"Seamos serios, serísimos, pero de
verdad: ¿si alguien festeja la muerte ajena, puede exigir algún tipo de
comedimiento en las reacciones de los deudos, que en este caso son
millones?"
Siento una periodística (es decir, una
parcialmente morbosa) curiosidad por saber qué dicen los correos electrónicos,
mensajes de texto y pines que reciben los periodistas, editorialistas,
humoristas, caricaturistas, articulistas, blogueros y tuiteros opositores,
merced a los cuales se califican a sí mismos –y mutuamente- como perseguidos,
hostigados, acosados y amenazados. Pobrecitos.
Supongo que han de ser cosas verdaderamente
graves las que les dicen. No creo que ninguno de ellos se moleste en armar un
escandalete (como dice la semi-oligarca Ña Magda) por una ramplona mentada de
madre ni por la clásica maldición del burro negro. Me imagino que deben ser
insultos e invectivas mucho más atemorizantes. Son gente seria (serísima) y no
cabe suponer que vayan a ir a quejarse con la doctora Luisa Ortega o a armar
llantinas en Globovisión solo para salir en sus propios medios en plan de
víctimas. No les hace falta.
Tanto como conocer el contenido de esos
mensajes me intriga el saber cuál es la idea que estas personas tienen acerca
de la libertad de expresión. Todo parece indicar que en su concepto, esa libertad
debe ser unidireccional, privilegio de unos pocos (de ellos, por supuesto,
faltaría más). Es decir, yo como dueño de un medio, articulista o caricaturista
tengo derecho a expresar lo que me venga en gana y cuando me venga en gana,
pero quienes reciben ese mensaje y estén en desacuerdo están obligados a
tragarse sus opiniones sobre lo que han captado para no menoscabar la libertad
de los emisores. Así más o menos parece que funciona la cuestión en estos
cerebros iluminados. ¡Qué manguangua!
Pongamos un ejemplo. Al día siguiente del
fallecimiento del presidente Chávez, apareció una caricatura sin palabras de un
rey de ajedrez rojo, caído sobre el tablero. Un grito de jaque mate, pues, en
la sección del periódico dedicada al qué-risa-me-da.
En estricto ejercicio de la libertad de pensamiento y de expresión que nos ampara a todos, hay que admitir que la autora de esta caricatura estaba en su derecho de expresar así lo que sintió frente a la muerte del Comandante. Hay que admitirlo, aunque uno, por dentro, se reviente de la indignación. En eso consiste esta libertad, ¿o no?
De acuerdo, pero aquí vamos a la otra parte
de la libertad de expresión, que es el derecho de quienes leen, escuchan o ven
lo expresado por otros, a opinar acerca de ese mensaje. En esa parte de la
libertad no parecen creer quienes más la cacarean a diario. Sigamos con el
ejemplo: ¿tiene o no derecho alguien -cualquier persona de este pueblo herido-
luego de mirar esa caricatura, a soltar una barbaridad como, por decir algo,
desearle a la persona que la hizo el mismo jaque mate para ella o para alguien
de sus familia?
Seamos serios, serísimos, pero de verdad: ¿si
alguien festeja la muerte ajena, puede exigir algún tipo de comedimiento en las
reacciones de los deudos, que en este caso son millones?
Unos días después, el editorial de un diario
que alguna vez fue ejemplo de excelencia periodística abordó nuevamente el
sensible tema de la enfermedad grave de una figura de nuestra escena política.
De una manera torva y vil le auguraron una pronta muerte a la presidenta del
Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena. Esta vez ni siquiera se puede
esgrimir el atenuante del humor, que pudiera emplearse en el caso de la
caricatura, pues el editorial se presume que es la parte más seria de un diario
(aunque algunos ya no tienen partes serias, dicho sea de paso). ¿Qué se puede
hacer ante una ignominia tan descarada? Nada. Como gente respetuosa de la
libertad de expresión, hay que aceptar que no se puede ni se debe evitar que se
emitan hasta las más siniestras y desalmadas opiniones.
Pero, entonces, volvemos a lo anterior, a la
otra dirección de la calle de doble vía que debe ser la libertad de expresión
en una democracia verdadera. Y la nuestra lo es. La gente que se siente
lacerada por semejante infamia sale a gritarle “¡ojalá te mueras, desgraciado!”
al dueño del medio (criatura responsable del editorial), en ejercicio claro de
su derecho a opinar y de la reciprocidad que casi siempre es un parámetro
justo.
Y es aquí donde viene la lloradera y la victimización.
Según los autores de las ominosas piezas periodísticas, las respuestas de la
gente no cuentan como libertad de expresión. Por el contrario, son ataques a la
de ellos que los convierten en perseguidos, amenazados, hostigados, insultados,
acosados. ¿Usted qué opina?
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
Se trata de una hegemonía comunicacional, amezante de los medios no oficiales y oficiosos a través de 6 plantas oficiales televisoras nacionales, 1 continental y 36 regionales, 2 periódicos nacionales y varios regionales, más de 200 emisoras de radio, todos sufragados por fondos públicos. Este bombardeo propagandístico oficialista manipula los hechos, culpando al imperio y a los 40 años anteriores de los problemas del país como si estuvieran empezando como gobierno
ResponderEliminar