Más a pesar de todo esto no podría decirse que el Presidente cometió el crimen de peculado. Otros sí y a nombre suyo lo cometieron escandalosamente”
La situación de Venezuela durante la presidencia de José Gregorio Monagas (1851-1855) no era la mejor. Distinguido general oriental de la independencia, hombre de costumbres sencillas, ajeno al fausto, accesible, generoso, méritos que le caracterizaron como demócrata y liberal; sin embargo, su obra de gobierno tuvo grandes fallas.
Calificado por Bolívar como “la primera lanza de oriente” e inmortalizado en nuestra historia por la ley del 24 de marzo de 1854 sobre la abolición de la esclavitud, no supo ejercer un gobierno bueno, capaz de asegurar el bienestar nacional.
Contrariamente al mérito indudable de esa célebre Ley, las faltas de su mandato lo señalan como a otros, y a juicio del historiador J.M. Rojas: “La situación del país era detestable… El Tesoro Público se hallaba exhausto; los sueldos y pensiones no se pagaban oportunamente; la circulación del papel había creado un agio considerable, las contribuciones se pagaban con arreglo a pactos escandalosos que se hacían con los ministros.
Más a pesar de todo esto no podría decirse que el Presidente cometió el crimen de peculado. Otros sí y a nombre suyo lo cometieron escandalosamente”, perjuicios: “agravados por la corrupción de la administración de justicia, que fue escandalosa”.
No bastaban pues las múltiples hazañas del guerrero en Maturín, Aragua de Barcelona, Bocachica, Arao, La Puerta y Carabobo primera; en El Alacrán y en Juncal; en Calabozo y en Semen, en el sitio de El Callao, que si bien justificaron su gloria militar, no por ello per se le habilitaba a ocupar con propiedad la magistratura.
El ilustre Monseñor Mariano de Talavera y Garcés (1777-1861), presidente del Congreso de Colombia en 1827 y Vicario Apostólico de la Diócesis de Guayana, pronunció con altivez republicana -que sólo cabe en hombres trascendentes-, un discurso ante el mismo general José Tadeo Monagas, al asumir en 1855, por segunda, vez la presidencia de Venezuela, en el que dijo: “…los males físicos, morales y políticos, se han confederado para oprimir a esta desgraciada República: carestía en las subsistencias por causas bien conocidas; lamentable atraso en la agricultura por motivos que vos sabéis; amargo malestar y más amargo porvenir en las familias…; silencio sepulcral en la prensa…; un erario exhausto que no puede satisfacer las justas exigencias de los servidores de la Patria; una deuda inmensa que gravitará sobre diez generaciones; el agio llevado hasta el escándalo, la justicia envilecida, las garantías violadas, amenazas de muerte a personas indefinidas de la sociedad; robos sacrílegos y asesinatos nocturnos por manos ignoradas…”.
Igualmente condenó aquellas: “…disensiones civiles, opiniones encontradas, odios recíprocos, partidos enconados que esquivan toda reconciliación…”. Los exilios y persecuciones vergonzosas en la historia venezolana y, además, lo que calificó como: “la primera culpa –la guerra entre hermanos- que han traído estos deplorables combates fratricidas que han hecho gemir a la humanidad”. Habló a José Tadeo, según Gil Fortoul, sobre “la esperanza de ver convertida en prudencia patriótica su propensión autoritaria”.
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