“En vano las armas destruirán a los tiranos,
si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de la
revolución” SIMÓN BOLÍVAR
Luego
del desfile en el Campo Carabobo, Una ceremonia que siempre enalteció el
gentilicio de los venezolanos como es la celebración de la Batalla de Carabobo,
la cual selló la independencia de
nuestro país, por obra y gracia de quienes ungidos del derecho de denominarse
bolivarianos, fue desvirtuada y convertida en un acto proselitista, grotesto y
si se quiere hasta carnavalesco por la presencia de grupos que nada tienen que
ver con un desfile militar, pues el mismo solo sirvió de pretexto para exaltar la figura del extinto Chávez,
dejando de lado el valor y sacrificio de los Próceres que nos legaron la
libertad.
Hace
un año recibí de un amable y consecuente lector, cuyo nombre por cierto, omitió
en su correo inadvertidamente, un
interesante escrito que por su didáctica prédica lo conservé y hoy me permito
transcribirlo, con anuencia de su incógnito autor, de quien espero en algún
momento saber su nombre.
He aquí su contenido:
"El
próximo 24 de julio se cumplirán 230
años de mi nacimiento agradeciéndoles el amor que millones de ustedes me
profesan y que a lo largo de los siglos me han manifestado en canciones,
poemas, discursos, plazas, escuelas y, en cada rincón de las 5 naciones que,
junto a un gran grupo de mártires y libertadores logramos conquistar.
Les
escribo esta carta desde la intranquilidad de mi sepulcro tristemente
vulnerado, para contarles mis sentimientos ante tantos hechos tristes y
dramáticos que viven esas tierras donde hoy los pastos crecieron, las flores
renacieron, las frutas germinaron y los animales de nuevo les poblaron o, la
modernidad consolidó selvas de concreto pero que representan un vago recuerdo
del pasado en el que tantos espacios fueron regados con la sangre de valientes
patriotas y realistas que defendían ambos visiones distintas de vivir, trabajar
y construir a la nación.
Hijos,
hermanos, aún recuerdo los silbidos de las balas y los cañones, las
explosiones, los sonidos de las espadas golpeándose agitadamente, acompasadas
por los gritos de espanto y terror descarnado ante el dolor que produce la
muerte cuando se posa sobre centenares de almas que luchan por sus ideales que
les arrasaron sus vidas.
Era
terrible y nauseabundo ver como hijos de la España de nuestros antepasados,
unidos a los indios y negros de la África ardiente, sometidos, por la fuerza a
ser esclavos y animales para el trabajo, se nos unieron a cambio de obtener su
anhelados deseo de ser libres y legar, junto a nosotros una mejor nación a sus
descendientes, aún al precio de inmolarse.
Sin
lugar a dudas, tan nauseabundo como el hedor de cadáveres que llenaban las
calles de cada poblado que luchaba.
Por
ello, sufro tanto al escuchar, entre ustedes, mis hijos, las palabras guerra y
muerte. Sufro, al ver hijos malos, ovejas negras que presos de su ambición,
egoísmo y mezquindad, tratan de convertirse en los enemigos de siempre del
sueño que tantos hombres mujeres y niños, indios, blancos y negros, campesinos,
comerciantes, filósofos, religiosos y demás ciudadanos emprendimos en el pasado
que hoy tanto se recuerda.
Lloro
al ver que después de más de doscientos años de lucha, debo repetirles la frase
que, en el ocaso de mi existencia, en medio de la agonía, acompañado de
extraños, pronuncié aquel 1830: “ He arado en el mar”; Mi última proclama se
hizo realidad. Siguen tratando de llevarme a las puertas del verdadero
sepulcro.
Este
es un cumpleaños triste para mí. Las naciones por las que luchamos para
consolidar la libertad, donde reinaba antes la tiranía de los monarcas, dio
paso a hombres que, hasta hoy, han conducido a estas patrias al fracaso, al
tercermundismo, al pasado atroz que no querríamos repetir.
Mis
anheladas naciones sumidas en la pobreza, alienadas por los discursos maniqueos
y tontos de los que desean abrogarse el derecho de utilizar la palabra pueblo,
para profundizar odios, divisiones entre hermanos, conflictos internos y
externos, pobreza, golpes de estado, muertes, desolación, en fin: miseria, no
me permiten ser feliz en este cumpleaños en el que tratan de destruir mi imagen
epopéyica, regalo de ustedes que me brindaron tan inmenso honor, para mostrarme
al mundo de forma burda y grotesca.
No
puedo ser feliz cuando se colocará sobre mi ataúd una bandera bordada por tan
solo una pequeña porción del pueblo, discriminando a los que son también mis
hijos, cuyo derecho a visitarme y quererme es equivalente al que pueden tener
todos los hijos de las tierras sudamericanas por este simple ser humano que,
desde el cielo del púlpito glorioso les escribe.
Trabajamos
tantos hombres y mujeres abandonando nuestras fortunas, nuestra felicidad,
nuestra tranquilidad, para liberarnos de los que siempre tratan de imponerse
sobre la mayoría de los ciudadanos.
No
puedo ser feliz al ver a mi amada Bolivia, pobre, sufrida, enfrentada y
afectada aún por los conflictos étnicos y sociales.
