La Política, la cual
según la acertada definición mediática del partido COPEI en su reciente cuña,
no es ni “nueva” ni “vieja” sino buena o mala, pero sobre todo es necesaria,
así que en la vida de toda nación más o menos civilizada, aparecerá de una
forma u otra llegado el momento, momentos a los cuales precisamente se les
llama “estados de necesidad”…
La Política -la
buena, la necesaria, la verdadera- y para rabia de algunas almas impenitentes,
aparece aunque uno no quiera, y a pesar de elecciones, candidatos, campañas,
tiempos perfectos, patrias nuevas, comunas, abstenciones y ausencias.
Porque el poder nunca
admite vacíos, y si se comete el error de no atenderlos o postergar su llenado,
esa succión puede arrastrarnos a situaciones indeseables, especialmente en un
país que, embrutecido por la pazguatización extrema del discurso político, ya
no sabe a que atenerse.
Lamentablemente las
elecciones, ni las pasadas ni las que vendrán, podrán resolver esta situación,
porque mas bien servirán para mostrar en su aspecto mas protuberante, toda la
desesperante limitación de cualquier opción planteada, sea del régimen sea de
la oposición.
Pero la política
aparecerá lo queramos o no, porque el país la requerirá y en buena cantidad, en
los años por venir, especialmente después del 16 de diciembre, cuando todo el
país podrá observar, en todo su esplendor y con sus parches mas rojos que
azules, el mapa del enanismo político nacional.
La ausencia de Chávez
es definitiva desde el mismo momento que se contrasta con su inigualable
trayectoria de copamiento asfixiante de todas las instancias del poder, Chávez
no es solo “Comandante-Presidente”: es el jefe real de todos los poderes…
De hecho sin Chávez
queda acéfalo no sólo el ejecutivo, queda acéfalo todo el país, desde
Miraflores hasta la última alcaldía, desde Pdvsa hasta el Mercal de la esquina,
pues él es el punto central y único del cual emanan todas las cadenas de mando.
La ausencia de Chávez
es intolerable porque su copamiento no es solo de los espacios sino temporal, o
sea, testimonial, el Chávez de las cadenas abusivas, interminables, era sobre
todo el garante de un mínimo de continuidad en las funciones de este circo
nacional que es el poder chavista.
La base de sustento
del poder chavista residía precisamente en poder tener la certeza de un Chávez
“al pie del cañón” y al frente de la nación, por tiempo indeterminado, casi en
términos vitalicios, “Chávez hasta el 2000 siempre…” no era solo una consigna,
era la definición misma de su poder, era EL MANDATO.
El poder de Chávez es
extremo en modalidad casi absolutista, por lo tanto, no admite ser moderado o
relativizado, ergo, cualquier bajón o parpadeo en ese poder que sólo se concibe
como máximo-indiscutible-constante, no se percibe como un contratiempo, no es
una mella: es un derrumbe, un derrumbe que puede ser lento, pero indetenible…
En Chávez no hay
compartimientos de poder inundables, que en caso de emergencia salven la
flotabilidad, porque Chávez quitó todas las separaciones, todos los mamparos
que hacían posible eso, por lo tanto, y aunque volviese en diciembre, o en
enero, ya Chávez al no poder prometerse como el contenedor providencial de un
liderazgo único, continuo e indelegable, y serenar a todos con una promesa de
cuasi-perpetuidad, de hecho, ya dejó de contar…
La ausencia
permanente nos llevara a unas próximas elecciones presidenciales en plazo
anticipado, en donde quien resulte vencedor de todas todas, deberá gobernar en
modalidad de transición, apelando a la unidad nacional, a la verdadera unidad
superior, única política posible en las actuales circunstancias, sino queremos
de verdad ir a un suicidio colectivo como sociedad.
El próximo gobierno
que saldrá de esas elecciones, no solo deberá prescindir de cálculos
electorales-politiqueros a la hora de tomar las indispensables medidas de
rectificación, sino que, y esto será vital, deberá nuclearse en torno a quienes
puedan efectivamente garantizar la unidad de las fuerzas armadas, única
condición indispensable para viabilizar toda gobernabilidad, y enfrentar la
siniestra amenaza de una desestabilización a modalidad y plazo impredecible.
Deberá por lo tanto
ser de unidad superior cívico-militar, de rescate y salvación nacional, de
altísima capacidad negociadora/mediadora/conciliadora y si eso no se logra,
entonces preparémonos para asumir el riesgo de invocar una solución pendular,
que podría por desgracia volverse tan indeseable como indispensable, porque lo
que si no tendría perdón en términos históricos, incluso superando los errores
de Chávez, sería permitir que una fractura militar nos lleve de nuevo a un
ciclo funesto, del bochinche a la tragedia.
federicoboccanera@gmail.com
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