El año 1994 fue políticamente noticioso. No
sólo por lo que representó el arribo a la presidencia de la República, por
segunda vez, de Rafael Caldera. Igualmente, por la cruda declaración de quien
para entonces fuera nombrado ministro de Educación, Antonio Luís Cárdenas
Colmenter. Este alto funcionario expresó, sin empacho alguno, que la educación
era un “fraude” al considerar que la pertinencia de los objetivos propios del
proceso educacional y su consecución, se daban por hechas en una suerte de
bondad generalista. Más aún, cuando muchos de estos propósitos fueran a todas
luces imposibles de alcanzar o evaluar.
Tan valiente pronunciamiento, dejó ver una
serie de problemas que pocas veces habían sido analizados. Precisamente, por la
complejidad del contexto en que se suscribían. Su incidencia fue considerada, y
parte de los mismos tendieron a revertirse gracias a la política educativa que
procedió a aplicarse. Pero el devenir del tiempo no tuvo contemplaciones a la
hora de continuar con la mitigación de tales problemas. Hoy, la educación
venezolana es testigo del fracaso reivindicado por el actual régimen. Ahora
puede hablarse de fraude, pero entendiéndolo en su acepción más trágica.
La educación que ha pretendido imponer, desde
el mismo momento en que se inicia el gobierno militarista, en enero de 1999, ha
venido resquebrajando la calidad de la acción creadora. Es así como ha podido
desmejorarse la eficiencia que exige toda gestión educativa. Además, se ha
desfigurado la equidad en relación con los sectores mayoritarios que debe
atender la educación. En consecuencia, se han violado derechos que exhortan
libertades. No ha sabido honrarse el hecho de que la educación debe considerar
todas las corrientes de pensamiento. Por esta razón se ha obstruido la filosofía
del Estado de Derecho, así como no se ha respetado la Constitución de 1999. Es
decir, no se ha entendido que la educación debe verse como la función pública
prioritaria de toda la sociedad. Así como tampoco se ha erradicado la moral de
la mediocridad, o sea la del “más o menos”. Pero sobre todo, no ha habido
intenciones serias de diagnosticar y
evaluar antes de perjudicar el hoy y para siempre.
Actualmente, puede acusarse con abierto
conocimiento de causa los estragos que
ha se han causado como resultado de la pretensión de modificar la estructura
educacional sobre la cual se moviliza el respectivo sistema, sin sopesar las
implicaciones negativas que se han apostado en el curso de estos catorce años
de régimen cerrado. Desde 1999, estos gobernantes han hecho 18 intentos por
cambiar la educación lo que ha devenido en mecanismos y procedimientos que
perjudicaron el funcionamiento de la universidad autónoma, crítica y
democrática. El más estruendoso, resultó ser el que luego se convirtió en el
fraude educacional jamás cometido contra el sueño de jóvenes que apostaron su
futuro matriculándose en los programas de formación profesional dictados por
las universidades gubernamentales de recién creación: Bolivariana de Venezuela
y la de las Fuerzas Armadas. Sin descontar la mal llamada Misión Sucre.
Pero el caso de los médicos integrales
comunitarios, es patético. Tanto, que una primera evaluación de su desempeño,
realizada por la Academia Nacional de Medicina, apreció graves “deficiencias en
competencias básicas para el ejercicio de la medicina”. Describe este
documento, que “son incapaces de realizar un examen físico completo, realizar
un diagnóstico y prescribir un tratamiento adecuado”. Encima de esto, emplean
términos cubanos que no son aceptados ni comprendidos por la medicina
universal. Sin duda que el ingreso de estos médicos formados a la usanza
cubana-revolucionaria, generará riesgos de salud muy altos para la población
que asiste a centros médicos implantados a instancia del mero populismo
ramplón. Esto mismo se verá reproducido por las cohortes de egresados en las
carreras de ingeniería, educación, abogacía y comunicación social, entre otras.
Sólo puede decirse que todo esto es resultado de un fraude educativo
socialista.
