Cuando uno ve y escucha en la televisión los
mensajes subliminales acerca de las “bondades de la llamada Revolución del
Siglo XXI , socialista y bolivariana”,
en la que a seis meses de la desaparición física de su mentor, sigue
siendo objeto de veneración en Cuartel
de la Montaña, a cuya memoria diariamente se le rinde culto desde el amanecer
hasta cuando caen las sombras sobre la popular y otrora emblemática parroquia
del 23 de enero, llega a la conclusión de que este gobierno tiene un gabinete
de sombra, pues detrás de bastidores
mueve los hilos del poder.
Y no solo tiene un gabinete de sombra, sino
que trabaja bajo la sombra.
¿Por qué bajo la sombra se preguntarán
Uds.? Pues bien, porque tiene sumido al
país en el más oscuro momento de la historia de su vida republicana, que pasa
de los 200 años, que ya es mucho decir. Luego, porque desde hace más de tres
años el país viene padeciendo de continuos apagones, de los cuales culpa a la
“extrema derecha” de sabotear las plantas de energía eléctrica, las que por
cierto confió su vigilancia a las Fuerzas Armadas desde hace tres meses, en
manifiesta contradicción, con las declaraciones
de Jessy Chacón, quien adujo que el reciente apagón general en todo el
país, obedecía a la caída de una malla. Y por último, porque toda su gestión en
memoria de su fallecido líder máximo y Comandante Supremo, está cobijada bajo el oscuro manto de los
poderes secuestrados: CNE, TSJ, AN y demás.
Es una situación realmente oscura, que ocurre
solamente con gobiernos divorciados de la realidad política, social y cultural,
y que en medio de tantos males como los que nos aquejan, su gabinete
ministerial está constituido por un cuerpo denso de asesores, que rodean desde
el Presidente y Vicepresidente de la república hasta el último de sus
Ministros, abultando la cúpula del poder que detentan, lo cual pone en
evidencia la capacidad que tienen de tomar sus propias decisiones.
Uno suele escuchar a sus voceros– por ejemplo – hablar de la calidad de vida del venezolano,
del gasto en la ejecución de un presupuesto y demás temas que desde hace más de
14 años tienen sometido al pueblo venezolano, en el más oscuro y triste
episodio de su vida. Se trata ni más ni menos, de que este gobierno socialista y
revolucionario disimula su ineficiencia, trasplantando irracional e inútilmente
a nuestro medio las cortes europeas del renacimiento, en las que los reyes
semejaban títeres en manos de numerosos cortesanos, muchos de ellos en procura
de lucro personal, lo que equivale a convertir
este propósito en una artera forma de corrupción.
Todos los venezolanos ansiamos un gobierno
con una estructura institucional que permita lograr, a corto, mediano o largo
plazo, el bienestar colectivo…aquello que sociológica y políticamente se define
como “el bien común”. Anhelamos un gobierno que cumpla a cabalidad sus
funciones, objetivos y metas, así como sus políticas estrategias y tácticas por
aplicar. En síntesis, un verdadero Gobierno, que no sirva únicamente para
atraer simpatías, sino para demostrar la responsabilidad, compromiso y tarea
fundamental que brinde una mayor
seguridad jurídica, política, económica y social, y por último, que sus decisiones favorezcan a
todos los sectores del país, sin improvisaciones, sobresaltos y contradicciones
y lo más importante, sin exclusión alguna.
No hay día que el pueblo venezolano no
despierte con la revelación de las más inverosímiles situaciones a las que nos
tiene acostumbrado este régimen, ni se acueste sin conocimiento de otro. Todos
los días el columnista inquiere en su memoria bajo la rigurosa y torturante
interrogación: ¿por qué? ¿por qué? Y es
que la capacidad de asombro se queda corta cuando buscamos respuesta a tanto
desafuero, desgobierno, mediocridad y burla, que perpetran desde el jefe de gobierno hasta los más
áulicos cortesanos, que sin falso rubor aplauden el histrionismo del dueño del
circo.
Para estos hombres y mujeres enquistados en
el poder, que no padecen la crisis económica que asola a la mayoría de la
población, inmersa en la más desgarradora situación que pudiese haberse
imaginado, no pasa de ser sino una coyuntura propia del cambio que requiere la
mal llamada revolución bolivariana. Esta respuesta refleja la incapacidad de
quienes nos gobiernan (¿), además de que ellos saben lo que hacen, es parte del
plan. No quepa duda que El Príncipe de Maquiavelo ha sido almohada de los
“líderes” de la susodicha revolución pues literalmente siguen el precepto: “Si
un príncipe se quiere mantener en el poder ha de aprender a no ser bueno”; es
decir, hay que ser malo. Desgraciadamente entienden malo como ineficiente,
ignorando que malo en el dogma político, es ser eficiente, o sea bueno en la
praxis.
careduagui@yahoo.com // @_toquedediana
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