¿GRAVE PATOLOGÍA POLÍTICA
Cuando una acción gubernamental es
determinada por el principio napoleónico “divide y vencerás”, las realidades se
enrarecen. Surgen entonces de esa penumbra algunos personajes de la política
quienes valiéndose del embrollo generado, se dan a la tarea de ganar el mayor
espacio político posible aprovecharse de las circunstancias.
No sólo es posible hablar de la patología
como aquella parte de la medicina que estudia la naturaleza de las
enfermedades, especialmente de los cambios estructurales y funcionales de los
tejidos y órganos que las causan.
Tan particular término, también puede
utilizarse en otras áreas del conocimiento. Siempre y cuando su interpretación
no sacrifique su sentido interpretativo. De esta forma, pudiera emplearse para
explicar las variaciones o alteraciones que afectan, por ejemplo, el desarrollo
de la política. Sobre todo, cuando por sus efectos se incitan contracciones
sociales y económicas que perjudican la armonía y estabilidad que procura
alcanzarse en todo momento y desde cualquier postura que pueda considerarse.
Cuando la política se desvirtúa a consecuencia
de problemas como suelen acontecer cuando una sociedad padece de una precaria
concepción de su praxis, se produce un estado de conmoción no necesariamente
caracterizado por la agitación violenta de factores políticos. Igualmente puede
emerger de condiciones primadas por la indiferencia que abona un terreno en el
cual luce impostergable la contribución de sus miembros al enriquecimiento
moral y ético de la situación cuestionada. O también, por la obstinación de
quienes se arrogan un liderazgo intolerante. En cualquiera de los casos, la
política resultará condenada a ser incomprendida. Todo ello puede animar un
estado de confusión de tal magnitud por lo cual se posibilitan reacciones
ausentes de razones argumentativas.
Cuando esto sucede, puede hablarse de la
presencia de una crisis de la política. Crisis ésta confabulada por la
indiferencia o por la obnubilación, cuyas perversidades desatan graves
problemas. Es decir, aparecen las condiciones necesarias para pensar en la
antipolítica como hecho a partir del cual tiende a renegarse la necesaria
confrontación que, como realidad de la política, le imprime su mayor sentido.
Tanto que, sin su incidencia no se justifica debate alguno, justamente por la
falta del antagonismo. Y así la política dejaría de tener razón y
justificación. Y eso, lamentablemente, es lo que está notándose en el país y
sería lo peor que puede ocurrirle pues sus implicaciones derivarían en un
infortunado desenlace.
Es ahí cuando cabe el aforismo napoleónico
“divide y vencerás”. Su intencionalidad favorece toda obscura iniciativa
asociada con la infamia utilizada como criterio de gestión política. Cuando una
acción gubernamental es determinada por este principio, las realidades se
enrarecen. Surgen entonces de esa penumbra algunos quienes valiéndose del
embrollo generado, se dan a la tarea de ganar el mayor espacio político posible
aprovecharse de las circunstancias.
Justamente, maquinaciones de esta naturaleza
son parte de las acciones forjadas con propósitos enteramente despóticos pues
además de sembrar el terror necesario por el cual la gente se abstiene de
actuar con sentido político, se desarraigan instituciones. Inclusive,
constitucionalmente diseñadas en aras de consolidar el sentimiento democrático
y el ejercicio de las libertades. Por consiguiente, hay que admitir, aunque
parezca contraproducente su aseveración, que el país vive una grave patología
política.
VENTANA DE PAPEL
UN MAL EJEMPLO A SEGUIR
Muy a pesar de lo que refiere el Himno
Nacional cuando canta “seguid el ejemplo que Caracas dio”, el dramaturgo
francés Pierre Corneille (1606-1684) decía que “el ejemplo es a veces un espejo
engañoso”. Vale este exordio para evidenciar el carácter contradictorio de
ciertas personas quienes por afán absolutamente político, incurren en errores
que no tienen parangón.
Es chocante estar de acuerdo con quien ante
un auditórium tiene un discurso y ante otro expone una arenga diferente. Quien
ante un escenario arguye una opinión bastante alejada de la que plantea en otro
terreno. O se está o no de acuerdo con una realidad. Sin ambigüedades o
ambivalencias que perturben la confianza de quien escucha o atiende la
disertación en cuestión.
Actitudes de este tenor no sólo son
reveladoras de la ausencia de principios éticos y hasta políticos en quien así
puede expresarse. También, del desconocimiento del valor de la palabra dicha. O
más aún, del concepto que envuelve lo expresado. En época de elecciones,
quienes representan candidaturas se vuelven atrevidos. A veces, insolentes por
causa de la imagen que pretenden brindar sin que ésta se corresponda con las
capacidades del personaje propiamente.
