin contenidos que impera en torno a la interpretación de la vida Bolívar.Notablemente más denso que la práctica totalidad de los políticos de su momento en el ámbito de la Gran Colombia, Bolívar fue, sobre todo, un hombre de acción. Juntar algunas de sus frases, expresadas en proclamas y comunicaciones epistolares ordinarias, y presentarlas empaquetadas en “pensamientos” es, sobre todo, un esfuerzo institucional ejecutado en el siglo XIX con el objeto de hacer oficial el desproporcionado culto que hoy alcanza niveles delirantes en torno a su memoria. Culto que, como bien lo ha anotado Germán Carrera Damas, entre otros historiadores, obró en los comienzos del proyecto republicano como un factor de unificación nacional en un momento en el cual la existencia misma de la nación, arrasada por caudilletes y alzamientos de toda índole, corría un auténtico peligro.A nadie debe extrañarle, entonces, que aún cuando Bolívar comprendió como pocos la situación política que le tocó vivir, y tuvo iniciativas de enorme audacia, y ejecutó hazañas militares incuestionables, sus reflexiones, esas que de forma automática nos venden como perlas del pensamiento de carácter incuestionable, no tengan nada de particular. Muchas de ellas son oraciones con frecuencia extraídas de su contexto, perfectas para ser memorizadas en la escuela primaria. Expresiones sencillas, prescriptas, sobre todo, con el objeto de reforzar el carácter cívico de la venezolanidad.El Congreso de Angostura ha sido una iniciativa política ensalzada a más no poder, y con toda razón. Pocas personas, por el contrario, se han detenido a discutir en torno a los filamentos doctrinarios de la archicitada frase “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Claro: el proyecto nacional grancolombiano precisaba de hombres probos, con claridad de objetivos y audacia, vinculados al conocimiento y la rectitud, conectados con las corrientes de pensamiento universal. No iba a ser posible, de otra forma, tener una nación viable, capaz de hacer felices a sus ciudadanos.Por lo demás, la que probablemente sea la frase más citada de Bolívar, como amarga ironía, es una oración gramatical integrada por dos sujetos, en calidad de valores, por demás bastante ausentes del momento venezolano actual. No hemos abundado mucho, ni en moral ni en luces en estos lustros de la Venezuela bolivariana.En los años de mi niñez, como en la niñez de todos, los “pensamientos del Libertador” fueron enseñados en la escuela primaria con el carácter de una religión de estado: debían ser aprendidos de memoria; ser invocados, incluso, si el profesor nos tomaba por sorpresa, y debían ser respectados y acatados como si se tratara de la palabra de Cristo. No son demasiados los venezolanos que se han animado, después, a interpretar su contenido con los lentes de un adulto.Nos servimos de citas y nos apoyamos en frases ajenas si estas tienen un carácter auténticamente rupturista; si desafían una verdad convencional tenida por sacrosanta, si de verdad nos ponen a repensar situaciones o pueden ilustrar con claridad una sensación que no conseguimos juntar en una oración. Ese es y ha sido, en todo momento, el significado y el contenido de las citas y pensamientos.De Bolívar me quedo con su pasión republicana, con su fe en América Latina, con su honradez y su arrojo. Nadie venga a estas alturas a tratar de convencerme de que la frase “Un hombre sin estudios es un ser incompleto” es una frase digna de ser citada. Mucho menos para andar hablando de una existente corriente ideológica o para ponerle nombre a ministerios. “La gloria esta en ser grande y en ser útil”. “Soy demasiado fuerte como para degradarme a engañar”. “El mejor gobierno es aquel capaz de ofrecer la mayor suma de felicidad posible”. Lo pudo haber dicho Bolívar, y también Oscarcito, el compañero de Franco.
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