Cuando hablamos emitimos sonidos que tienen significados, conllevan la intención de lo que queremos decir. Una vez expresados ya no podemos recogerlos y producirán sus efectos.
La importancia de la palabra la encontramos desde el Génesis, "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios" (Juan 1:1). Para los creyentes "Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe".
Al inicio sirvió para comunicarnos, para compartir lo que sentíamos, para prevenir situaciones de peligro. Con la evolución diversifico sus funciones, el maestro la usa para enseñar, el artista para crear, el enamorado para conquistar y ¿los políticos?, unos para construir, convencer, dirigir, impulsar, organizar, pero otros para manipular, ordenar, someter, eliminar, atacar, separar o destruir.
Los venezolanos vivimos la dura experiencia, un régimen que desde hace 14 años viene utilizando la palabra como arma, en primer lugar para dividirnos, promoviendo el odio, la violencia, el irrespeto a la mitad de la población. Promoviendo la delincuencia y el desquite personal.
Mal-educando a un pueblo acostumbrándolo a que si cuento con el poder y las armas, no tengo por qué respetar las leyes, la ética y la moral.
Con el lenguaje podemos hacer cosas violentas y alterar el rumbo de un país. Se puede prometer, engañar, manipular, y se logran reacciones en los pueblos, para que asuman comportamientos a nuestro favor. También se puede amenazar, asustar y agredir, a fin de someterlos.
Con su discurso, el Régimen ha buscado descalificar lo que teníamos y logrado en Democracia. Acusando al pasado de todos los males, apropiándose de los ingresos del país, distrayendo con migajas, mientras se llenaban los bolsillos los "rojitos" y sus amigos del continente.
Recientemente escuchamos declaraciones de varios personeros: Jorge Rodríguez dice que Maduro "ha detenido la guerra económica que lanzaron las hienas", argumento que le sirve para sostener que la escasez es producto del acaparamiento.
Maduro acusó a la oposición venezolana de querer dar un "zarpazo contra la patria", tratando de echarle las culpas del malestar existente que se siente. Jesse Chacón mintiendo al decir que el apagón eléctrico no fue culpa de la desidia.
Jaua explicando ante la ONU que han escogido la profundización de la democracia, con un modelo socialista, para ocultar que la corrupción se adueñó de Venezuela y que le entregaron nuestra soberanía a los Castro.
Todos utilizando la manipulación informativa, como arma que intenta detener posibles reacciones populares, deformando la realidad, dando una interpretación falsa y adaptándola a sus fines.
Ibsen en su obra "La casa de muñecas", explica cómo la protagonista termina sumisa frente al marido que tanto la crítica. Así una sociedad puede terminar sometida, sufriendo el daño que le ocasiona, el uso de manera violenta y solapada, del discurso que busca imponer una situación de desequilibrio.
Los sonidos emitidos pueden carecer de importancia, lo valedero es el mensaje que conllevan. La palabra puede desatar guerras, revoluciones, diseminar odio, deshumanizar a la gente, y peor aún, guiar a los genocidas.
Puede atentar contra la voluntad si obra de manera irreflexiva. Pero puede también ser la fuente del acto creativo, utilicemos la palabra como nuestra arma de defensa. Para que sea sincera, dejemos que se sienta en ella los latidos de nuestro corazón.
Con ella defenderemos "la patria posible", denunciemos al corrupto y al traidor, desenmascaremos al embustero y manipulador.
Seamos lo que decimos, rechacemos lo que el régimen dice que somos. Aportemos nuestro esfuerzo para construir una sociedad que se comunica, donde hombres y mujeres, antes que rojos y amarillos, seamos seres humanos destinados a un futuro mejor.
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