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domingo, 27 de enero de 2013

THANIA VEGA, LA JUSTICIA COLOMBIANA: UN TEATRO TRÁGICO

No había querido enterarme mucho del “reality” en que se convirtió el triste caso Colmenares donde unas personas acusadas de haber asesinado al estudiante Luis Andrés Colmenares en Bogotá son actualmente procesadas. 
No me atraía ese tema pues no creo en el enfoque que le dan los medios a esos casos judiciales. Lo digo por experiencia propia y porque me parece irrespetuoso juzgar por lo que dicen los medios, cuando hay involucrado tanto dolor en las diferentes familias. Doy fe por la experiencia de cómo en este país, a través de los medios, se dicen y se repiten mentiras hasta casi convertirlas en verdades. Siempre rehuí caer en ese juego.
Pero por las revelaciones más recientes llegó el momento en que es inevitable no enterarse de ese caso. Para eso habría que irse del país o encerrarse en un monasterio y no puedo hacer ninguna de las dos cosas. Este tema me confirma algo que ya sabía: que la Justicia en Colombia es un teatro trágico muy opaco donde los falsos testigos van y vienen con gran impunidad causando enormes desastres e injusticias. Ese teatro es en el que mi familia y muchos otros en este país hemos tenido que vivir. En nuestro caso la tragedia ya dura cinco años y medio.
En ese teatro, el protagonista es víctima de un ente abstracto que se llama “Justicia”. Allí los actores principales se llaman “operadores judiciales”. Algunos de éstos aparecen como personajes impolutos y cristalinos que buscan la verdad. En realidad, sus gestos no son más que una comedia. Lo que realmente hacen es trabajar al servicio de unos intereses extra jurídicos, casi siempre ideológicos y políticos. Es lo que ocurre en el caso Plazas Vega, y en el de muchos otros de militares privados de libertad, porque la guerra jurídica es una de las “formas de lucha” preferidas de la subversión. En otros casos lo que prima son obscuros intereses económicos porque hasta ese teatro ha llegado el poder del dinero maldito, el poder del narcotráfico y de la corrupción.
En ese teatro sombrío hay otros actores importantes. Son quienes, además de juzgar y opinar, se encargan de atraer al público a costa de lo que sea. Ellos son los medios de comunicación. Con tal de lograr su objetivo ellos han desestimado el respeto al ser humano y olvidado la presunción de inocencia.
Son impávidos e indiferentes ante el dolor de unos padres de familia que han perdido a un hijo. Son insensibles ante el hecho de que hay personas que han sido acusadas mediante mentiras y calumnias y, sobre todo, mediante el detestable método de los falsos testigos o de la fabricación de testimonios inexistentes, como ocurre en el caso Plazas Vega. Hay en Colombia medios que con tal de dar una “chiva” dicen cualquier cosa sin tomarse el trabajo de investigar ni de verificar los hechos que algunos les presentan.
Los actores más infames de esa farsa son los testigos falsos.
Esos actores son el producto de un sistema judicial enfermo que ha perdido todos los valores y las sanas referencias jurídicas que Colombia tenía hace unas décadas. Nacen de la decadencia de una justicia en donde se negocian rebajas de penas, como quiere el sistema acusatorio, y como se aplica correctamente en otros países, pero sin que haya entre nosotros el control que existe en otras latitudes sobre la pertinencia y la legalidad de esas curiosas transacciones. La nuestra es una justicia que le cree al más redomado delincuente y no al justiciable que presenta pruebas de su inocencia y que ha demostrado que su vida es transparente y ha estado al servicio del país y de la sociedad.
Esos actores infames son entrenados y reciben sus libretos de ciertos “operadores judiciales”. En los casos de los militares muchos son dirigidos por otros personajes claves de esta obra teatral: los llamados colectivos de abogados que fieles al compromiso ideológico de la combinación de las “diferentes formas de lucha” logran llenarse los bolsillos de manera impresionante e impúdica.
Una vez montada, la obra es presentada ante un público aparentemente impávido y frío que observa pero que no reacciona pues no sabe si tiene derecho a reaccionar u oponerse a tanta barbaridad. Otros no reaccionan pues creen que lo que les presentan es la pura verdad. ¡Qué equivocados están quienes así obran! No se dan cuenta de que con la actitud pasiva son ellos y sus hijos los que pierden. Pues más tarde ellos pueden ser víctimas a su vez de ese sistema sin garantías.
Un país con falsa justicia jamás progresará. Un país que no reacciona ante semejante tragedia no tiene futuro.
@ThaniaVega1

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1 comentario :

  1. Si eso ocurre en Colombia, en Venezuela es el doble.....Y con casos mas sonados. Y nada pasa. El gobierno que es la misma justicia, no le conviene hacer nada y nada hace. Es el macho de la partida.

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