Había
sido reelecto en Venezuela para el período 2013 a 2019, pero ahora Chávez está
muerto y ello crea una nueva realidad en las complejas esferas del poder. Uno
de esos laberintos es el de la paz en Colombia. ¿Constituía el líder
bolivariano oxígeno para poner fin al conflicto en el vecino país? Sí.
¿La
ausencia definitiva del caudillo ha cambiado la perspectiva del gobierno
colombiano y de la guerrilla que pensaban que con él, como hombre fuerte, se
podía llegar a cualquier acuerdo, incluyendo el Golfo de Venezuela, como alguna
vez lo pensó y promovió el ex presidente López Michelsen? También.
¿Satisface
ahora Maduro esas expectativas? No lo sé.La realidad ya es otra.
Los
vaivenes de la relación colombo-venezolana desde el año 2000 a esta parte nos
han llevado del amor al odio con pasmosa facilidad. No cabe aquí hacer una
cronología de esa atormentada relación en la que casi estuvimos al borde de una
estúpida guerra por razones eminentemente personales. A pesar de ello, la
presencia de Chávez en el poder representaba, en los cálculos del gobierno de
Santos, un factor determinante para el éxito del proceso de paz por los
vínculos públicos y los non sanctos que mantenía el presidente venezolano con
la guerrilla colombiana.
Posiblemente
ahora sin Chávez en escena, a quién Santos consideraba como un as para ser usado a su favor, “mi
nuevo mejor amigo”, la solución del conflicto se aleje en el tiempo si es que
en todo caso se alcanza. Frente a la nueva incertidumbre sobre el éxito de las
negociaciones y sumado al descenso de su popularidad, Santos está justificando
frente al espejo, el electorado y la
dirigencia política, su aspiración a la reelección alegando, como lo hizo en la
ciudad de Pereira recientemente, estar “empeñado en dejar el gobierno cuando
pueda decir: Tenemos paz”.
Si
es verdad que los políticos no sienten sino que calculan, y está visto que el
pragmatismo de Santos está por encima de cualquier consideración ética o
ideológica, ¿sería Maduro el candidato de Santos en las pasadas elecciones
presidenciales de abril en Venezuela? ¿O sería Capriles? ¿Cuál de los dos era
el más apropiado para satisfacer sus intereses y los de las élites en Colombia?
¿Sin Lula y sin Chávez en escena, insistirá Santos en su ambición de ser el
líder regional que en su momento lo llevó a ocupar la portada de la Revista
Time o de aspirar al Premio Nobel de la Paz o de ir a la reelección?
Porque
hay varios pretendientes que anhelan llenar ese vacío. Y sin el malo de la
película en escena, el casting está abierto. De paso, queda vacante el rol de
líder de la izquierda en América Latina, que ahora vive entre fantasmas,
sombras y petro-adicción incurable. Cuba, que también se quedó sin su mejor
amigo, puede que ocupe ese lugar como madre que recibe a los hijos golpeados
por la vida y el luto, y recupere su protagonismo como motor de la izquierda, o
que siga dando pasos irregulares y equívocos hacia la apertura y
democratización de la Isla.
Y
a todas estas: ¿dónde quedó la paz?
Leandro
Area
leandro.area@gmail.com
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