Debe saberse que no hay verdadera justicia si no existe bondad. No puede presumirse de justo quien no practica la indulgencia.
No hay duda de que el régimen ha entrado en
barrena sin darse cuenta de que entró en “caída libre”. Su visión equivocada de
las realidades, confunde todo a su paso. La ilegitimidad con la cual actúa,
pretende encubrirla con acciones coercitivas generándole el fracaso que lo
tiene al borde del colapso. Sus decisiones, no tienen el menor fundamento
jurídico puesto que burló el contenido constitucional con la vulgar complicidad
de un Tribunal Supremo de Justicia cuyos miembros cayeron por el sumidero de la
corrupción. El concepto de “justicia”, lo desfiguraron con la intención de
ajustarlo a los intereses que guían al régimen por el embudo del socialismo del
siglo XIX .
Si este régimen, con el resentimiento que
respira y que inspira sus actuaciones, no ha podido conciliar la justicia y la
libertad, es porque ha malogrado las oportunidades de haber construido un país
enganchado al desarrollo económico y social por el cual se rige el mundo
especializado. El afán de poder, basado en la mediocridad de quien se ufana por
creerse el menos malvado entre los perversos, ha hecho de este régimen quizás
no el peor. Pero si el más miserable. La administración de justicia ha recaído en
manos de jueces cuyo sentido de la moralidad está ausente. Como dice El Tamud:
“¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados” pues ello encarna la
deplorable situación en la que las togas ceden su puesto a la iniquidad y por
tanto a la violencia.
Posiblemente, esta fue una de las razones que
animaron a Epiceto, filósofo griego, a señalar que “antes de presentarte al
tribunal de los jueces, preséntate al tribunal de la justicia”. Pero, en
Venezuela, cabe preguntarse ¿dónde quedó la justicia?. Sobre todo, luego de
observar los criterios empleados por el régimen para conspirar, mancillar y
atropellar a quienes se resisten a someterse a las insolencias propagadas desde
los predios del basurero revolucionario.
El resentimiento de compinches, sumisos,
subalternos y aduladores de oficio, incita un régimen disociado de valores
morales por los cuales podría pensarse en la imposibilidad de que sus figurones
actúen apegados a la justicia, la hidalguía y la ecuanimidad. Y es que esta
gente reprobó en la manera de conducir procesos de gobierno de tanta
complejidad como los que se dan en Venezuela. La ignorancia los hizo suyos.
Pero también, la ridiculez cuando acuden al concepto de “amor” para justificar
las sandeces cometidas y exhortadas.
Pero colmo de la amargura de estos
encumbrados ilegítimos, lo que rebasó el odio que los caracteriza, ha sido
negarse a la solicitud de libertad para Iván Simonovis toda vez que por simple
humanidad, más aún por justicia y por la naturaleza del problema físico que lo
aqueja, es justo otorgar el sobreseimiento de una causa incierta. Debe saberse
que no hay verdadera justicia si no existe bondad. No puede presumirse de justo
quien no practica la indulgencia. Y aunque se nieguen a entender las realidades
con justicia, aunque manifiesten ser felices porque dicen “amarse y quedarse
abrazados gritando Viva Chávez, viva el amor”, el tiempo de Dios es exacto. O
como dice el Eclesiastés, “todo tiene un tiempo bajo el cielo”. Es decir, que
también el odio cobra a su tiempo.
VENTANA DE PAPEL
SIN
SENTIDO NI RAZÓN
Todo lo que la vehemencia inspira, no
compromete alguna decisión. No sólo por la inconsistencia del discurso, sino
también por la inadvertencia o imprevisión que acompaña cada palabra divulgada.
Salvo en aquellos casos en que la fuerza supera la inteligencia y desplaza la
ecuanimidad.
Figura sin sentido © Esteban Ruiz Moral |
El discurso de Rafael Ramírez, funcionario
apócrifo de un gobierno de facto, como el que ha confiscado la democracia
venezolana, en su visita a la ciudad con motivo de firmar el convenio que
encadena a Mérida a las condiciones de una PDVSA extenuada y sectariamente
politizada, revela el descaro de quien se atreve a hablar sin sentido ni razón
de conceptos epistemológica y politológicamente complejos. Conceptos abordados
por la teoría económica, la teoría administrativa de gobierno y la teoría
política, que escasamente sabe pronunciarlos pero de ahí a manejarlos con
propiedad intelectual, la brecha es infinita.
Tampoco el novel gobernador, quien sólo acusa
buena capacidad para repetir lo que malamente igual expresan otros funcionarios
que hablan con la incongruencia de quien desconoce lo que dice. Pero que
matizan el discurso valiéndose no sólo de la fuerza de gañote. Además, de la
presencia de los medios de comunicación apostados con el propósito de radiar el
mensaje y así seguir vendiendo disfrazadas
esperanzas. De manera que cualquier discurso de oficialista alguno, sólo
se fundamenta en meras exuberancias cuyo contenido luce vacío pues se halla sin
sentido ni razón.
PENOSA
ECONOMÍA
Como dice la jerga popular: “el solo no puede
taparse con un dedo”. Indudablemente, el país padece una profunda brecha entre
lo que gobierno crea como demanda en la economía y lo que la economía es capaz
de producir. Tan acentuada anomalía, genera un notable desequilibrio en la
economía venezolana.
Más allá de lo que puede significar el
problema macroeconómico, el país se encuentra entrampado en un problema
ideológico animado por la virulencia política que el régimen se ha propuesto
sembrar cual único oficio que sabe realizar. Cualquier anotación suscrita por
el Banco Central de Venezuela, carece de la veracidad por cuanto el instituto
emisor se encuentra seriamente sometido a los dictámenes del poder político
central. Según la opinión de Maxim Ross,
reconocido economista, “está repitiéndose el mismo esquema que Venezuela ha
usado para resolver sus dificultades económicas”.
El problema estriba en que Venezuela se
acostumbró a vivir en un 97% de del ingreso petrolero, deviniendo tan descarnado
proceso en un grave desequilibrio que coloca al país ante un inminente riesgo
de quiebra del sistema económico nacional. Insiste Ross en manifestar que el
patrimonio de Venezuela se ha escurrido entre acciones de precario análisis
pues lo realizado no ha traído el beneficio interno esperado.
Es decir, “no se ha convertido en producción,
ni en agricultura. Mucho menos en empleo para el país” por lo que puede
inferirse que este gobierno es extrañamente “apátrida” toda vez que las
inversiones se han localizado extramuros. O sea, en Brasil, Argentina,
Nicaragua, Bolivia, Ecuador y en Cuba, particularmente. Toda esta situación,
deja entrever que lo que se vive en el país es una penosa economía.
antoniomonagas@gmail.com
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