Con ese nombre anglosajón se conocen
emisiones de televisión en la cuales individuos ordinarios viven
artificialmente situaciones más o menos extremas, según el concepto del
programa.
Venezuela vive sumergida en lo que parece una
mala programación de ese tipo. Aquí como en muchas de ellas no se preserva la
dignidad de los seres humanos, los venezolanos vivimos luchando para poder
conseguir pollo, harina pan, mantequilla o café, como una de esas competencias
de supervivencia.
Sufrimos situaciones extremas, algunas
podríamos considerarlas “banales” como son las necesarias para mantener la
higiene personal. Ya que existen aquellas gravísimas como es poder regresar a
casa vivos, antes que una de las bandas organizadas, estimuladas con los
discursos oficiales, decidan eliminarnos como parte del juego.
En este país se sueltan los presos para
simular el descongestionamiento de las cárceles. Cuando una administración
cierra centros penitenciarios, sin ni siquiera prever la construcción de nuevos
centros modernos e idóneos, no le queda más recurso que encontrar una manera de
disminuir las cifras, de los que están encerrados por haber cometido delitos.
El “show” consiste en que el pueblo ignore la
realidad, no en corregirla, por eso el gobierno se preocupa en atacar al diario
El Nacional por publicar, una fotografía del interior de la morgue de Bello
Monte y en la cual se evidenciaba el escandaloso número de muertos de un fin de
semana en Caracas, pero no hemos visto detenidos a los causantes de ellas.
En este país de “malos actores
gubernamentales” vemos como apenas dos semanas después de que la Fiscal General
anunciara que pedía a los tribunales congelar las cuentas personales del Editor
de El Nacional, Miguel Henrique Otero, otro juzgado le impone una multa al
periódico equivalente al 1 por ciento del total de las ventas brutas de la
empresa en el año 2009.
Es evidente que la jugada pretende anular a
ese medio de comunicación, en el afán permanente de este régimen abusivo por
controlar toda la opinión pública.
Estos programas de televisión comenzaron en
el “Imperio” allá por el año 89, se hicieron populares en todo el mundo y
rápidamente degeneraron, se caracterizan por presentar a gente no profesional,
individuos ordinarios sin experiencia. En eso también se asemejan al gobierno,
Maduro es a menudo el hazmerreír de los venezolanos, con su torpeza, su
confusión con los nombres de ciudades y de las empresas del estado, con sus
anécdotas sobre los pajaritos, con sus silbidos, que sustituyen los conceptos y
las palabras que escasean en su vocabulario.
No me resulta muy gracioso ver en manos
incapaces el futuro de la Nación. Sustituir las ideas por sonidos
onomatopéyicos demuestra una gran pobreza intelectual, si llegara a convertirse
en el ejemplo a seguir, tendremos en el futuro fiscales de transito ladrando
para reclamarnos una infracción o una ministro de prisiones graznando sus
instrucciones.
Se imaginan un consejo de ministros entre
gruñidos, chillidos, mugidos, rebuznos, aullidos y cacareos, algo así como un
concierto selvático de expresiones inteligibles para los seres humanos.
A un “miaw”, reponderian con un “guau”, una
opinión correspondería a un “muu” o un “Jiijaaaaa, Jiijaaaaa”, seguido de un
“cuac-cuac”, discusión que podría terminar con un sonoro “oink oink” propinado
desde el parlamento que correspondería a un “reality show” sin uso de palabra.
¿Cuánto duraría la diversión? a pesar del
humor que nos caracteriza, la realidad nos despertaría con su violencia. La que
nos sacude cada día, con sus homicidios impunes, con la escases de alimentos,
con las violaciones a los derechos humanos, con gente como Simonovis y la
Afiuni víctimas de la arbitrariedad gubernamental, contra las multas a los
medios de comunicación.
A nadie puede divertirle que aquí no se
respete la Constitución, todos sabemos que si no se respeta la inmunidad
parlamentaria, que esperanza le queda al pueblo en manos de estas fieras.
“La Ley de la Selva” podría ser el nombre de
este programa de tele-realidad en que nos han convertido el país, donde el que
tiene las garras más afiladas, propicia el zarpazo seguro para destruir la
democracia.
Tal como sucede en esos malos programas, los
participantes están conspirando, hablando mal del otro, tratando de eliminarse
mutuamente. Los “realities” despiertan el sadismo, ver sufrir a un pocotón de
personas que viven amontonadas, desarrollan la indiferencia, los celos, la
venganza, las bajas acciones, todo les parece valido con tal de alcanzar el
premio.
Aquí en Venezuela el premio eran los fondos
petroleros, estos ya pasaron a las manos de los que participaron en este
desastre, el resultado es una realidad que daría vergüenza televisarla.
Como explicar que un país con tantos
ingresos, logró convertir en “pobres haciendo colas” a la gran mayoría de
ciudadanos honestos, tan solo porque los que participaban en el juego se
prestaron a cualquier medida por corrupta que fuera, que les permitiera
apoderarse de la mayor cantidad de riqueza en el menor tiempo posible,
arrasando con el futuro de la nuevas generaciones y aplastado al que se les
atravesara en el camino.
Mientras tanto el juego pareciese continuar,
el del Congreso de la Republica debería llamarse “Como violar la constitución
sin ruborizarse”, el problema es que las fieras no conocen eso, quizás se
cambiaría el nombre por “Cuento con las fuerzas”.
Otros capítulos se ocupan con el eterno
magnicidio, que me atrevería a afirmar que ya aburre, pero que involucra ex
presidentes latinoamericanos, ciudadanos nacionales y extranjeros, curiosamente
críticos al régimen autoritario venezolano. Este trillado recurso con fantasías
de golpes de estado y mercenarios, sin que exista nadie detenido ni acusado, no
produce audiencia.
Este es un gobierno, perdón una emisión
televisiva, con poco talento, que no pasa de palabras ante las cámaras, porque
su acción no se ve en la calle.
Que por ineficaz se encomienda al más allá,
como si un muerto lo fuera a sacar de la mediocridad lo que no hizo en vida, Un
gobierno donde sus integrantes escogieron el atajo para conseguir dinero,
dejando de lado los valores, el esfuerzo, la experiencia y la preparación. Ha
sido una mala programación que le ha causado un perjuicio incalculable a
Venezuela, que los hizo famosos rápidamente pero que permitirá recordarlos como
ineficientes, corruptos y traidores a la patria.
Claro olvidábamos decir que el que diseño el programa, se encuentra disfrutando los beneficios, tranquilo en su silla de ruedas mirando al mar, allá lejos en la Habana.
ncastellanoh@gmail.com
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