De
nuevo los venezolanos ejercitaremos nuestra voluntad política en las venideras
elecciones municipales. En el marco de este acontecimiento, la prensa diaria informa
sobre las dificultades que han enfrentado los dos bloques que medirán fuerza en
estos próximos comicios. Apuros estos que no son de naturaleza doctrinaria.
Apuntan, más bien, a contingencias de carácter electoralistas. Los del
gobierno, por ejemplo, intentan aplacar una cierta resistencia de sus bases que
se encuentran descontentas por la forma como seleccionaron los candidatos.
Se
reclama el hecho que su cogollo no apostó por dirigente comunales y, en
alcaldías emblemáticas, escogió personalidades provenientes del mundo de la
farándula. La oposición, por su parte, ha confrontado dificultades parecidas y
se han presentado algunas “deserciones” como la que protagoniza el joven
Antonio Ecarri Angola. Este dirigente competirá, fuera de la mesa de la unidad,
como candidato a la alcaldía del Municipio Libertador. Por su parte el MAS ha
manifestado su decisión de participar con tarjeta y candidatos propios.
En
cierto sentido estas refriegas expresan una carencia fundamental: la ausencia
de un relato político convincente. El del oficialismo luce agotado y la
oposición presenta aprietos para elaborar una estructura narrativa alternativa
que comunique verosímilmente sus ideas, logros y sueños.
Vamos
a detenernos, brevemente, en analizar el caso de la oposición. Es palpable que
esta opción enfrenta una circunstancia electoral apropiada. Las elecciones
municipales ofrecen una excelente oportunidad para que los ciudadanos perciban
que el proyecto democrático avanza y progresa. Pero para que ello sea así,
sería necesario elaborar un relato que emocione y convenza a sus electores.
Ahora
bien, ¿Cuál relato¿ ¿Dónde obtener las fuentes para su construcción? ¿En qué
consistiría su naturaleza alternativa? Veamos. En principio no vale cualquier
relato. Se requiere uno que combine acertadamente hechos, sentimientos, valores
los cuales movilizarían las pasiones, los miedos y los deseos de las personas.
Es imprescindible tocar la intimidad más arcaica del ciudadano. Estamos
hablando de un relato político que debe trascender las promesas electorales y
las fantasías de gestión. Más que la figura de un gerente, se requiere la de un
narrador. Su formato lo proporcionaría la estructura narrativa de los cuentos
populares, las historias míticas y los relatos bíblicos. Cada una de ellas
suministraría las materias primas sobre las cuales se puede edificar las
conexiones con el electorado y construir, de esta forma, la esperanza en el
futuro.
Desde
luego estas macro narrativas por si solas no son suficientes. Es indispensable
articularlas a situaciones reales que tengan potencialidad de interpelar a la
ciudadanía. De la historia de cada entidad, por ejemplo, se podría extraer los
elementos que dotarían de verosimilitud a una narración.
En Carabobo un relato
exitoso sería aquel que apele a los héroes civiles de este estado: Fernando
Peñalver, Miguel Peña, Jose Rafael Pocaterra, Vicente Gerbasi, Alejo Zuloaga,
Miguel José Sanz, Arturo Michelena, Antonio Herrera Toro, etc. A partir de
estos y otros datos se podría construir un frame que oponga al militarismo
oficial la civilidad republicana. Y ésta nació en Valencia.
En
este estado se ha probado, con éxito, experiencias que apuntan a lo señalado.
El primer gobierno de Henrique Salas Römer, por ejemplo, invocó a
determinaciones históricas propias de esta región. Igualmente, ensayó la
construcción de un léxico político alternativo al dominante: vecinos, alegría,
ciudadanos, Valencia tierra de lo posible, etc. Temas nacionales fueron
enmarcados en esta lógica regional y, así, se le dió un caracter general a la
experiencia descentralizadora que se experimentó en Carabobo en los años que
gobernó Salas Römer. Desafortunadamente no ha habido continuidad en esta línea
narrativa.
En
fin, no se debe olvidar que las sociedades se construyen a través de relatos
que les dotan de sentido, explicando cuál fue su pasado, el por qué de su
presente y cómo será su futuro. El reto político actual puede visualizarse como
la necesidad de construir una utopía que dote de una nueva identidad y
motivaciones compartidas a los venezolanos. Y esta meta se logra mediante el
uso de símbolos, historias y expresiones culturales que enfaticen una narración
que de cuenta de nuestra civilidad republicana en contraposición al militarismo
socialista del siglo XXI.
Esta
nueva utopía ha de ser capaz de re-enmarcar los temas críticos que el relato de
la modernidad democrática no pudo dar una respuesta apropiada.
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