No
puedo ser feliz al mirar a mi Perú, victima, al igual que mis otras naciones
hijas, presas de la corrupción, la impunidad y los intereses mezquinos.
No
soy feliz al observar al Ecuador, tierra de hermosas mujeres como Manuela, una
de las tantas mujeres que amé en mi vida fugaz tras la muerte de María Teresa,
mi primer y gran amor, sumergido también en conflictos donde la corrupción y
los conflictos internos predominan.
No
soy feliz al ver a mi hija predilecta, mi Colombia, victima de los traidores
que, utilizando mi nombre, y lesionando mi ideario, han, durante 40 años
asesinado vilmente hombres, mujeres y niños, destruyendo familias, poblados,
haciendo una guerra sucia y asquerosa contra sus propios hermanos, sumiéndoles
en muerte, desolación y pobreza.
No
soy feliz al observar la instalación de bases militares extranjeras en suelo
sagrado de la libertad; No soy feliz al conocer la noticia de miles de
ajusticiamientos realizados ilegalmente por el estado.
OH
Venezuela, mí amada patria, el terruño, la querencia que me vio nacer en el
seno de su capital en medio de un torbellino de tempestades. OH tierra amada,
cuanta tristeza siento al ver como tiranos del ayer y hoy, utilizan mi gesta
para alentar un falso nacionalismo, hipócrita y absurdo con el cual han
pretendido siempre subyugar e hipnotizar a los pueblos para que se olviden de
hacer próspera la patria que le hicimos y entregamos libre.
Hoy,
miles de mis hijos mueren diariamente victimas de la inseguridad, de hambre,
hoy miles de niños y jóvenes deambulan en las calles del continente mendigando
comida, trabajando como esclavos o prostituyéndose para tener una vida menos
inmersa en medio del sufrimiento.
Hoy,
los pueblos se sienten impotentes ante la miseria que se profundiza mientras
los gobernantes, reyezuelos, viven en palacios, rodeados de riqueza, de los
mejores alimentos, olvidados de su misión en el interés de velar por el
bienestar para que el pueblo les elige; Sin duda, merecen ser fusilados por
mentir a los que dicen representar, tratando de comprarles con mendrugos y
migajas, haciéndoles, lentamente, esclavos del futuro.
Hoy
todos los políticos utilizan mi nombre tratándose de cobijar bajo mi manto para
escudarse de sus fracasos.
Hoy
los comunistas, que adoran a Marx, uno de los hombres que más me ha insultado
en sus escritos, dicen que yo era socialista.
Se
equivocan, yo soy Venezolano, ecuatoriano, Peruano, Boliviano, Colombiano.
No
creo en los partidos políticos, porque son sectas de fracasados que tratan
siempre de hacerse de riquezas y de la silla monárquica que el poder les
brinda. Ellos abusan siempre de ustedes, de su credulidad, traicionando luego
sus sueños e ilusiones hollándoles lo que les es más sagrado.
Siempre
busqué mantener mi reputación y mis perseguidores del ayer y hoy, han tratado
de destruirla.
Hijos,
yo sé que la Gran Colombia no se consolidó. Sin embargo, hoy 228 años después
anhelo sólo la gloria de su consolidación como pueblos, llenos de infinitos
éxitos, deseo que trabajen por el bien inestimable de sus naciones unidos, por
que son hermanos ¡¡ CARAJO!!, librándose de la anarquía, orando a sus diversos
dioses a través de sus creencias, por el bien inestimable de nuestras patrias
y, empleando sus espadas, su pluma, su inteligencia y capacidades en generar
moral y luces a través del trabajo y la educación para defender las garantías
sociales.
Les
pido, les EXIJO que me dejen descansar en paz, que dejen de utilizar mi nombre
en cuanta tontería se les ocurre, no me usen nunca más para engañar a mis
pueblos.
Respeten
mi memoria y mi legado, respeten los camposantos de los que moramos en la casa
del señor.
¡Colombianos
, Ecuatorianos, Peruanos, Bolivianos y Venezolanos, como lo dije aquel 10 de
diciembre de 1830, mis últimos votos son por la felicidad de mi hijas naciones.
Busquen
su libertad, no permitan que les lleven al horror de la guerra que produce sólo
dolor y miseria; Entiendan que somos hermanos a pesar de nuestras diferencias
políticas, ideológicas, religiosas, económicas y raciales.
No
sigan matándome, produciéndome sufrimientos, no contribuyan a que asesinos
invasores pueblen sus tierras, amparándoles, convirtiéndose en traidores y
delincuentes.
No
se dejen manejar por los egoístas que siempre anhelan alcanzar sus intereses,
olvidando los de las mayorías.
Háganme
feliz trabajando día a día para edificar la nación deseada, estudiando,
formándose para que la ciencia y la tecnología los hagan libres en el mundo de
hoy.
Construyan,
edifiquen el futuro haciendo familia. Yo no pude tener hijos propios, pero
ustedes son mis hijos procreados en batalla, con el semen de la sangre
libertadora que unido a la savia que emerge de la tierra engendró la patria
soñada.
Acaben
los partidos y consoliden la unión para que en mi sepulcro y, en el vivo
recuerdo de sus corazones, pueda yo descansar eternamente.
Simón
Bolívar.
Caracas,
16 de abril del 2012
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com
/ @_toquedediana
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