El trágico asesinato de la señora Olga Fonseca Giménez, jefe
de la misión diplomática de Venezuela en Kenia y concurrente en Uganda,
Tanzania y Ruanda es un doloroso hecho que debe ser aclarado detalladamente
ante la opinión pública por el gobierno nacional.
El caso se presenta
particularmente oscuro. La señora Fonseca se había encargado de dichas
funciones, hace apenas doce días, en reemplazo del embajador Gerardo Carrillo
Silva, acusado de acoso sexual por funcionarios de nuestra embajada. Además, de
manera sorprendente, se ha ordenado la detención del funcionario Dwght Sagaray,
primer secretario de nuestra misión, por un tribunal de ese país africano en
flagrante violación del artículo 31 de la Convención de Viena, a excepción que
Venezuela haya renunciado a la inmunidad de la jurisdicción penal de dicho
funcionario.
Este lamentable asesinato no puede analizarse y mucho menos
entenderse sin profundizar la delicada crisis que vive la cancillería
venezolana desde el inicio del actual gobierno. La situación es tan grave que
dio origen, antes de ocurrir el lamentable asesinato, a un crítico editorial
del diario “El Nacional”, que tituló con gran acierto “Caza de brujas”, para
referirse a la destrucción de nuestro servicio exterior. Allí se señala, con
detalle, como durante la gestión del ex canciller Alí Rodríguez Araque fueron
forzados a retirarse o a jubilarse, sin cumplir el tiempo reglamentario de
servicio, a cientos de diplomáticos de carrera. Esa destructiva gestión ha sido
continuada por el canciller Nicolás Maduro, teniendo como única causa la poca
confianza que en ellos tiene el régimen para instrumentar la irresponsable
política exterior de Hugo Chávez.
Si los venezolanos no conocieran el elevado grado de
corrupción de la camarilla gobernante podrían dudar de lo que se dice en dicho
editorial: “Este diario informó en días pasados de otra movida de mata de
funcionarios de carrera no confiables para el régimen rojito. Les ofrecen dos
caminos: se van o se jubilan. El trío Maduro, Porras, Arbeláez (el hombre de
confianza de Ramonet) logra su compromiso, destruir el sector profesional de la
Cancillería mientras nuevas designaciones a dedo salen granel. En el fondo, lo
que les aterra es saber que tienen a su alrededor mujeres y hombres demócratas
que más temprano que tarde contarán las fechorías y como han abusado del poder.
Tanta gente los ha visto con sus choferes, carga maletas y escoltas en la
puerta de los aviones. Viáticos en dólares y bolsas de viaje a discreción.
Dolorosas verdades…
Deseo manifestarles a todos los funcionarios de carrera,
retirados injustamente de la cancillería, mi palabra de solidaridad. Si algún
éxito tuve en mi gestión como canciller de Venezuela, en momentos políticos tan
complejos como los que tuve que enfrentar, fue justamente por la idoneidad, patriotismo y honestidad de
nuestros diplomáticos… Mi eterno agradecimiento. De todas maneras, el 7 de
Octubre se iniciará un proceso de rectificación nacional que permitirá corregir
los infinitos desafueros del régimen chavista. Uno de los aspectos a
reconstruir será nuestra política exterior. Allí muchos de ustedes tendrán que
ejercer trascendentes funciones. Será necesario crear una política de Estado al
servicio de Venezuela y no de un gobierno en particular que nos permita
recuperar nuestro tradicional prestigio en la América Latina y en el mundo.
El próximo gobierno deberá establecer una política exterior
que se caracterice por el respeto de un conjunto de principios éticos y
políticos que le permitan a Venezuela restablecer su posición de país apegado
al Derecho Internacional, defensor de la democracia y garante de los acuerdos
bilaterales y multilaterales firmados por nuestro país. Estos principios, entre
otros, deben ser: la justicia, la paz, la soberanía, la igualdad jurídica de los
Estados, la no intervención en los asuntos internos, la autodeterminación de
los pueblos, la independencia de los poderes públicos, la defensa de los
derechos humanos, el asilo, el nuevo orden económico internacional, el uti
possidetis iure, los derechos y deberes económicos de los Estados, y la
soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos naturales.
Nuestra
política exterior debe considerar que Venezuela es un país emergente en la
América Latina, inserto en una realidad geográfica andina, amazónica y
caribeña. Su vocación democrática, integracionista y pacifista debe conducirlo
a respaldar el proceso de unidad latinoamericana, la estabilidad de los
gobiernos surgidos de la voluntad popular, la defensa de los derechos humanos,
el estado de Derecho, el equilibrio de los poderes públicos, la igualdad
jurídica de los Estados, la reforma de la Naciones Unidas, el fortalecimiento
de la OEA y demás organizaciones regionales, la lucha contra el deterioro del
medio ambiente, el delito transnacional, el terrorismo, el armamentismo, el
militarismo, el fundamentalismo y la proliferación de armas nucleares. Diseñar
y conducir esa política exterior será el
reto de las nuevas generaciones de diplomáticos venezolanos.
fochoaantich@gmail.com.
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