El pensador francés critica los estilos políticos de la región tanto los que gobiernan como a los falsos liberales. Fustiga a China y elogia a Japón.
Guy Sorman es un ensayista que procede de una clara tradición Francesa que va desde Alexis de Tocqueville a Raymond Aron y Jean François Revel. Un pensador neoclásico que entiende que el liberalismo es más una experiencia que una doctrina dogmática, es decir, una dinámica social y económica sujeta a cambios que una receta uniforme. Su extensa obra parece oscilar entre la mesura racional y la demolición de mitificaciones y lugares comunes. Su último libro, Diario de un optimista (Sudamericana), opera como una muestra de los diversos tópicos de su trabajo intelectual que lleva tres décadas.
Agudo conocedor de la realidad argentina y latinoamericana, Sorman elabora un diagnóstico político fuerte que no evade críticas y también elogios. Así como denosta a la China creciente, exalta al Japón presente, del mismo modo que reivindica a Obama, se declara contrario a la formación de partidos liberales en el mundo. Sorman relativiza el peso de los populismos en la región, señala que asistimos a una predemocracia en el país y califica de doctrinario e insólito al liberalismo argentino.
¿Cómo piensa el presente de la Argentina y el populismo latinoamericano?
El populismo hoy es una arqueología de algo que desapareció. Creo que hay un énfasis excesivo en el populismo en el mundo, me parece que en verdad es pequeño y no puede devenir en algo amenazante o fuerte si no se constituye como una ideología alternativa. El populismo en América Latina no propone una sociedad alternativa, no hay una teoría económica por detrás, no hay una idea de la nación. No es algo positivo. El problema de la Argentina es que los militares destruyeron la ideología conservadora y el terrorismo de izquierda se autodestruyó. Por lo tanto, los dos mayores polos de los conservadores y los izquierdistas, se han destruido a sí mismos. Lo que supuestamente hoy está a la izquierda es el peronismo, pero en verdad el peronismo está en todos lados. El peronismo es típicamente un populismo. El problema de la Argentina no es el populismo, me parece, sino que no hay nada a la izquierda ni a la derecha. Esta debilidad de los dos lados es coptada por el populismo, de allí que su frustración es grande y fuerte porque no hay nada en el menú. El país aún no ha hecho la digestión. En otros países de América Latina eso no sucede, no hay populismo donde hay alternativas conservadoras o progresistas: se puede ver en Chile, en Brasil, en Perú, con democracias regulares.
¿Cómo ve los movimientos que surgieron poscrisis de 2008 como Indignados en España, u Occupy Wall Street en EE.UU.?
Son interesantes, sin embargo son pequeños y no pueden crecer porque no pueden hacer una real oferta política a la gente. Creía que el movimiento Occupy Wall Street duraría más pero no fue así. Comenzó apoyándose en algo objetivo y real que es el incremento de la desigualdad en EE.UU. y fue muy útil porque el problema fue debatido por demócratas y republicanos: ambos se dieron cuenta de que tenían un problema. Fue un incentivo interesante para los partidos. Necesitamos estos movimientos de protestas para hacer reaccionar a la democracia y buscar respuestas a los nuevos problemas. Pero no pueden reemplazar los partidos y los políticos si estos hacen bien su trabajo.
En la Argentina surgieron cacerolazos masivos contra el gobierno y la clase política en su conjunto que tampoco encuentran un cauce partidario, ¿cree que tiene que ver con lo que ocurre en EE.UU. o España?
