El 27 y 28 de febrero de 1989 en Venezuela,
se asocian con una monstruosidad, una ignominia, como muchas otras similares en
diversos países, cuando se han cruzado las mismas condiciones. Ver el
inconsciente instintivo de las clases medias y los sectores populares correr
por las calles, saquear, quemar, violar y golpear, no tiene nada que ver con
hambre, pobreza, desabastecimiento o corrupción. Si así fuera, el país viviría
así permanentemente.
Lo de aquí no ha sido el único caso de esos
desbordes de salvajismo hooligans, como tantos finales de partidos de fútbol
europeos. En muchos lugares, sociedades de alto desarrollo, los seres humanos
también han perdido el miedo a la sanción, las barreras civilizatorias caen y
hay un regreso a la condición de manadas de cromagnones. Eso ocurre exactamente
cuando ante alteraciones significativas del orden público, el Estado no
responde o lo hace de manera inadecuada.
En Inglaterra a mediados de 2011, hubo
situaciones parecidas. Por un mal procedimiento, la policía de Birmingham dio
muerte al pandillero y narcotraficante Mark Duggan y quedó en shock por el
hecho, estatua. De inmediato las pandillas ciberconectadas, sin que eso inculpe
la tecnología, -los gangs de Chicago funcionaban bien sin BBM- se amotinaron y
produjeron pérdidas humanas y enormes daños a la ciudad. De inmediato Cameron y
Milliband, jefes del gobierno y la oposición, la Iglesia, los empresarios y la
sociedad civil en general, repudiaron los actos, la policía reaccionó y todo
volvió a la normalidad.
En octubre de 1969 la policía se declara en
huelga en la paradisíaca Montreal. Saqueos, incendios, destrucción y asaltos a
bancos, hasta que intervinieron el ejército y la policía montada. En 1977 el
gran apagón de Nueva York desorganizó cualquier respuesta de esa policía de
eficiencia legendaria. 1.600 saqueos y más de mil incendios, además de
violaciones e incontables atracos. En 1992 turbas de la población negra
pudieron acabar con Los Ángeles.
Rodney King, un delincuente en libertad
condicional, convertido después en héroe, no acata un alto de las autoridades y
protagoniza una persecución a 190 kms/h. Una brutal e imperdonable golpiza que
le donaron 4 policías, propalada en un video aficionado por las cadenas de
televisión, produjo ira colectiva, la policía se acuarteló y dejó las calles en
manos de los tumultos. Más de 60 muertos y 2.000 heridos, 3.600 incendios,
1.100 edificios destruidos y pérdidas mayores a 1.000 millones de dólares en
tres días.
En todos esos acontecimientos los líderes
sociales y políticos responsables y las organizaciones importantes reprobaron
con dureza los hechos que vertieron sangre y dañaron el producto del trabajo de
gente inocente. Se educó a la ciudadanía con una intensa campaña de
declaraciones, artículos de prensa y programas en los medios. Lo ocurrido el 27
y 28-F obedeció a los mismos factores. Revueltas en los terminales de Guarenas,
Guatire, La Guaira y el Nuevo Circo por un alza abrupta del precio pasaje un
día 27 que los trabajadores no habían cobrado su salario.
Freddy Bernal, jefe de los Zeta, un grupo de
élite había promovido una huelga de brazos caídos en la Policía Metropolitana.
La ciudad estaba inerme. Y el enjambre al verse impune a través de los medios
que hacía su trabajo, arreció los saqueos que se generalizaron. Pero ahí la
babiecada sin precedentes de autodestrucción, el escarnio al sentido común: los
sectores dirigentes: intelectuales, políticos, eclesiásticos, empresarios,
sindicalistas, glorificaron los vándalos y culparon la democracia, los partidos,
"el FMI", "los ricos", "la corrupción", "el
egoísmo".
Por obra de semejante tergiversación, la
gente pacífica, de trabajo que cumplía la ley, aterrada en sus casas esperando
que llegara la barbarie, era la culpable de los males, y las turbas representaban
la justicia y el bien. Allí creció la idea retorcida de que "los
buenos" eran aquellos que quería acabar con las instituciones, mientras
los grupos dirigentes se suicidaban sin darse cuenta con aquella prédica
irresponsable. Lo que causó el grave daño a la nación no fueron los
acontecimientos de febrero, sino la reacción de una élite incompetente.
Qué tiene de extraño que el movimiento
antisocial y totalitario que hoy gobierna quiera hacerse protagonista de un
hecho horrendo que el propio sistema democrático entendió sublime. Dante
condena en el infierno a los líderes incapaces para prevenir males futuros. El
demonio les voltea el cuello para que siempre vean hacia atrás.
@carlosraulher
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