Turquía está viviendo una
situación difícil ya que ha debido confrontar las mismas inestabilidades
de sus países vecinos: por una parte, el
malestar popular que impactó su frontera Europea por la ingobernabilidad y la
cadena de protestas en Grecia debido a la crisis económica
Todo ello constituye una
influencia marcada y un desafío político
que ha debido enfrentar recientemente el
Gobierno de Ankara.
Las masivas protestas ocurridas durante los
meses de Mayo, Junio y Julio del 2013 mostraron
el descontento manifestado por miles de indignados que ocuparon la Plaza
Taksim Gezi. La represión violenta del Gobierno a la que sumó el hostigamiento
de sectores islámicos extremistas
promovidas por el oficialismo para amedrentar a los manifestantes, lejos de
detener las protestas, produjeron mas bien un efecto multiplicador ya que la insatisfacción se extendió de Istambul a
Ankara, Izmir, Bursa y varias otras ciudades del interior. El uso de la fuerza
excesiva, tuvo como efecto adicional acentuar
la polarización de una
sociedad ya anteriormente dividida
Esta realidad de la Turquía del Siglo XXI dista mucho
de lo que representó la Turquía de épocas pasadas en las que floreció la
cultura de Bizancio en la época del
Imperio Romano de Oriente; o después, la atracción de la “Sublime
Puerta” convertida en el epicentro
del Imperio Otomano que
dominó durante varios siglos una inmensa parte del Mundo hasta que los aliados
vencedores de la Primera Guerra Mundial diseñaron el nuevo mapa planetario; o el aporte de
modernidad con la visión aportada por el movimiento de los jóvenes turcos,
dirigidos por Mustafa Kemal Ataturk, héroe de batallas legendarias a inicios
del Siglo XX, quien logró fundar una República reconocida por las reformas de
gran alcance que produjeron como resultado un Estado moderno, democrático y
secular.
El Primer Ministro
Recep Tayip Erdogan está en el poder desde el año 2002, logrando prolongar su
mandato hasta nuestros días, por haber
sido reelecto en tres elecciones sucesivas. Pero en vez de
abrirse a un dialogo con los diferentes sectores del país, ha ido radicalizado su posición inicial hasta
conducir un régimen caracterizado por la
violación de los derechos humanos, el
establecimiento de mecanismos cada vez más represivos, la aplicación de una
rígida censura de prensa, y la
profundización del proceso de
islamización del país, en contra de
del ideario de sectores
liberales, y ello a pesar de que tan solo el 12% de electores se muestran a
favor de la ley islámica, mientras que el 83% se identifican con los postulados
de la Turquía moderna y laica pregonada por Ataturk.Es precisamente esa población la que debe ser apoyada
por los miembros de la Unión Europea y
por los países democráticos, ya que si
Turquía quiere ser miembro de la UE, deberá cumplir con las clausulas
democráticas que son imprescindibles para ser miembro pleno. Una Turquía plenamente democrática tendría gran influencia en el futuro del Medio
Oriente en su búsqueda por encontrar respuestas al clamor de los indignados en
pro de la democracia y del establecimiento de gobiernos de tolerancia y
libertad, debido a su papel estratégico y geopolítico en la región.
milosalcalay@yahoo.com
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