VENTANA DE PAPEL
2012 CAÓTICO
A pocas horas de finalizar 2012, distintas
son las lecturas que del mismo pueden hacerse en el marco de los problemas
vividos por los desmanes promovidos desde el régimen. En la óptica política,
bien puede inferirse que las elecciones presidenciales y de gobernadores y
diputados regionales, representaron la chapucera manipulación por parte de los
rectores oficialistas del Consejo Nacional Electoral a instancia de Miraflores
con el fin de seguir atornillado al poder. Aún así, fue un año presidido por
protestas de sectores afectos al régimen y que se confundían con aquellas
protagonizadas por opositores o por miembros de organizaciones cuyos derechos
eran burlados o violentados en aras de argumentar razones que luego
justificaran estigmatizar reclamos o actitudes de procedencia democrática.
No hay duda de que desde el régimen se buscó
hacer todo lo que formaba parte de su perverso plan para lo cual sacrificó
principios, promesas y palabras dadas. Fue un año incoherente. No podría
tenerse un retrato más deprimente del país, si este balance se atiene a lo
siguiente: la presidencia de la República, fue todo una imposición. La
administración pública, tuvo un descrédito galopante. La clase política, se vio
zarandeada por deserciones.
El sector industrial, fue afectado por duras
regulaciones. La economía, experimentó desmayos y porrazos. Y la moral
colectiva, soportó más pérdida de valores y falta de referentes éticos. Fue tal
la acumulación del deterioro, que Chávez fue reelecto por tercera vez. Luego de
todo esto, dan ganas de salir corriendo o pedir que el país se detenga para
empezar a construirlo de nuevo. En total, cuanta más crisis azotó a Venezuela,
más se acentuó la polarización política. Definitivamente, 2012 fue caótico.
LA BASURA AHUYENTÓ AL TURISMO
Que no salga ahora la Corporación Merideña de
Turismo, Cormetur, diciendo cosas que no fueron. Cualquier mentira se advertirá
sin equivocación alguna. El turismo en la ciudad de Mérida, para esta
temporada, alcanzó cifras vergonzosas. Y no podía ser distinto puesto que la
basura le arrebata las calles a cualquiera que se atreva a caminarlas.
La otrora ciudad turística, quedó echa
añicos. Más aún, no puede justificarse lo sucedido. Aunque tampoco puede negarse
que hubo cierto esfuerzo tanto por parte de la Alcaldía del Municipio
Libertador, como del Ministerio del Ambiente para evitar que el problema se
desparramara. Pero las realidades son inexorables. La basura no puede
desmentirse pues está ahí luciendo sus extravagancias y sus nauseabundos olores
capaces de contaminar y causar enfermedades de origen respiratorio. La basura
superó las capacidades de logística que en un momento llegaron a plantearse
como solución.
Sin embargo, más pudo la mala educación de vecinos
y habitantes de la ciudad que se acostumbraron a lucir la basura en calles y
avenidas, a sugerencia de quien hasta hace pocos días fuera gobernador: Marcos
Díaz Orellana, que la recolección sistemática de desechos sólidos promovida por
las instancias de gobierno. Aun, cuando en franco desencuentro y de forma
inconstante. Todo ello, a consecuencia del absurdo choque entre posturas
político-partidistas en el marco de una repugnante y muy ensuciadora campaña
electoral. Sin duda alguna, en Mérida la basura ahuyentó al turismo.
CHAVISMO NO TIENE DISCURSO
Con motivo de la toma de posesión de los
distintos gobernadores sumisos de lo que se pauta desde el gobierno central, es
importante destacar la falta de discurso que padecen estos personajes.
Ninguno escapa a la carencia de ideas y de
proposiciones que puedan resultar del manejo apropiado de postulados de la
ciencia y la gerencia política a partir de los cuales se elabore un discurso
que trascienda la inmediatez, la charada y la exaltación al más rancio
populismo del cual el presidente del PSUV es su más insigne expositor y
ejemplo. Discursos que sólo se remiten a exaltar la figura del líder, a
despotricar contra la oposición, a descalificar al adversario, a alabar al
régimen cubano como ejemplo de revolución y a prometer más de lo mismo.
O sea, tan poco que se confunde con la
ausencia de alguna propuesta que encare los desafíos de la industrialización o
la consideración de un concepto de nación que englobe capacidades y población
en función de un futuro devenido en desarrollo económico y social. En fin, es
claro e indiscutible: el chavismo es hueco. El chavismo no tiene discurso.
antoniomonagas@gmail.com
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