Los
responsables fueron los cultos, bienhablados, perfumados, diplomados dueños del
sistema…
Hasta
entrado el siglo XX, en el pensamiento político pesaba que el derecho al voto
debían ejercerlo solo las elites políticas, culturales y económicas. A esto se
le llamó “régimen censitario”. Así las mujeres, los no educados y quienes no
gozaban de posesiones ni rentas, no podían elegir. Había que ser varón,
instruido y con propiedades. Gracias al forcejeo de las diversas corrientes de
cambio democrático, la socialdemocracia, el sindicalismo, las “sufragistas”
norteamericanas y la democracia cristiana, este derecho se extendió
progresivamente durante siglo y medio a los grupos mayoritarios y las mujeres,
hasta la conquista del sufragio universal, directo y secreto. Los
revolucionarios marxistas, anarquistas, fascistas, nacionalsocialistas y otros,
despreciaban la “democracia burguesa” y para ellos el voto era un instrumento
útil para destruir la sociedad, que luego había que eliminar.
Hitler
aspiraba “barrer de Alemania cualquier vestigio de la Revolución Francesa”.
Muchos resbalados y despectivos siguen repitiendo consejas elitistas,
particularmente con la irrupción electoral en América Latina del neopopulismo revolucionario
¿Es atribuible a los pobres e “ignorantes” lo que pasa en Venezuela, Bolivia,
Ecuador y Nicaragua?
Hay una constatación empírica brutal: los neodictadores y
otros no tan neo, como Hitler y Mussolini, obtuvieron victorias en las urnas.
Pero para eludir el análisis de barbería hay que preguntarse quiénes los
apoyaron, los financiaron, cómo llegaron a la cumbre. Los ricos y famosos con
frecuencia suelen allanarle el camino a quienes traen el cuchillo entre los
dientes y protegerlos de los avatares que pueden cambiar el destino y dejarlos
en el camino, unos por el Síndrome de Estocolmo y otros por la ilusión de
“manejarlo”.
Pescado
se pudre por la cabeza
A
Hitler lo nombra canciller nada menos que el jefe de la aristocracia prusiana
de los junkers, el presidente mariscal Von Hindenburg, con la idea de que ese
cabo austríaco, ese simple patán, temblaría arrodillado frente a él.
Trascendentales pensadores sostienen que el éxito históricamente obtenido por
movimientos totalitarios de masas se debe a que los factores de poder les abren
paso y liquidan los mecanismos que la democracia tiene para defenderse de
ellos. El filósofo greco-francés Nikos Poulantzas acuñó una categoría que
denominó “bloque social en el poder”, la alianza entre partidos políticos,
gremios empresariales y sindicales, instituciones del Estado, Iglesia y Fuerzas
Armadas, y ahora medios de comunicación. Su papel es sostener la democracia en
medio de los conflictos que la caracterizan y son su esencia. Lo mismo dice
Dahl en Poliarquía, y Sartori en Teoría de la democracia.
Es
lo que estudiosos llamarían el pacto de gobernabilidad que permite poner en
cuestión todo, -para eso es la libertad-, menos la libertad misma y las
instituciones que la sustentan. Poulantzas en más de mil páginas de dos grandes
obras (Fascismo y dictadura y Clases sociales y poder político… ) explaya su
hipótesis: el sistema colapsa cuando los factores de poder se dividen y desde
dentro del bloque de elites se apoya a destructores del orden. Qué diferencia
hay entre los tenientes coroneles Antonio Tejero y Hugo Chávez, dos oficiales
alucinados, ambiciosos, golpistas y sin escrúpulos, y por qué uno estuvo 15
años preso y olvidado en el Castillo de San Fernando después que se alzó en
1981 contra la naciente democracia española. El otro, luego de una breve y
divertida pasantía por Yare, salió para concretar todas las miserias vividas y
por vivir?
Síndrome
de Estocolmo
A
Tejero no lo complacieron con descabezar ni enjuiciar al presidente contra el
que atentó. Tampoco le dieron un sobreseimiento de causa que lo declarara sin
delito alguno, y no contrataron sus secuaces en el gobierno como premio. Eso
exactamente fue lo que hicieron con el Galáctico que, enemigo del sistema,
manejó la Corte de Justicia según le dio la gana, como si la hubiera nombrado
él, instancia que rechazó un recurso para inhabilitarlo como candidato por
sedición armada. A partir de ahí estuvo rodeado de empresarios, dinero,
aviones, intelectuales, periodistas y políticos del sistema -Guillermo Sucre
los llamó las “comadronas del golpismo”- que celebraban sus desquiciadas
propuestas, entre ellas “la constituyente”, luego aprobada por la misma Corte
de Justicia. Connotados intelectuales, plumíferos, artistas, se dividían entre
los que lo apoyaban apasionadamente y los que se dedicaban a destruir el único
muro de contención electoral, AD y Copei.
Los
dos le habían hecho el favor de derrocar al presidente democrático que aplastó
el golpe, con lo que convirtieron al golpista en héroe. Y el MAS, no contento
con la maravilla de haber apoyado electoralmente al gobierno que fue una
verdadera malaventura, ahora apuntala al comandante como sucesor. El paladín golpista
estaba listo para recibir el apoyo masivo del “pueblo”.
El caos “se hizo carne,
y habitó entre nosotros” sin que los pobres, las mayorías ignorantes fueran más
que convidados de piedra de las miserias ilustradas. La candidatura era un
producto bien elaborado, con todos los ingredientes necesarios, con el apoyo de
importantes canales de televisión y medios impresos. La misma historia, o muy
parecida, de Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Los responsables fueron los cultos,
bienhablados, perfumados, diplomados dueños del sistema, que traicionaron la
democracia.
@carlosraulher
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