En
Venezuela se acabó desde hace una década todo vestigio de tolerancia, esa forma
de ser del venezolano afable, amable, cordial y agradable fue trastocado por un
discurso desestabilizador y de guerra que se incoó en los tuétanos de unos
resentidos que llegaron a gobernar para exacerbar una supuesta lucha de clases
que no se corresponde con nuestro mestizaje.
No
importa que tengamos ciudades que dignamente se reconocen por su idiosincrasia
como de la cordialidad o de los caballeros, por su paisajismos como la de los
Crepúsculos, por su clima como la tierra del sol amada o por lo cosmopolita
como la sucursal del cielo, porque hoy algunas de las aquí nombradas, no es
para desestabilizar, están entre las 50 ciudades más peligrosas de América y de
eso no hay responsabilidad.
Es
que al momento de buscar responsables, siempre hay a quien echarle la culpa. El
grupo que gobierna el país como su hacienda particular desde hace 15 años, es
decir 3 lustros o quinquenios del período civil de nuestra democracia, siguen
achacándole sus errores al pasado, como que sí su periplo gubernamental no
fuese también parte del pasado.
Haciendo
un ejercicio mental, imaginemos que Carlos Andrés Pérez hubiese culpado del
Caracazo (1989) al gobierno anterior de Carlos Andrés Pérez que nacionalizó el
petróleo en 1976. Es que nadie en su sano juicio se le ocurriría tal cosa, pero
sabemos que juicio es lo que escasea en esta Revolución.
Sectarismo e
intolerancia
En
días recientes la pianista venezolana Gabriela Montero le tocó vivir la
intolerancia en un concierto en Brasil. Intolerancia al arte por expresar en su
obra “Expatria” que la violencia y la corrupción tomaron por asalto el país,
que hay una inmensa mayoría de compatriotas que no pueden decir como se ha
perdido la patria, que un camionero ahogándose en su propia sangre no importa
frente al saqueo de la mercancía que transporta, que la política corrupta,
deshonesta y que sirve a los interés de aquellos que se están enriqueciendo,
solo ha producido más miseria.
Eso
generó improperios y ataques de un tarifado. La audiencia y la orquesta se
solidarizaron con ella. La pianista valientemente ignoró al desadaptado y trató
de comenzar, pero ante el saboteo del sátrapa, se levantó del piano y le espetó
desde el fondo de su alma y corazón “yo soy venezolana y sé exactamente lo que
estoy diciendo y por qué lo estoy diciendo”. Hay quienes dicen ser presidente,
comandante en jefe y hasta esposo de la primera “combatienta”, que ni siquiera
pueden demostrar sus orígenes y menos gritarlo a viva voz sin que le salga el
acento cubano o su cuna colombiana (Walter Márquez dixit).
El
que Montero se sintiese execrada, como lo fueron en su época Serguéi Rajmáninov
quien nunca pudo regresar a su Rusia natal por culpa de una revolución;
Frédéric Chopin quien saliendo de su Polonia para perfeccionar su arte, lo más
cercano que estuvo de su tierra fue aquella que llevó en una copa de plata,
regalo del día de su partida y Serguéi Prokófiev uno de los compositores rusos
más prolíficos del siglo XX quien fue acusado de “formalista” y censurado por
su poco realismo socialista, lo que conllevó que su esposa Lina fuese enviada a
los gulag hasta la muerte de Serguéi, al ser acusada de espionaje por visitar a
las embajadas, pareciera ser el signo con que pretende tratarnos esta
revolución: socialista, trasnochada, periclitada y caducada.
Tira la palanca y
endereza
De
seguir por esa vía dentro de poco debieran acusar de agentes extranjeros a
todos los deportistas que se acercan a la embajada americana a solicitar la
visa para jugar en el mejor béisbol del mundo, a los miembros del PSUV que
abjuran del imperio pero corren prestos a fotografiarse con el mayor símbolo
del consumismo norteamericano Mickey Mouse, a los miembros de la familia
presidencial, la anterior y esta, que con su cupo de Cadivi hacen de las suyas
en los mercados capitalistas del mundo, bien sea en Shangdong, París o New York
y a los que dominen esa perversión de idioma universal que es el inglés, no
vaya a ser que por ahí se fragüe la conspiración.
Como
dice el cantante dominicano Juan Luis Guerra en su canción “La Guagua”, en
Venezuela tenemos que tirar la palanca y enderezar el rumbo, porque vamos en
reversa. No es la 4ta, ni la 5ta, es la reversa. Gracias a la aldea global de
McLuhan todos sabemos que es una guagua y quien está manejando en reversa.
Llueve…pero
escampa
Publicado
por Miguel Yilales en 09:21 No hay comentarios:
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