Las sociedades no tienen el atributo de pensar consciente y orgánicamente
sus cambios. Esa es la misión de la gente de ideas, de los líderes y los
partidos.
Seguramente acudirán a Internet y sus redes. Pero esa será una relación
que resultará insuficiente si no logran estar directamente entre la gente. La
razón social es también asunto de marca publicitaria, pero ya tienen cerrados o
restringidos los medios que les permitían sostenerla en el tiempo. Por eso se
convierte en asunto de eficacia concentrarse en batir el barrio y devolverse a
la Venezuela profunda. Si ese giro se lleva a cabo, aún silenciosamente, al
gobierno le puede salir el tiro hegemónico por la culata.
Los partidos son las únicas organizaciones capaces de proporcionar el
vínculo necesario entre las luchas inmediatas y los horizontes de futuro. Son
el reservorio de conciencia que puede aclarar las perspectivas y mantener alto
el optimismo aunque tengan que problematizarlo.
Es natural que haya gente que tenga prisa. Menos justificado es que
alcancen atención quienes consideren que esta lucha es una especie de olimpíada
boxística que hay que ganar instantáneamente. Pero el colmo de las
irresponsabilidades es pretender sustituir la estrategia de formación
democrática de una mayoría por atajos como la huelga general o un más que
reprobable golpe de Estado.
Hay un lider y un movimiento de resistencia social que ostentan la proeza de un crecimiento sostenido frente al Estado. El empate del 14 de abril contiene dos mensajes: ese Estado puede ser derrotado porque ha entrado en una fase de declinación, como lo demuestra el desprendimiento significativo de centenares de miles de antiguos seguidores oficialistas que cambiaron de opción. El segundo es que la alternativa avanza cuando deja de ser percibida como una amenaza, se abre a una conformación plural y anula la polarización oficialista en la base de la pirámide social.
La revolución concluyó con Chávez. Los herederos no son lo mismo. En muy
pocos meses han provocado dudas sobre su legitimidad, han mostrado su
ineficacia para detener la corrupción,
han acentuado los problemas económicos y están convirtiendo el proceso en una
retrovolución. La cúpula roja no se está batiendo por unas ideas, sino por
quién se va a quedar con la mayor parte del botín.
El norte del modelo que están imponiendo, con intimidación y populismo
estado-dependiente, no es una sociedad más justa y productiva. Si aún alguien
piensa que este poder mantiene algún aliento emancipador sólo tiene que
examinar el trato que ha tenido con los trabajadores, estudiantes y profesores
de las universidades autónomas. Sús objetivos están dirigidos a descabezar la
representatividad de las organizaciones existentes y cerrar espacios de aprendizaje crítico y cultura de
la tolerancia.
El gigante no goza de buena salud, pero es un gigante. Se tambaleó en
abril y está intentado reparar sus resquebrajamientos. Pero su grieta es el
modelo y no hay vestigio de que se propongan cambiarlo.
Puede llegar a ganar cierta sensación de estabilidad, a costa de
conducir al país a su extinción. Por ello, los que tienen fé deben seguir,
extrayendo del pesimismo de la razón toda la lucidez necesaria para irradiar el
optimismo de la voluntad.
@garciasim
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