La impactante noticia de la venta de ese
portaviones legendario del periodismo mundial que es The Washington Post, de
manera inevitable plantea preguntas importantes sobre el futuro de los pocos
periódicos nacionales de Venezuela.
¿Cuántos y cuándo cerrarán sus puertas? ¿Habrá grandes empresarios
capaces de subvencionarlos y adaptarlos a los difíciles momentos actuales?
Las cosas no parecen fáciles por múltiples
razones. La primera es que no siempre han sido manejados con criterios modernos
y en algunos han privado los intereses personales y familiares, aunque, por
supuesto, existen contadas y honrosas excepciones. El no haberlos conducido con
fines exclusivamente periodísticos, siempre ha sido una espada de Damocles.
Los periódicos y revistas más importantes de
los grandes países han explorado desde hace tiempo posibilidades para
reinventarse ante el descenso del ingreso publicitario y la pérdida de
lectores. Todavía no han encontrado la
fórmula mágica, pero han venido buscándola donde tiene que estar: En el periodismo digital. Entretanto, los
empresarios periodísticos venezolanos han comenzado a trabajar en ese sentido,
pero sin la agresividad y la profundidad de aquellos.
La influencia de los medios ha sido limitada
desde hace muchos años y cada vez lo es más porque sus cifras siempre han sido
un misterio. Así como no se sabe cuántos
ejemplares se imprimen, también se desconoce cuántos son devueltos. Lo que sí
está claro es que a su pérdida de capacidad para informar y formar opinión, se
agrega la autocensura derivada de las descomunales presiones y chantajes del
peor gobierno de todos los tiempos: El más inepto, incapaz y corrupto.
Esas presiones, según la declaración que me
hizo una de los herederos de Miguel Angel Capriles, Tanya Capriles de
Brillembourg, fueron determinantes para la venta de la Cadena Capriles pocos
meses después de haber inaugurado las instalaciones periodísticas más modernas
de Venezuela, con nuevas rotativas y plataformas tecnológicas de punta, así
como con cuerpos de redacción integrados.
Queda, por supuesto, flotando en el aire la
pregunta de si los dueños no olfateaban la duración del autoritarismo de Hugo
Chávez y el ascenso de Nicolás Maduro como sucesor. Lo cierto es que Últimas Noticias y El Mundo
tienen un futuro incierto porque hasta ahora sus nuevos propietarios son
etéreos, no dado la cara y sólo se sabe que detrás del grupo comprador hay
figuras relevantes del chavismo. Menos se sabe, por supuesto, de sus planes.
Algo revelador de la firmeza de la
transacción es el hecho de que el o los nuevos inversores han cumplido el
cronograma de pagos de manera precisa, aunque el traspaso del control total de
las empresas -que estaba previsto para 4 de agosto-, fue aplazado hasta
octubre. Tal vez están ideando cómo y a través de quiénes aparecer en sus
juntas directivas.
El panorama de El Nacional es mucho más
inquietante porque las muestras del gobierno de querer apoderarse de él o de
cerrarlo, son claras. No de otra manera se explican las actuaciones sin
fundamento de la Fiscalía General de la República contra las cuentas bancarias
y los bienes del accionista mayoritario de la compañía, Miguel Henrique Otero.
Víctor Suárez, periodista especializado en
tecnología y buen conocedor de los medios venezolanos, sostiene que los dueños
El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y El Mundo, han venido invirtiendo
en el mejoramiento de sus plataformas tecnológicas, para adecuarlas a las
tendencias internacionales en cuanto a la venta de contenidos, televisión
interactiva, unificación de las redacciones y uso de las redes sociales. Han mejorado sus páginas web, aunque les
falta mucho todavía, pero han puesto en marcha la diversificación en el área
digital.
En los últimos meses ha habido insistentes
rumores sobre negociaciones (no desmentidas) para la venta de El Universal,
cuyos ingresos se han desplomado en forma vertiginosa, en buena medida porque
ya no cuenta con los jugosos avisos oficiales de otros tiempos. Hay quienes piensan que Andrés Mata no lo ha
vendido porque las ofertas no han llegado al nivel deseado, pero que estaría
dispuesto a hacerlo si esto se cumple.
Suárez
se pregunta por qué si los empresarios de la prensa venezolana soportaron los
casi quince años de Hugo Chávez, ahora no serían capaces de hacerlo frente a un
régimen que está boqueando.
En nuestra larga conversación sobre el tema,
coincidimos en que el avance de la tecnología digital, las tabletas, los
teléfonos super avanzados y las redes sociales, ya se han consolidado en el
mundo de las comunicaciones, mientras los periódicos están condenados a seguir
perdiendo terreno. Por todo eso, no se
puede perder de vista lo ocurrido con el legendario The Washington Post, a
pesar de sus formidables exclusivas, reportajes y la excepcional capacidad de
análisis de sus equipos profesionales. Y
The New York Times, que ha tenido que desprenderse de buena parte de sus
magníficos periodistas, de The Boston Globe y muchas cosas más.
A Suárez le llama la atención el hecho de que
The Washington Post hubiese sido vendido por 250 millones de dólares, a pesar
de su importancia mundial, de su circulación, de los portales que posee y de los
mecanismos venta de contenidos, mientras
se dice que por la Cadena Capriles pagaron unos 140 millones de dólares, es
decir, apenas unos 100 millones más. La Cadena tiene modernas instalaciones,
pero nunca se podría comparar con el periódico norteamericano.
Si esos portentosas compañías se han
tambaleado en manos de propietarios que por años estuvieron a la vanguardia del
mundo periodístico, ¿qué podemos esperar de los periódicos en ese país de caos
que es Venezuela?
ricardo
escalante
ricardoescalante@yahoo.com
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