El ser humano actual no se caracteriza
precisamente por acciones de bien. La violencia es el rostro visible en la
mayoría de las noticias cada día, y muy lamentablemente nuestro país no escapa
a esta realidad; por el contrario, hemos ido en aumento, hasta el punto que hoy
su exacerbación, por un lado nos asombra y produce miedo, y por el otro,
pareciera que ha convertido a muchos en seres con corazón de piedra y mentes
completamente cauterizadas. La practica constante de la mentira y el mal en
todas sus facetas ha logrado que muchos sean incapaces de conmoverse ante la
desgracia. Quienes tienen en sus manos
la responsabilidad y el deber de sacarnos de las llamas, han escogido el camino
de la autojustificación.
No importa la magnitud de los hechos, lo
importante es mostrar una imagen de bien aunque lo que subyace en el interior
es más engaño. Mientras muchas naciones del mundo reportan la gravedad de los
daños ocurridos en Amuay y sus gobiernos envían cartas de condolencia por las
víctimas de tal acontecimiento, las autoridades más importantes de nuestro país
y, los medios que las promueven sin restricción, se han dedicado a lavarle la
cara a la desidia. Si bien es cierto que
los accidentes ocurren, esa actitud de defensa vehemente nos muestra un
profundo egoísmo que revela quien está primero y por encima de todo el dolor
que embarga a nuestra nación. Sin duda, una actitud que los mantiene anclados
en las profundidades de la mezquindad.
A la par, podemos observar el esfuerzo
titánico de los cuerpos de bomberos, defensa civil, médicos, enfermeras y todos
los que han sido movidos a ofrecer su ayuda. Testimonios de familiares de las
víctimas y de sobrevivientes nos revelan no solo el profundo dolor y desolación
causados por el fuego, sino la profunda bondad en los corazones de muchas
personas que han arriesgado sus vidas en el rescate de otros. Aquellos que han
asumido sus responsabilidades y han preferido hablar con sus acciones; aquellos
que han entendido que no es el momento de culpas, aunque los responsables
inexorablemente deben ser entregados a la justicia. Aquellos que se han
entregado a sí mismos en el servicio por sus conterráneos.
Dos caras de un país develadas en un
escenario pintado por los diferentes matices del rojo. El rojo vibrante del
implacable fuego, el rojo oscurecido de la sangre derramada, el rojo rutilante
de los corazones que salvan vidas, y el rojo desteñido de una revolución que al
igual que el fuego ha generado una inmensa destrucción. Dos caras perfectamente
identificables, dos actitudes opuestas que muestran los extremos del ser
humano. Un gran país que lucha y se esfuerza con cada aliento de su ser, y un
pequeño grupo que afianzado en el poder pretende continuar subyugándonos bajo
la mano del odio.
Un hecho tan terrible como el de Amuay nos
muestra que el dolor irremediablemente nos tocará a todos en algún momento. Que
las tragedias pueden unirnos como hermanos o separarnos como enemigos
irreconciliables. Es una decisión personal continuar en esta absurda
profundización del odio, o levantar la bandera de la bondad y de su mano ser
guiados para luchar por los intereses de un gran país que a gritos nos pide que
lo rescatemos.
"La bondad es el arma más formidable del
ser humano". Marco Antonio Moros Ghersi
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
@RosaliaMorosB
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