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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

lunes, 21 de enero de 2013

ROSALIA MOROS DE BORREGALES, LA VICTORIA QUE VENCE AL MUNDO

Las circunstancias que vivimos como nación me preocupan, soy una persona realista. Me he encontrado varias veces con la violencia que camina por las calles, he sentido su crueldad muy cerca de mí. 
Una inmensa decepción ha llenado mi corazón al pensar que veríamos la luz al final del túnel, pero solo he encontrado que el camino oscuro se ha hecho cada vez más largo. Hay días en los que me siento muda, sin palabras que puedan consolar aun a los más cercanos y queridos. A veces la decepción se ha convertido en tristeza; sin embargo, de algo estoy absolutamente convencida, la verdadera fe se demuestra en medio de la adversidad.
El ser humano puede ser despojado de sus bienes materiales, puede ser víctima de toda clase de vejámenes, puede vivir situaciones que comprometan sus más esenciales principios, puede atravesar los más terribles conflictos; pero hay cosas que no pueden ser arrancadas de su ser, que se encuentran en lo más íntimo de su alma, grabadas como una marca de fuego. La fe es una de ellas y, aunque como todas las cosas que pertenecen al espíritu la fe es abstracta, intangible, hasta indefinible, son estos vientos contrarios los que la hacen más real y más fuerte. No hablo de la fe como una fuerza que viene de cualquier deidad, como una fórmula que se puede preparar en la botica de cualquier brujo, como el resultado de colocar un fetiche en algún lugar específico de nuestra casa, vehículo o lugar de trabajo, o incluso, de llevarlo en nuestro cuerpo.
Me refiero a la fe que nace y se desarrolla como resultado de una relación de amistad con Dios. Esa fe que se mostró en obras palpables en las vidas de hombres y mujeres que decidieron recorrer sus caminos de la mano del Creador. 
La fe que condujo a Moisés a sacar al pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto; la fe de Abraham que le creyó a Dios cuando le dijo que su descendencia sería como las estrellas en el firmamento y pudo ver a su esposa embarazada aun cuando era una anciana; la fe de Ana que en la soledad de su infertilidad clamó a Dios por un hijo y nueve meses más tarde tuvo al gran profeta Samuel cargado en sus brazos; la fe de Daniel que vivió en medio del gobierno de uno de los reyes más corruptos, Nabucodonosor, no permitiendo que sus amenazas doblegaran su fe, por lo que Dios le puso en alto, lo honró con sabiduría y lo sacó ileso del foso de los leones.
Hablamos de la fe que nació en el corazón de tantos que escucharon las palabras de Jesucristo. Como la mujer samaritana que entendió que solo Él podía darle del agua que saciara la sed de su alma. Como la fe del ciego Bartimeo que comprendió que con el toque de la mano de Jesús no solo recobraría la vista de sus ojos físicos sino que sería capaz de ver también con los ojos del corazón. La fe de aquel centurión romano que reconociendo la autoridad de Jesús y sintiéndose indigno de ser visitado por el Maestro para que su siervo recibiera sanidad, le rogó que pronunciara la palabra de sanidad, y su siervo fue sanado.
Como la fe de la mujer del flujo de sangre que nada ni nadie le impidió llegar al Señor para tan solo tocar el borde de su manto y ser sanada de una enfermedad que había padecido por años. Como la fe del apóstol Pablo que después de haber sido un fiero perseguidor de la Iglesia, no resistió el llamado del Señor y dedicó su vida a proclamar  el evangelio de Cristo en medio de las circunstancias más adversas. Y
la fe de tantos otros que el espacio en el papel no permite resaltar; también la de aquellos que la historia dejó de registrar. La fe de muchos que hoy continúan creyéndole a Dios a pesar de ser objetos de burla de hombres perversos, pero tienen la firme convicción del gran amor de Dios.
"Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe". I Juan 5:4.
rosymoros@gmail.com

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