Basta conque alguien no alcance a comprender
el compromiso que se adquiere cuando se es candidato que aspira a la conducción
de una organización, por vez primera o porque se juegue la reelección, para
incurrir en una serie de errores que van desde las ridiculeces mostradas hasta
una elocuencia sin argumentos de peso que le impriman seriedad al discurso. No
hay duda de que casos así, sobre todo en países tan polarizados políticamente
como Venezuela, constituyen un mal ejemplo a seguir.
NO SE HA APRENDIDO NADA
Ni porque se diga todo lo que se escucha en
cuanto a que la racionalidad constituye la razón por la cual el hombre puede
prevenir repetir errores o caer de manera seguida por el mismo hueco, sigue
habiendo quienes reincidan en las mismas equivocaciones recién cometidas.
Aquello que dice la jerga popular de que “nadie escarmienta en cabeza ajena”,
es crudamente cierto. Es decir que no suelen sacarse conclusiones de una
situación cuando las consecuencias negativas no repercuten sobre uno mismo. Sin
embargo, alguien dijo una vez que “la inteligencia no consiste en no cometer
errores sino en saber aprender de ellos”.
Pero por razones que rayan en la soberbia, la
terquedad o en la prepotencia, muchos se niegan –voluntariamente- a aprender y
se empeñan, también, voluntariamente, a caer reiterativamente en los mismos
equívocos. ¿No les dice nada el adagio aquel que “el humano es el único animal
que cae dos veces en el mismo hueco o que tropieza dos veces con la misma
piedra”? Es bien sabido que tomando ciertos caminos ineluctablemente puede uno
tropezarse con un muro de piedra. Sucede entonces que frente a ese muro y lejos
de pensarlo para dar vuelta atrás, hay quienes insisten en darle cabezazos para
derrumbarlo.
Y como es de esperar, termina con la cabeza
rota. Además, lamentando la decisión tomada. Las consecuencias lógicas de esta
situación, son el daño moral y ético que se hace no sólo quien así se comporte.
También al entorno que suscribe dicha actitud pues tiene a revertirle lo
expuesto en contra de la misma razón que alentó la conducta demostrada. Todo
ello deja ver que, a pesar de lo vivido y escarmentado, es posible inferir que no
se ha aprendido nada.
¿UN BASURERO CON UNA CIUDAD POR DENTRO?
Pareciera que aquello de que “Mérida es una
Universidad con una ciudad por dentro”, perdió sentido. El problema de la
basura, tomó el protagonismo. Se impuso de tal manera, que ahora no sólo se
apoderó del paisaje urbano, sino que domina el discurso de los candidatos del
statu quo adormecido por la crisis que subyuga buena parte de sus postulados y
meras proposiciones.
Frente a dicha situación, Simón Rodríguez,
miembro directivo del partido político Socialismo y Libertad, candidato a la
gobernación de Mérida, escribe que “para desprestigio del socialismo, han sido
los falsos revolucionarios del Psuv los responsables de la mayor parte de estos
desmanes urbanísticos. ¿Era inevitable este destino para nuestra ciudad? No, y
aún podemos luchar por revertirlo. Podemos rebelarnos contra los políticos y
empresarios ladrones que han atentado contra toda racionalidad urbanística y
norma ambiental. Podemos dar la pelea por democratizar y transformar la institución
universitaria, para tener una casa de estudios comprometida con aportar a la
solución de los problemas más urgentes de la población. Se podría elaborar en
conjunto con las organizaciones ambientales, planes para el desarrollo de un
modelo ecoturístico que permita educar a la población para la preservación del
rico patrimonio natural de la sierra andina. Puede realizarse un plan de
desarrollo urbano coherente y al servicio de las necesidades de la población,
no de los capitalistas y los burócratas de turno. Nuestro proyecto está hecho
con el material de lo justo y lo necesario, el material con el que se
construyen las verdaderas revoluciones”.
Así pues que de permitir que Mérida siga
siendo sometida por marchantes de la política, lejos de todo destino apacible y
fortalecido en valores ciudadanos, podría convertirse en un basurero con una
ciudad por dentro.
antoniomonagas@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
Estimado amigo, no se de donde saca que "dividir y vencer" es de Napoleón. Por el contrario, es atribuida (dudosamente) a Julio César quien supuestamente expresó "divide et impera"
ResponderEliminar