La falta de respeto, el discurso ofensivo,
desemboca en la violencia si no se le pone límite, si no se le responde
adecuadamente; al extender la mano al que nos escupe, alguna vez terminamos en
un hospital.
Cuando a la oposición la califican de
apátrida resulta natural que termine tratada como las cucarachas y los gusanos,
pisada y aplastada.
Del desprecio se pasa a la violencia que el propio
presidente de la Asamblea Nacional aplaude. Resulta cómico responder entonces
que todos somos hermanos, o que un país dividido no progresa, negar que esta
política de polarización y de enfrentamiento le ha dado excelentes frutos al
Gobierno estos catorce años; si hubiera dialogado con empresarios, partidos, la
Iglesia, ya habría perdido las elecciones; si se hubiese comportado como un
gobierno adeco o copeyano, habría salido de Miraflores.
El chavismo al acusar a la oposición de
golpista y traidora la coloca en el disparadero. Si no reacciona quedará como
tonta, si abandona sistemáticamente la Asamblea Nacional, si se abstiene en las
elecciones, le entregará en bandeja de plata el país al chavismo; si se queda
callada, si mira hacia el techo, si repite que quiere un diálogo, que está
dispuesta a sentarse con quienes la desprecian, si hasta vota con el chavismo
en numerosas ocasiones, si respeta a los que no la respetan, desalienta a sus
seguidores, les quita las ganas de salir a la calle en una manifestación. No es
fácil el dilema, porque desconocer al Gobierno en buena lógica llevaría a tomar
las armas, a alzarse en una montaña, al desastre final.
El chavismo es autoritario y hace elecciones,
mantiene una apariencia democrática, la oposición no sabe qué hacer por la
falta de instituciones. Pero en algún momento tendrá que trazar una raya y
decir hasta aquí llegamos con los brazos cruzados, presentando la otra mejilla.
El miércoles la oposición suspendió su marcha
y deliberadamente se provocó la violencia en un recinto cerrado.
Si Globovisión envía unos periodistas al acto
chavista terminan en el hospital, o no los dejan entrar…
El Gobierno agrede a sus enemigos, pero
respeta a los colectivos del 23 de Enero, a los motorizados y a los buhoneros
que responde a la fuerza con la fuerza. Los buhoneros son los especuladores
permitidos, venden en la calle la harina Pan al triple de su precio controlado;
los motorizados manejan por la acera, se burlan de la policía. Obviamente, hay
buhoneros y motorizados decentes y respetuosos, pero a los otros no los tocan
ni con el pétalo de una rosa. A los buhoneros y a los motorizados, y sobre todo
a los colectivos, no los tratan como a cucarachas.
Hay que preguntarse como Lenin: ¿qué hacer?
Presentar la otra mejilla no funciona, apelar a la violencia, tampoco. Sin
responder a esta pregunta la oposición no llegará a Miraflores, aunque gane
unas elecciones: no le entregarán el poder.
Otra tontería ha sido confiar en la Carta de
los Derechos Humanos. América Latina nunca apoyó a Miami frente a Fidel Castro,
a favor del cual firmaron los venezolanos mas ilustres en 1989. Martinelli
destituyó a su embajador en la OEA por razones de política interna, su actitud
se explica por algo más que por los petrodólares.
Hay que ver las cosas como son, saber que nos
jugamos el pellejo, hablar por lo menos con el tono de líderes como Antonio
Ledezma, o resignarnos a terminar sin un hueso sano, desdentados y humillados.
@faustomaso
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