La revolución
que quiere protagonizar Cristina W. Fernández se desenvuelve en medio de
grandes contradicciones.
Por un lado, la presidente de la ex República
Argentina no deja de cometer desatinos que socavan decididamente su imagen y
capacidad de maniobra. Valga un ejemplo ilustrativo del descontrol con que toma
sus decisiones. Hace poco -casi unas horas- el personal de la AFIP de la
delegación de Bahía Blanca inició una protesta gremial en reclamo de haberes
atrasados y aumentos no concretados, que paralizó totalmente las actividades en
ese centro de gran recaudación. El propio titular del organismo, Ricardo
Echegaray, debió intervenir personalmente y logró un acuerdo que permitió
solucionar el problema y reanudar el trabajo. Todos contentos, pero el caso es
que alguien le habló a Cristina al oído para comentarle que el dirigente
bahiense de los recaudadores pertenecía al ala gremial que responde a Hugo
Moyano. Ni corta ni perezosa, la Presidente llamó al titular de la AFIP y le
ordenó por teléfono que suspendiera el entendimiento logrado y para que
entendiera mejor, entre otras cosas, le dijo algo así como “no le daré ninguna
oportunidad política al enemigo…”
Otro hecho
reciente. Mientras los deportistas argentinos se preparaban para viajar a
Londres, Sebastián Crismanich rechazó de plano las presiones del gobierno y de
las mismas Madres de la Plaza de Mayo para que se prestara a una publicidad
favorable. Crismanich se negó y en consecuencia el gobierno se negó a pagarle
los pasajes y la estadía. Crismanich resolvió vender su automóvil, rompió la
alcancía de sus ahorros y viajó un día antes del comienzo el torneo pues
carecía de recursos para pagarse el hotel. Ganó la única medalla de oro de la
que podamos ufanarnos pero al regreso, junto con los restantes atletas
argentinos, Crismanich debió participar de la reunión con la que Cristina los
recibió y muy suelta de cuerpo aseguró que su gobierno continuaría con el apoyo
de dinero a los actos deportivos “como lo hizo hasta ahora”.
Podríamos
repetir el lugar común que sostiene que “para muestra basta un botón”, pero el
caso es que hechos similares se repiten a diario y cada vez con mayor
frecuencia. Esto hace que se multipliquen las versiones sobre los anormales
cambios de carácter de Cristina Fernández y que sus colaboradores teman las
reacciones imprevistas y fuera de lugar de la titular del Poder Ejecutivo.
Incluso hay ministros y secretarios de Estado que lo comentan entre sí y no
ocultan sus temores por lo que pueda ocurrir el día de mañana. Capitanich, gobernador
del Chaco, que goza de la simpatía presidencial, es un fiel testigo de lo que
decimos, con el agregado de que abiertamente, delante de testigos importantes y
por medios periodísticos electrónicos, la Presidente tuvo palabras impropias
-por así decirlo- que pusieron a todos en aprietos y hasta los aplaudidores que
siempre actúan cuando habla Cristina batieron nerviosamente sus palmas mientras
sonreían nerviosos y se miraban entre sí. Como lo saben nuestros lectores,
Capitanich se mordió los labios e hizo esfuerzos para superar el incidente.
Esfuerzos parecidos a los que en su momento tuvo que hacer cuando se enteró de
que no iba a ser el candidato a la vicepresidencia y que su reemplazante sería
el guitarrista rockero.
Episodios como
los relatados suceden todos los días y en relación con temas superiores que
hacen a los actos de gobierno, lo que abona los rumores acerca de la
profundidad de la inestabilidad emocional de Cristina. Para qué decir si recibe
malas noticias o simples relatos adversos. Hay quienes explican que contribuye
el grave problema de la adicción de su hijo Máximo, que ha llegado al punto de
agredir a la madre de su novia y a esta misma, con el agregado de que se niega
rotundamente a aceptar un tratamiento para recuperarse. Hace poco, Cristina
debió utilizar antes de la madrugada el avión presidencial Tango 01 para
buscarlo a Río Gallegos con el fin de internarlo en Buenos Aires en un
establecimiento de prestigio, asunto que despertó severas críticas por utilizar
particularmente un bien del Estado a un costo muy alto. Lo hizo personalmente y
el suceso aceleró la caída de la imagen de Cristina que, como lo saben quienes
nos leen, tiene un setenta por ciento de rechazo, lo cual intensificó la tarea
de los encuestadores y medios de comunicación periodísticos que responden al
oficialismo, para ejercer la propaganda y alcanzar un porcentaje incierto del
50 por ciento, en el que nadie cree.
