Ser nadie y pretender ser alguien, lo puede
motivar poderosamente el no poder ser el otro, ése a quien se admira
entrañablemente, pero que a su vez se le envidia con la sed del crimen. Mucho más si el otro,
se ha constituido en una figura paterna suprema para ese desamparado de la
nada. Pero quien admira excesivamente a alguien, no sólo establece un vínculo
de devoción ciega para con aquél, sino que se convierte en su esclavo.
Paradójicamente,
el esclavo un día puede despertarse con el rumor de la rabia y el deseo de
rebelarse, y, desde ese mismo momento, escaparse de la esclavitud, bien
desapareciendo o tal vez asesinando a su amo. Pero antes de que eso ocurra, el
esclavo decide ser la copia de su amo imitándolo en todo lo que el otro es.
Ese
proceso de degradación le da al esclavo una identidad que nunca antes había
tenido. Pero si el esclavo transforma su relación emocional de dependencia en
una razón política, comienza a acechar, y a desear el interés que su amo más
cuida y ostenta con privilegio: el poder.
En ese periodo, el esclavo es capaz
de aceptar todas las degradaciones o vejámenes que nunca antes su amo le ha infligido.
Inclusive, llega a competir con sus pares, quienes con absurdos razonamientos,
intentan ennoblecer la condición de ser miserables. Entonces, su amo se engaña
o se confunde, al creer que aquel esclavo que se arrastra como un gusano, es el
más incondicional de todos y lo convierte en su pupilo más servil.
Nicolás Maduro es nadie, por eso siempre
quiso ser alguien. Es Nicolás, no más.
El azar, el empeño y la esclavitud afectiva, lo colocaron al lado de
alguien que no terminó de ser: El expresidente fallecido.
Siendo uno de los súbditos más cercanos del
presidente, el carácter mandón, ofensivo y vejatorio del finado, nunca pareció
tocarlo en el fondo. A lo mejor calló o tragó. Quizá por ello, siempre despertó
la envidia de su contraparte, Diosdado Cabello, quien siempre fue alguien en la
desventura política.
Cuando el ex presidente se despidió de la vida, lo hizo entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Esa noche grave, el primero, a la izquierda del presidente, acusaba más que nunca, el desamparo de ser nadie; mientras el segundo, a la derecha de su comandante, imaginaba que por fin se había presentado la oportunidad de ser alguien más allá de lo que había sido. Pero, el presidente al delegar, inesperadamente, en Nicolás Maduro su herencia política, le cerró los caminos a la esclavitud dudosa de uno de sus más cercanos seguidores, pero también, a los fundadores militares de su proyecto político.
¿Quién le aconsejó
lo que para muchos fue un desatino del amo, antes de cruzar el umbral de la
muerte? Muerto el expresidente, su dictadura no pudo concretizarse por mano
propia, y se creó un abismal vacío entre los suyos. Eso evitó, que en el futuro
prosperara lo que habían aprendido de éste: destronarlo algún día por cualquier
vía.
Cuando Nicolás Maduro viajó a Cuba, no lo
hizo como Ulises al llegar a la isla de los peligrosos cíclopes, sino para
buscar consejo y conducción del ojo insomne y criminal de los Castro. Pero
éstos no tuvieron necesidad de cambiarle el nombre para sus secretos planes de
la toma del Estado ajeno, pero sí de suprimirle el apellido, porque sabían que
Nicolás no tenía la talla y la voluntad de ser como el Ulises de la épica de
Homero, quien en un hábil estratagema se había llamado Nadie, para vencer al
gigante Polifemo, sacándole su único ojo.
Los Castro le hicieron saber a
Nicolás que su ambición de poder estaba mediatizada por su incapacidad, y con
ese perfil blando y pobre, era imposible que pudiese conducir él sólo, un Estado petrolero, tan inestimable
para ellos. Así nadie se convirtió en
alguien y comenzó a imitar al expresidente fallecido; aunque su garganta
no calza con la histeria del ausente y
la máscara se le cae cada vez que gesticula.
Lo insólito, es que al verse desnudo en el espejo de la realidad, le arrebató la gorra a Henrique Capriles para cubrir su desnudez política.
Cierto es que en vida del expresidente fallecido,
los Castro no habían podido apropiarse de Venezuela completamente. Porque a
pesar de la debilidad que éste tenía con respecto a ellos, su celo por el poder
y el control único del Estado, había comenzado
mucho antes de conocerlos. Sin embargo, por alguna extraña razón, el
presidente murió en Cuba.
Por alguna extraña razón un inédito golpe de Estado
continuo se ejecuta en Venezuela. Además, el escenario ha sido perfecto; más
cuando los propios tribunales de justicia abonó el camino para los Castro con la bandera de Cuba en su oficina,
aseverando: "La división de los poderes debilita al Estado". Eso
explica porqué ahora, Nicolás, gusta oír el himno nacional de Cuba en sus actos
de presidente (ilegítimamente) encargado, de aquella República Bolivariana que
fue de Venezuela.
edilio2@yahoo.com
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