Nicolás Maduro ha tomado como bandera en los
últimos días, la lucha del gobierno socialista contra la corrupción, propósito
éste que la opinión pública lo interpreta como un simple alarde populista y
demagógico, para esconder los graves
problemas que aquejan al país y que se han agravado más aún, desde que se
encuentra al frente de la Primera Magistratura, por cierto severamente cuestionada por múltiples razones, que van desde el
resultado electoral del 14 de abril,
hasta la duda del origen de su nacionalidad.
Estos hechos, aunados a la inseguridad,
desempleo, nepotismo, abuso, atropellos policiales, desabastecimiento, escasez y
el desbordamiento del uso de peculado de algunos miembros identificados con el
proceso revolucionario socialista, rebasan todo límite de tolerancia de un
pueblo carente de sus más elementales necesidades. El fin de la corrupción se
ha tornado en un grito de reclamo y rechazo social, que en otras latitudes del
continente no se ha hecho esperar, como es el caso de la sociedad brasileña con
la frase: “nem esquerda nem direita
queremos a fin da corrupcao” (ni de izquierda ni de derecha, queremos el
fin de la corrupción). Y este es el fantasma que no tenemos duda atemoriza a
Maduro.
No es un grito partidista cuyas directrices
emanan de los brasileños, ni de la MUD, ni tampoco es ideológico. Es un llamado
a restituir la moral y la ética de quienes prestan servicios en la
administración pública. Estos sentimientos expresan hastío, cansancio y
protesta contra la corrupción y simplemente es la expresión de una sociedad
venezolana cansada de tanto abuso, mentiras en sus discursos y obras que,
aunque se asuman acciones, dejan evidencias de una red de corrupción, abierta y
encubierta por las instituciones del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Fin de la corrupción significa la necesidad
que tiene la sociedad civil, activa y en posición de sus derechos ciudadanos,
de reclamar a quienes manejan los destinos del país, que respondan a un pueblo
ávido de una mejor calidad de vida. Significa demostrar que son unos “verdaderos
luchadores sociales”, tal como lo
proclaman a troche y moche en sus discursos, asambleas, y cuanto acto realizan
con fines proselitistas.
Fin de la corrupción no es una expresión
foránea. Es una consigna, un reclamo y una demanda de toda la sociedad civil, para
que se conozca que el colectivo humano no es una convidada de piedra, sino una
sociedad que se moviliza para decirles que el erario nacional no es una caja
chica para malgastar en publicidadad, agitación, banquetes, viajes etc. sino recursos del país que deben
ser usados honrada y transparentemente.
Por eso "fim da corrupção" no es
sólo un grito de combate de los brasileños, sino también del pueblo
venezolano que reclama y demanda que el gobierno socialista entienda que la
política y la acción gubernamental no deben estar reñidas con la ética, la
honradez, la tolerancia, el respeto a las leyes y los derechos humanos. Fin de
la corrupción debe ser el inicio de un proceso de restauración y de retroalimentación
de la ética en la política, cuanto de reeducación moral para gobernantes se
trata.
El fin de la corrupción quedaría demostrado
cuando los pillos que hicieron suyo el erario nacional y amasaron grandes
fortunas, estén tras las rejas, despojados –si es que realmente el gobierno
socialista tiene voluntad política- que por sus acciones se pone en duda, y no
con simples convocatorias laudatorias sobre la corrupción, que anida en sus
propias entrañas
Que demuestren quienes detentan el poder y se
ufanan de ser bolivarianos exaltando en todo momento la memoria del Libertador,
que no han olvidado los valores intrínsecos que nos lego, y que dejó constancia
en sus escritos, como el párrafo que a continuación transcribo:
“Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para su estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente, contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica, y no con un establecimiento social, donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia. Nada es mejor que la exactitud de las promesas del gobierno. La mejor política es la honradez”
Miembro fundador del Colegio Nacional de
Periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com // @_toquedediana
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