Ya existen
legisladores que diplomáticamente se enferman o simplemente no se presentan en
ocasiones de importancia. Ayer, el Senado aprobó por cuarenta votos contra
veintiocho la media sanción para expropiar la empresa Ciccone, en uno de los
actos más insólitos que se recuerdan. Menem, Reutemann y otros estuvieron
ausentes y no son pocos quienes le encuentran significado a las bancas que
quedaron vacías. Además la sesión fue presidida por Boudou (Amado), quien está
seriamente complicado en este escandaloso asunto que ofrece otra particularidad
extraordinaria: se expropia un bien del que se desconoce quién es su
propietario. En el kirchnerismo se tiene la esperanza de que no surjan nuevas
complicaciones y que, como siempre sucede, la opinión pública se olvidará de
este suceso organizado para rescatar la imagen del trovador, cuyo desprestigio,
de todos modos, está en boca de todo el mundo.
Como lo
explicamos en su momento, esta carga moral tiene un notable contenido político,
porque le cierra al oficialismo la posibilidad de una sucesión -todavía
imprevista- pero siempre posible. Comentarios como éste rondan en el mundo
político y forman parte de los encuentros reservados entre dirigentes de los
sectores más distintos. Por ejemplo, Hugo Moyano con Francisco de Narváez y
otros que evalúan la realidad política desde distintos puntos de vista. Uno de
ellos es el desprestigio en que cayeron los dirigentes y otro, la ausencia de
soluciones a los múltiples problemas que crecen día a día. Por ejemplo, el
agotamiento de la liquidez para continuar con los subsidios y contener
cualquier estallido que potencialmente se anida en la sociedad. Para ello y con
la mirada en el corto plazo, se resolvió presionar a los exportadores de
cereales para que vendan los diez millones de toneladas remanentes de la última
cosecha, que podrían generar unos 2.100 millones de dólares. El apuro obedece a
que después del pago de los Bonos de la deuda este 3 de agosto, se esperaba que
de los 2.200 millones una parte mayoritaria reingresara al mercado local, pero
la Casa Rosada y el ministerio de Economía -Axel Kicillof incluido- olvidaron
que el 70 por ciento de los tenedores de esos papeles eran extranjeros o
argentinos con cuentas en el exterior. Todos resolvieron llevar sus capitales
al exterior.
En materia de
granos, se ha producido otra novedad revolucionaria: los productores deben
anticipar a la AFIP las superficies destinadas a la siembra, las especies
elegidas y finalmente los resultados obtenidos. Nada se aclaró acerca de cómo
deberá actuarse en el caso de cambios de opinión, pérdidas por pestes,
inundaciones, sequías o cualquier otro motivo según la voluntad del
propietario, mediero o arrendatario. En concreto, un anticipo de lo que dijimos
desde hace mucho y que en su momento no se concretó con motivo de la famosa
125: el dirigismo con que se espera doblegar a un sector que ejerce un estilo y
una cultura muy propia de la Argentina e incluso una independencia política.
Como será que hasta en alguna oportunidad desoyó los consejos y votó a favor
del gobierno, lo que tal vez no volverá a suceder nunca jamás. En el gobierno,
la doctrina colectivista está por encima de las conveniencias.
Otro hecho
significativo fue la celebración del centenario de la fundación de la
Federación Agraria, a la que se quiere separar de las restantes entidades que
representan al campo. De todos modos, la fiesta fue un éxito al que contribuyó
la pluralidad de concurrentes que abarcaron un horizonte diverso y movido.
Desde Moyano, el “Momo” Venegas, Reutemann, Binner -curiosamente el gobernador
Bonfatti no concurrió, pese a que anticipó su concurrencia- radicales de variado
pelaje y otras líneas políticas, gremiales, personalidades representativas del
campo y de la industria, aunque no lo hicieron aquellos empresarios que, como
De Mendiguren, siempre son oficialistas. Se habló de todo pero el tema que
primó giró en torno de la grave situación institucional, el futuro de Cristina,
la rebelión fiscal de los gobernadores de Córdoba y Corrientes, de otros que se
aprestan a sumarse y del papel que podría tener el presidente de la Suprema
Corte, Lorenzetti, en un futuro que se muestra brumoso. La niebla contribuyó a
ese estado de ánimo y no faltaron los comentarios sobre el Batallón Combatiente
-o Vatayón Militante, si se quiere- la formación de elementos de choque con
delincuentes o el hecho indignante de los avances de La Cámpora en los jardines
de infantes, establecimientos primarios y secundarios de educación. Fueron
muchos y variados los comentarios pero sobre todo se destacó una coincidencia:
“ellos -el cristinismo- están poniendo toda la carne en el asador…”
tabano@carlosmanuelacuna.com.ar
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