Cada sociedad tiene sus cuestionamientos que hacer. También tiene que ver con temas generacionales. Yo participé en el movimiento de mayo del 68 y no sabíamos exactamente qué queríamos. Entre otras cosas buscábamos mayor libertad sexual y la conseguimos. Estos movimientos libertarios son saludables para la sociedad. El tema es que son sanos al principio pero no tanto luego de un tiempo si los partidos políticos no entienden lo que esta gente quiere. En el caso de los Indignados, querían trabajo; en Occupy Wall Street querían más igualdad y esto fue tomado en consideración por el establishment político. En el caso de la Argentina es diferente porque no son tomados en consideración. Es un movimiento de protesta pero no se sabe contra qué y el sistema no entiende qué quiere. El problema de la Argentina es que el concepto de la democracia no fue comprendido o aplicado. Creo que la Argentina aún no es una democracia plena que pueda responder las demandas de la protesta. La democracia no solo tiene que ver con votar sino con tener una opción, y si hay que elegir entre un peronista y otro peronista, no hay elección real.
¿Cómo piensa el liberalismo hoy en el mundo?
El problema inicial del liberalismo es que tiene diferentes sentidos en los países. Ser un liberal en EE.UU. es ser pro gobierno y pro regulación, serlo en México es estar en contra de la Iglesia Católica. En la Argentina creo que ha existido un liberalismo doctrinal que es único en el mundo, no existe en Europa ni en EE.UU., salvo en algunas fundaciones muy conservadoras. A grandes rasgos, en el liberalismo hay dos grandes tradiciones: la francesa y la norteamericana. Esta última tiene dos vectores: democracia y mercado libre. En Francia es una filosofía política que es muy simple de describir y que intenta responder una pregunta: ¿Cuál es el régimen político que ayuda a la prosperidad y felicidad de la gente? No es una aproximación doctrinal sino experimental, ver qué funciona y qué no funciona. No hay liberalismo doctrinario, no partimos de un libro sino de la realidad.
En la Argentina se da la paradoja de que un liberal es un conservador, cuando en el mundo es lo opuesto...
Personalmente, cada vez que vengo aquí siempre digo que el liberalismo no tiene nada que ver con lo doctrinario y que Hayek o Mises no fueron dioses y pueden ser criticados. Nunca estuve a favor de crear un partido liberal. El liberalismo es una filosofía que puede ser compartida por la derecha o la izquierda, hay socialistas con visión de mercado libre, lo mismo que conservadores. El liberalismo es una visión experimental de la vida, es una filosofía que no pertenece a un partido político ni a un líder. En el caso de la Argentina, trato de convencer a los jóvenes que dejen de leer a esos intelectuales liberales latinoamericanos bizarros y manipuladores. No sé de dónde viene eso, quizá de la influencia del catolicismo, de ahí viene el dogmatismo.
¿Cuál es su mirada sobre el gobierno de Obama?
Creo que Obama es un muy buen presidente. Fue elegido dos veces, en medio de una situación económica difícil, con dos guerras y, además, es negro. Posiblemente, la hostilidad contra Obama pueda ser explicada por el color de su piel. La gente nunca lo dirá, pero todavía hay mucho racismo. La crisis está terminada no tanto por Obama sino por la naturaleza emprendedora de esa sociedad. Obama no hizo mucho, pero en política exterior prometió terminar las guerras en Irak y Afganistán y lo está haciendo. Habla como un líder moderado pero actúa de un modo poderoso. Es un líder fuerte con un estilo suave.
Usted ha escrito sobre China como un mito mentiroso de Occidente y reivindica a Japón hoy opacado. ¿Cómo piensa esta tensión en Asia?
El país fuerte económico y militar es Japón. El ratio de innovación es más grande en Japón que en China. Hubo una guerra entre Japón y China, y Japón la ganó en dos días. El problema es que su población está en baja, es un país de ancianos. Pero si mira la historia japonesa, cada vez que Japón está desafiado, se levanta. Y lo que veo en Japón, estuve hace pocas semanas, es que está despertando otra vez. Japón está de vuelta claramente y sigue siendo el país líder en Asia. China es un mito. Cuando vives ahí ves los problemas enormes con la pobreza total de gran parte de la población. Es un país incapaz de innovar. Puedes mencionar muchas marcas japonesas pero ni una marca china. Eso es muy significativo. Todavía no encuentran un sistema económico sostenible.
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