Los símbolos de la patria y otros que sin serlo adquieren el carácter de emblemas que la identifican por representar sus valores y principios, merecen ser considerados de forma que no se distorsione su carácter, ajeno a intereses particulares y sectarios, ya que deben ser la expresión del reconocimiento general del país con fines de unidad, dignificación y trascendencia.
La espada de Bolívar, con la que el héroe libertó países y construyó repúblicas, ha sido utilizada y entregada de manera indebida en diversas situaciones y casos, lo cual se opone al tratamiento que merece como bien inmaterial de la patria.
Espada admirable, plena de logros, exigente en compromisos y significados, que simboliza el valor y el sacrificio heroico, moldeada sobre el yunque del dolor patrio, templada en el fuego de la libertad, cuando la República se perdió por la infame traición y fue sometida otra vez por la tiranía.
Espada que no supo justificar infamias, defender a tiranos, proteger delitos; espada de noble acero que sólo pudo empuñar y ceñirse un hombre de superior virtud.
Su espada no defendió pasión innoble y ruin, afrenta vergonzosa, crimen inexcusable; tampoco protegió la avidez de quienes aspiraron elevarse sobre otros, ejercer su despótico mando, saciar su avaricia, hacer el mal, olvidando honrar a la patria y servirla.
En la hoja de esa gloriosa espada no estuvo escrita la infeliz ambición de un ciudadano o un soldado, en ella se grabaron palabras redentoras, la triada y la divisa que inspiró a la República un tiempo atrás: "libertad, igualdad, fraternidad", y que en sí contenía el sublime código de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, junto a la exigencia de justicia para un Mundo Nuevo que nacía, proclamados en la historia los dictados de la ilustración política, el bien común y la soberanía popular.
Espada que sirvió para vencer al despotismo, pero, además, acabar la esclavitud, enfrentar la ignorancia, someter la injusticia, exigir las virtudes patrióticas, la probidad, la aptitud y el merecimiento, porque para Bolívar era preciso fundar una República en la obra consciente de sus ciudadanos y en el cumplimiento absoluto de la Ley, donde no fuese su autoridad el único sostén, y en la que se pudiese salvaguardar, al mismo tiempo, la paz de la nación y el honor personal.
Espada redentora que venció en las batallas, y que al hacerlo, puso Bolívar al servicio del poder civil, porque fue expresión inobjetable y legítima de la soberanía popular, y entró a los templos y entró a los Congresos para tributarla ante la Ley y ante la voluntad de la nación, mezcla de costumbres, razas e intereses, para que pudiese existir un pueblo libre, libre de su propia autoridad, libre incluso de sí mismo.
Nadie como Montalvo ha expresado tan bien su valor inmanente, todo su simbolismo, la lección que de ella se deriva para el sector militar: "La espada no fue en Bolívar el primer título a la consideración de los sudamericanos; como guerrero, infunde miedo; como hombre de estudios, admira; como orador, conmueve; como escritor, cautiva; como Libertador, tiene derecho a la veneración del Nuevo Mundo". "Soldados, oh soldados, no basta que empuñéis espada de oro... Inteligencia, estudio, fuerte propensión a lo justo, lo grande; valor, pundonor, audacia, voluntad soberana, ímpetu y buena fortuna, todo reunido en miembros de gigante, esto se llama genio...", y les señalaba: "Si pueden más con nosotros los ejemplos familiares, ahí está Sucre, dechado de virtudes; ahí está Páez, que pulió su áspera corteza de llanero con ese mágico instrumento que se llama educación...", todo lo cual obliga a resguardar el prestigio, los derechos ciudadanos y la verdadera libertad, y no ser instrumentos de bajas ambiciones, del ilícito poder arbitrario y corruptor. "Dichosísimo aquel que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto", sentenció Bolívar.
Amenazar a pueblos no es honroso; desenvainar la espada para humillar, vulnerar, someter, destruir sin razón, es propio de opresores capaces de transgredir derechos, conculcar libertades, sojuzgar a países, nunca de los herederos de la gloria, de los bienhechores de una Nación.
La espada que entrega la República sirve para rendir honor: al pueblo, a la bandera, a la Constitución, a la Ley, que son sagradas como los mandamientos. Espada ejemplar, que no puede desenvolverse sino: "en defensa de la patria, de la libertad y del honor", como bien lo advirtió Martí.
Se honra la memoria de Bolívar no en el fausto y en el aparato, sino en el ejemplo que se sigue, en la virtud que se demuestra, en el reconocimiento imparcial, permanente, democrático de los derechos y de las libertades, en el bienestar y en la justicia que merece, por encima de todo, la nación.
@jfd599
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