Transformar la
derrota en victoria es una de las premisas de todo diseño estratégico. En la
guerra, la política, los negocios y hasta en la vida personal existen maneras
de convertir los fracasos en triunfos. De igual modo existen ejemplos
históricos de lo contrario: ejércitos, líderes, movimientos políticos y
empresas que al administrar con desacierto sus triunfos terminan al cabo
derrotados.
Los teóricos de la
estrategia han elaborado principios y reglas para transformar las derrotas en
victorias. Las 4 más importantes son: aprender de la derrota –sus causas, los
errores que nos condujeron a ella y los aciertos del adversario para
vencernos-; conocer a nuestro adversario –cuál es su posición, cuáles sus
fortalezas y debilidades-; descubrir nuevas oportunidades de batalla en las que
podamos vencer; y muy especialmente, no atribuir nuestras derrotas a terceros o
a causas fortuitas como la suerte, las trampas del adversario, etc.
La culpa de
tus derrotas o victorias siempre será tuya. Dicho en venezolano actual: “deja
el llanto y échale bolas y ovarios a la próxima batalla”.
La Unidad Democrática
venezolana tiene ante sí una oportunidad dorada para convertir su reciente
derrota en un triunfo que equipare las cargas en la extensa contienda que libra
con Hugo Chávez Frías y su revolución personalista. Apenas a 9 semanas de esta
crucial batalla perdida tenemos por delante un nuevo enfrentamiento, el cual
estará desagregado en 24 refriegas regionales, cuyos protagonistas serán
distintos que Henrique Capriles y Hugo Chávez, quienes sin embargo gravitarán
con fuerza sobre todos los espacios de esa batalla fragmentada y diversa.
El adversario tiene
sólidas fortalezas: está altamente moralizado por el reciente triunfo de su
líder, lo favorece la inercia gananciosa que suelen generar las victorias y
posee ingentes recursos del Estado para emplearlos en cada campaña regional.
Sus debilidades provienen casi todas de esas fortalezas: tuvo que emplearse muy
a fondo para obtener una ventaja de apenas 5 puntos por encima de la línea de
triunfo. Los inmensos recursos del Estado utilizados con el mayor ventajismo y
falta de escrúpulos, la amenaza y coacción de sus potenciales electores, el
indiscutido ascendiente de su máximo líder sobre una franja considerable del
electorado, la movilización intensiva y extensiva de sus recursos humanos hasta
el último instante de la confrontación y una significativa dosis de trampas
puntuales y específicas, apenas le sirvieron para obtener una mayoría nada
holgada frente al candidato debutante que los enfrentó con recursos escasos y
toda la desventaja mediática e institucional.
De nuestro lado,
tenemos dos serias debilidades y amenazas: un electorado fuertemente golpeado
por el resultado electoral, una franja de ellos sometida a las dudas y
presiones que generan los irresponsables cantos de fraude de algunos sectores
del propio campo opositor y la misma escasez de recursos que sufrimos en la
campaña presidencial. Si superamos con prontitud las dos primeras y acometemos
la precariedad material con imaginación, entusiasmo y entrega ciudadana, no
tengo dudas que todo lo demás son fortalezas.
Pese a las ventajas
que tuvo el adversario en la contienda nacional, obtuvimos resultados parejos
en no menos de 10 estados, en los cuales tenemos estupendos candidatos a
gobernador legitimados en elecciones primarias, quienes podrían llevar el barco
exitosamente a puerto, esta vez sin la presencia personal de Chávez en las
naves contrarias. El adversario no tiene candidatos lanzados en la mayoría de
esos estados, en algunos de ellos son opciones muy cuestionadas por su propia
militancia y aquellos mandatarios incumbentes gozan de serio desprestigio por
su incompetencia y corrupción.
Y sobre todo, porque
tendremos al frente de nuestra flota a un Almirante que goza en estos momentos
de la admiración de propios y extraños, no sólo en Venezuela sino en todo el
mundo: Henrique Capriles Radonski, quien como líder de la Unidad Democrática y
Progresista estará a disposición de todos los candidatos regionales para
entregarles el testigo en cada una de sus circunscripciones. ¿Podrá Chávez
ejecutar esa misión, más allá de las vallas y los afiches? No parece probable.
En este escenario, si
superamos de inmediato el desaliento y los fantasmas de fraude, no es
descabellado aspirar a triunfos seguros en por lo menos 6 estados: Táchira,
Miranda, Mérida, Lara, Zulia y Nueva Esparta; bastante probables en otros 4:
Carabobo, Anzoátegui, Monagas y Bolívar; y perfectamente peleables en otros
tres: Aragua, Sucre y Yaracuy (pese a la pronunciada desventaja reciente).
Serían entre 6 y 13 gobernaciones. No estaría mal para ser logrado dos meses
después de una derrota que hace dos noches pareció devastadora.
Si somos capaces de
superar el natural desconcierto y frustración producidos por la derrota y los
cuentos de camino de supuesto fraude; y si los partidos conservan la
generosidad y cohesión que han mantenido hasta ahora, sería la perfecta
conversión de la derrota en victoria, algo que han anhelado todos los
estrategas y conductores políticos y militares de todo tiempo.
¿Seremos capaces de
alcanzarlo? Tengo fe en que sí. Depende de cada uno de nosotros.
@TUrgelles
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