El ruido debe ser separado de la señal para
poder aumentar la posibilidad de acertar una predicción, sugiere Nate Silver.
En este caso, había ruido y mucho: menos de una semana antes del anuncio de la
devaluación, el primer vicepresidente del Banco Central de Venezuela había
declarado que no existían condiciones para devaluar la moneda.
Días antes, el
Presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional aseguraba que no
había necesidad de una devaluación. Lo único bueno es que se sabe que este tipo
de declaraciones son ruido: nadie anuncia una devaluación. Las señales, sin
embargo, estaban allí para quien quisiera leerlas.
El gobierno incrementó el gasto público en el
2012 a niveles sin precedentes en la historia económica venezolana. El tamaño
del gobierno superó la mitad del valor de todos los bienes y servicios de la
economía (PIB). Durante el año anterior a las elecciones del siete de octubre,
el gasto público aumentó un cuarenta por ciento, en términos reales. Las
importaciones alcanzaron cincuenta y cinco mil millones de dólares para
acompañar el incremento del consumo. Nada como una elección para que se dispare
el gasto en busca de votos. Y nada como el gasto público para ganar elecciones.
Pero alguien debe pagar por ese gasto. Y es verdad que no hay almuerzo gratis,
pero no siempre pagan los comensales.
El déficit fiscal del gobierno central se
estima en 7 puntos del PIB para el Gobierno Central y al menos 16 para el
sector público consolidado. Es un déficit elevado: uno de los más altos del
mundo si quieren alguna referencia (y no es que las cuentas en el mundo anden
muy bien). El incremento del costo del
dólar de 4,30 bs. a 6,30 es un alivio para las cuentas fiscales. Ahora el
gobierno recibirá más bolívares por cada dólar petrolero. Tan conscientes del
efecto fiscal de la devaluación están que el Ministro de Comunicaciones
escribió en su cuenta de twitter: “Cifras oficiales: el déficit del gobierno
central baja de 5,5% a 3,3%”. Sí, el déficit bajará, pero no por arte de magia,
al menos que haya un conjuro que desconozcamos. El déficit sigue allí, como el
dinosaurio, y quizá no hayamos despertado.
Los intentos por desvirtuar el carácter
fiscalista de la medida han generado declaraciones curiosas. El Canciller de la
República declaró que el “ajuste cambiario” forma parte “de las políticas para
fortalecer la producción nacional y estimular la exportación”. Si esto es
cierto, deberíamos esperar que en los próximos días el gobierno comience a
entregar certificados de demanda nacional satisfecha, requisito indispensable
para poder exportar alimentos desde Venezuela, y levantar la prohibición de
exportación vigente.
Sí, en Venezuela existe una prohibición de
exportar alimentos.
Pretender que la devaluación se llevó a cabo
por razones competitivas, una medida vilipendiada como parte del Consenso de
Washington, es por lo menos una paradoja. También llama la atención que ningún
país haya manifestado su preocupación por la inminente inundación de sus
mercados por productos venezolanos, una reacción típica ante devaluaciones que
tienen efectos competitivos reales. La única preocupación que hasta hora se ha
manifestado se refiere a la posibilidad del incremento del contrabando en una
frontera en la que el control de precios y el de cambio distorsionan los
términos de intercambio.
El cambio en el sistema cambiario venezolano
eliminó el SITME y dejó varias preguntas en el aire: ¿habrá algún mecanismo
distinto a CADIVI para la compra de divisas en Venezuela? ¿El gobierno pretende
que CADIVI atienda toda la demanda de divisas en Venezuela? Algunos piensan que
vienen nuevos anuncios, otros argumentan que aunque durante el anuncio de la
devaluación se nombró al innombrable, el gobierno no intervendrá en ese
mercado. ¿Se limitará CADIVI a entregar divisas a los bienes “esenciales y
necesarios” que determine el novísimo “Órgano para la optimización cambiaria?
¿Cuáles serán los criterios para determinar lo “necesario”? ¿Es este “Órgano”
un paso más hacia un modelo de estricta planificación centralizada? Estas
preguntas tendrán respuestas pronto. La realidad siempre dice más que cualquier
discurso, aunque algunos no quieran escucharla.
Aquel-que-no-puede-ser-nombrado tiene un
efecto directo en los precios de la economía. Los precios se forman tomando en
consideración no solo cuál es el valor actual del dólar, sino cuál será (cuál
se cree que será) el precio del dólar en el futuro. Limitar la entrega de
dólares a CADIVI ejercerá presión sobre los precios de la economía por la vía
de las expectativas, pero también de los costos actuales, mientras haya agentes
que sigan importando al innombrable. Esta situación hace pensar que todavía no
está dicha la última palabra sobre el sistema cambiario en Venezuela, pues
buena parte de los precios en Venezuela están ligados a la evolución del tipo
de cambio. Y ya los precios, como sabemos, encendieron los motores. No
necesitan de empujoncitos adicionales. Dejar de nombrar algo no lo hace
desaparecer.
Mientras tanto, un fantasma recorre los
anaqueles: la escasez. El BCV ubicó la escasez en 20,4% en enero –el nivel de
escasez que se considera normal es 5%-. El nivel más alto desde el año 2008. Y
ya sabemos que la escasez es dinamita política. El control de precios cumplió
diez años mostrando señales inequívocas de agotamiento. Los precios de los
alimentos han crecido casi el doble que el resto de los precios de la economía
y la gente anda saltando de establecimiento en establecimiento para conseguir
sus alimentos. ¿Hace falta algo más para entender que el control de precios es
una política fallida? En los países que tienen seguridad alimentaria, los
alimentos no son tema de conversación. Aquí parece ser nuestro tópico favorito
y no por razones del arte culinario.
La escasez en Venezuela es consecuencia del
control de precios, pero también del control de cambio. Parte de los insumos y
materias primas de la industria de alimentos son importados y requieren
divisas. La insuficiencia de divisas o la entrega inoportuna de los dólares
afecta la estructura de costos de producción, lo que complica la producción en
el marco de un control de precios en el que hay productos que llevan hasta dos
años sin ajustes de precios.
El tema de discusión no es solo cambiario, ni
estamos hablando de un problema económico de corto plazo. Es una hora de
definiciones en materia de modelos económicos (y políticos). Las arrugas se
pueden correr, pero siempre se corre el riesgo de romper la tela. Ante
políticas y mecanismos agotados, esperemos nuevas medidas. Frente al abismo,
siempre hay al menos dos opciones. Mientras tanto, la economía no espera:
desespera.
@angelalayon
http://prodavinci.com/blogs/la-devaluacion-por-angel-alayon/
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