La conducta de la OEA en relación con el
asalto a la democracia venezolana se inscribe en la misma tónica. A los
demócratas nos toca la dura tarea de llevar nuestro caso a instancias
internacionales y a la gente de otras naciones.
El 13 de mayo de 1939 partió del puerto
alemán de Hamburgo, el SS Saint Louis, un buque trasatlántico con 938
pasajeros.
Excepto uno de ellos, el resto de los
pasajeros eran judíos que intentaban escapar del Tercer Reich alemán después de
la terrible “Noche de los Cristales Rotos” el 9 de noviembre de 1938. La
historia de cómo Cuba y los Estados Unidos, por razones esencialmente
políticas, se negaron a aceptar en sus territorios a los refugiados del terror
nazi es uno de los capítulos más vergonzosos de la historia de la segunda
guerra mundial. Luego de la negativa del Gobierno de los Estados Unidos a
permitirle a los pasajeros desembarcar, el Saint Louis se enrumbó nuevamente
hacia Europa el 6 de junio. Algunas organizaciones judías negociaron con
diversos gobiernos europeos para obtener visas de entrada para los refugiados:
Gran Bretaña aceptó 288; Holanda 181, Bélgica 214 y los restantes 224
encontraron refugio temporal en Francia. Después de la invasión alemana a
Europa Occidental en mayo de 1940, 532 pasajeros del Saint Louis quedaron
atrapados: de éstos solamente 278 sobrevivieron al Holocausto.
Por supuesto que la historia del Saint Louis
no es la única que evidencia que los criterios que aplican los países rara vez
tienen que ver con razones de solidaridad humana y que frecuentemente es la
“razón de Estado” lo único que priva en las decisiones. En el genocidio de
Ruanda se permitió que 800.000 personas murieran durante seis meses antes de
que las potencias occidentales y la ONU intervinieran. Algo similar aconteció
en Bosnia y más recientemente en Sudán.
Salvando todas las distancias, la conducta de
muchos países y de la OEA en relación con el asalto a la democracia venezolana
se inscribe en la misma tónica. El asunto es especialmente doloroso porque
nuestro país tenía una larga tradición de asilo y atención solidaria a los
perseguidos del mundo, especialmente en Latinoamérica y España. En su momento,
en Venezuela encontraron refugio chilenos, argentinos, brasileros, uruguayos,
colombianos, centroamericanos y españoles cuando en sus países estuvo amenazada
su existencia por la violencia de una guerra civil o por la represión de la
dictadura. Pero ahora los demócratas de Venezuela estamos abandonados a nuestra
suerte por una combinación triste y dramática de las complejidades del mundo y
la ausencia de contextura ética en las decisiones de los gobiernos.
UNA
HABILIDOSA MANIOBRA
Víctima de una habilidosa maniobra de
desinformación de la oligarquía que gobierna Venezuela y del chantaje de que
nuestro país tiene las reservas probadas de crudo más grandes del mundo, la
democracia venezolana está siendo lentamente asfixiada sin que los amigos de
otrora levanten un dedo para impedirlo. La posición del secretario general de
la OEA es especialmente patética al anunciar parsimoniosamente que se respeta
lo que decidan las instituciones venezolanas. Poco importa si la división de
poderes ha desaparecido o si las instituciones están en última instancia al
servicio del proyecto de poder del chavismo. Pero la posición de los Estados
Unidos o de Colombia, que de palabra consideran un factor de desequilibrio al
gobierno venezolano pero que en la práctica continúan “bussiness as usual”
también deja mucho que desear. Otro tanto puede afirmarse de la posición de
Brasil, el nuevo árbitro regional, avalando todos los atropellos del régimen
venezolano contra la Constitución del país.
Así las cosas, a los demócratas nos toca una
tarea muy dura en llevar nuestro caso no solamente a las instancias
internacionales sino a la gente de otras tierras. Es tiempo quizás de
plantearse un rol diferente y más activo para la comunidad de venezolanos en el
exterior. Toda una generación de nuestra gente, profundamente sensibilizada por
la pérdida de los valores democráticos en nuestro país, se ha venido formando y
tiene vínculos activos en muchos países. Hasta ahora el único lazo con ellos ha
sido para organizar la participación electoral en el extranjero, pero ha
llegado el momento de incorporarlos en una campaña internacional de denuncia
sobre lo que está realmente ocurriendo en Venezuela y que apunte a mitigar los
corrosivos efectos de la campaña de desinformación que adelanta el chavismo con
la asesoría cubana.
Estamos transitando tiempos oscuros y
difíciles no solamente por los intentos claros de imponer un proyecto
autoritario a la sociedad venezolana, sino por la complicidad interesada de
importantes actores internacionales. Quizás otro aprendizaje que tenemos que
hacer de las luchas del pueblo judío es aprender a concentrar la voluntad y a
tomar nuestro destino en nuestras propias manos sin esperar soluciones mágicas
desde afuera. Quizás entonces los sordos, ciegos y mudos de ahora reaccionaran.
vladimiromujica@gmail.com
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