La diplomacia chavista se une otra vez al grupo
marginal de gobiernos no precisamente caracterizados por su apego al orden
jurídico internacional. Esos gobiernos, forajidos para muchos, ignoran los
verdaderos intereses de los pueblos, en nombre de los cuales pretenden
mostrarse como salvadores. En el caso de la guerra civil de Siria esos
gobiernos se cuadran con el régimen criminal de Bashar al Assad que ataca
violenta y sistemáticamente a la disidencia y a la población civil que
legítimamente exige cambios y respeto de sus derechos.
La guerra civil en Siria es alarmante, en palabras de
Kofi Annan, ex enviado especial de las Naciones Unidas y de la Liga Árabe.
Annan señaló: "Las implicaciones de esa situación serían bastante
aterradoras.
No podemos permitir que suceda". Lo que pasa en
Siria no es una cuestión interna simple; es una situación que interesa a todos
y por ello el Consejo de Seguridad tiene la responsabilidad primordial de
actuar para resolverla. Lamentablemente, el Consejo de Seguridad no ha podido
adoptar una decisión para solucionar la crisis, debido a las posiciones de
China y Rusia, lo que es vergonzoso, en palabras del representante de Francia
ante la ONU.
En su defecto, la Asamblea General, actuando en
ejercicio de las atribuciones que le otorga la Carta de la ONU, adoptó una
resolución impulsada por el Grupo de Países Árabes, el pasado 3 de agosto, por
133 votos contra 12 (Venezuela, Irán, China, Rusia, Cuba, Ecuador, Bolivia,
entre otros) y alrededor de 30 abstenciones, mediante la cual condena la
violencia del régimen de Al Assad en contra de los civiles; el uso de armas
pesadas, en particular los bombardeos indiscriminados con tanques y
helicópteros y pide garantías al régimen para que permita el acceso inmediato
del personal humanitario en todas las zonas que necesiten asistencia, a la vez
que expresa su preocupación por el eventual uso de armas químicas y biológicas
contra la población. Era de esperarse que el Consejo de Seguridad y la
comunidad internacional se pronunciaran con una sola voz, fuerte y unida, para
salvar vidas humanas, como lo exigió el secretario general de las Naciones
Unidas, Ban Ki-moon, pero no ha sido así y la crisis continúa, con la
participación de radicales con intereses perversos, que lejos de contribuir a
su solución, la agravan.
Estados Unidos, la Unión Europea y otros países,
incluidos algunos árabes del golfo, constituyen el grupo de "amigos de
Siria" y exigen la salida de Al Assad y un diálogo franco entre las
partes, única vía para resolver la crisis y restaurar el orden. Por el
contrario, promocionado por Irán, algunas repúblicas ex soviéticas, unos pocos
países musulmanes y algunos inadaptados integrantes del ALBA, Venezuela entre
ellos, se crea un grupo paralelo de "verdaderos amigos" que rechaza
la salida de Al Assad al argumentar que cualquier solución distinta significaría
una "intervención foránea".
El grupo de "verdaderos amigos" de Al Assad,
no de Siria, acusa a Occidente de "intervenir" en Siria, que estaría
brindando ayuda al ejército revolucionario sirio; aunque su apoyo militar y
económico en favor del régimen sirio es evidente, con la presencia de guardias
de la revolución iraní, detenidos por los rebeldes sirios en días pasados y el
envío de combustible por parte de Venezuela, en violación de las resoluciones
internacionales.
Estamos ante un conflicto grave que exige una reflexión
seria y responsable. Mientras la mayoría se expresa en favor de la paz y del
respeto de los derechos humanos, el régimen bolivariano se une otra vez al
grupo de países que desprecia los principios en nombre de "postulados
revolucionarios" que no son más que argumentos para el disfrute permanente
del poder. El régimen chavista apoya la dictadura de Siria sin importarle los
derechos del pueblo. Una vez más recurre a frases prefabricadas del siglo
pasado que vinculan las acciones en favor de la paz, a la supuesta "invasión
de un país soberano". Lo cierto es que el régimen de Al Assad es
absolutamente indefendible.
Su tiempo pasó. Su retiro del poder debe darse cuanto
antes, para la transición y la paz.
La política exterior del régimen chavista se aleja de
la mayoría. Es simplemente marginal, lo que genera crítica y un mayor
aislamiento. Pero, además, esa política arrogante y torpe ha dejado de ser
autónoma. Elaborada vergonzosamente en La Habana, no responde más a los
intereses nacionales. Los principios que han sostenido la diplomacia venezolana
por décadas, compartidos por la comunidad internacional, son pisoteados por un
régimen decadente que afortunadamente finalizará el próximo 7 de octubre.
vitoco98@hotmail.com
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