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martes, 20 de agosto de 2013

ENRIQUE MELENDEZ, LA SALUD COMO NEGOCIO

         Eso de las partes, con relación al todo es muy del pensador Spinoza, a quien se considera uno de los precursores de la dialéctica moderna; por aquello que él decía que había una sola sustancia, y que esa sola sustancia tenía unos atributos, que eran los seres que conformaban la naturaleza. “Para muestra –se dice, normalmente-, un botón”. He allí una expresión dialéctica, para señalar un caso particular que define al todo; cuando entonces se considera que el estado de las cárceles habla de la condición del gobierno de un país.

         A ese respecto, en esta última expresión pudiéramos cambiar el sujeto, y, en lugar de decir cárceles, diríamos, hospitales, y el sentido sigue siendo el mismo en este caso en Venezuela. Yo no diría que el estado de las cárceles en la época de la partidocracia era impecable; pero, al menos, el reo no poseía armas o si las poseía, no tenían esa potencia, que las armas que pululan en esos presidios, sin el concurso de la autoridad, y que llegan hasta la granada. ¿Cómo vienen a parar esas armas a esos recintos? Por una complicidad, la política del rebusque, y que cundió en toda la institucionalidad del país.

        
Pero en los hospitales es donde más se ve ese espíritu de voracidad, que caracteriza nuestro espíritu picaresco; un ambiente donde todo lo que esté mal parado desaparece. Me contaba un médico que, normalmente, cuando entran unas tres mil sábanas, como parte de la lencería que recibe determinado hospital, al mes sólo quedan 1 mil 500, y así sucesivamente, con la furia del espíritu caribeño todo desaparece, y en esto, quizás, puede fallar la administración de estos centros de salud, en el sentido de que hasta ahora no han logrado sembrar un código moral en el medio laboral, que se desempeña en ese sector, a propósito del tema de la salud pública.

         ¿Cómo orientar esos niveles de barbarie en ese personal, que le roba los insumos a la gente de la cocina, y así a la hora de servir la comida todo tiene que ser recortado? 

Pero es aquí donde uno se da cuenta de que no hemos tomado conciencia de nuestro ser social. Porque es verdad, como se ha hecho ver, en lo que atañe a los comentarios que se han vertido hasta ahora en medio de lo que pudiéramos calificar como crisis de la salud, que antes llegaban a las direcciones de los hospitales gente con alguna preparación, en lo que se refiere a las tareas de administración de los mismos; cuando ahora, según se reporta, estos cargos han venido a ser ocupados por gente que no tiene nada que ver con la materia; lo que se conoce hoy en día como los enchufados, catapultados por el sorteo del clientelismo político; no obstante, se pecó de omisión, en ese sentido, esto es, en hacerle ver al medio laboral de nuestra red hospitalaria que hay un asunto muy grave, que es la salud pública, y que todo lo que tenga que ver con insumos, destinados para los enfermos tiene que considerarse sagrado, justo, para evitar esa situación tan precaria, como se observa hoy en día, y en la cual cada paciente de un hospital a la hora de su tratamiento tiene que llevar hasta el algodón.

         En su famoso libro de la Historia de la Locura, Michel Foucault se pasea por lo que fue la historia hospitalaria de la Edad Media europea; con oleadas de situaciones que iban desde la desocupación de los centros de salud, a raíz del control de una enfermedad, hasta el vuelto llenar con la aparición de un nuevo mal, y que ha supuesto una epidemia. ¿Por qué hoy en día un paciente en estado de gravedad muere en ese proceso, que se ha dado en llamar de “ruleteo”, y el que consiste en ir de hospital en hospital en busca de una asistencia, muchas veces frustrada? 

En efecto, esto es síntoma de una gran insuficiencia del servicio; pero no como consecuencia de una epidemia, que ha llevado a media población a ser hospitalizada, sino como consecuencia del ambiente de choreo, del cual venimos hablando que impera en estos centros de salud. Hay gente que ocupa una cama desde hace tres meses, a la espera de una operación, y no se ha podido llevar a cabo, porque determinado equipo que se requiere para la misma se dañó, y no hay presupuesto para mandarlo a reparar, y esto derivado del hecho de que el equipo que se compró es chimbo, para no decir chino, ya que al proveedor se le obligó a pagar una comisión de 30%, por lo que se redujo la ganancia en el negocio, y así tuvo que bajar en cuanto a la calidad del producto que le iba a meter al hospital; de modo que por aquí comienza a cojear nuestro espíritu republicano, en el sentido de que hasta con la salud pública jugamos, y con tal y estimular a nuestra sed de codicia.

         Esa complicidad en el choreo hospitalario viene porque la Contraloría también participa de la red; de modo que estamos ante una corrupción triangulada; porque, ¿cómo se pudiera entonces meter un equipo chimbo por uno de primera calidad, si no fuera por la firma del funcionario dedicado a la control del mismo?

         Así hay una pérdida de los bienes nacionales; aparte del deterioro de la planta física de los hospitales; por desidia, sobre todo, porque esta gente es muy abandonada: equipos dañados, que reposan en los cementerios de cachivaches, a los que no se les consiguen repuestos, bien porque están descontinuados o bien porque no hay dólares para traerlos. He allí por donde comienza y por donde termina el drama de toda Venezuela; para volver a aquello de la dialéctica de que una parte define al todo, signando ese todo la filosofía del rebusque; que en lenguaje coloquial nuestro se define como raspar la olla; lo que le da un carácter aberrante al funcionamiento de las instituciones; es decir, aquí no está planteada ni una misión ni una visión de la empresa, sino que lo que se piensa es en el lucro, y he allí el por qué uno se explica la indiferencia con la que el burócrata de este gobierna toma la circunstancia de la muerte de una persona ruleteada.

                                         melendezo.enrique@yahoo.com

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