El miedo siempre ha sido muy mal consejero. No le permite a
quien lo sufre reflexionar con serenidad para poder darle solución al problema
que enfrenta con suficiente criterio y claridad. Hugo Chávez está asustado. No
logra explicarse lo que ocurre. Su narcisismo y paranoia limita aún más su
capacidad para poder entender el fenómeno histórico que se desarrolla, de una
manera indetenible, en Venezuela.
No quiere aceptar que tiene que enfrentar un
nuevo tipo de liderazgo: Henrique Capriles, con simpatía y sencillez, ha
empezado a captar las grandes mayorías nacionales. Al contrario, la imagen de Hugo Chávez está cansada y
representa el pasado. Se imagina equivocadamente que el abuso del poder puede
detener esa tendencia. No es así. Los números, aunque le maquillan las cifras
de las encuestas, no le dan seguridad de su victoria.
La mejor demostración de esta verdad han sido los últimos
actos militares. Allí, sin importarle comprometer el honor de la Fuerza Armada
e irrespetar flagrantemente la Constitución Nacional, se ha dedicado a arengar
a sus miembros para demostrarles a los venezolanos que la Institución Armada es
chavista. Analicemos el fondo de sus palabras para dejar en claro lo que busca
y las razones por las cuales es imposible que ese mensaje agrade a la mayoría
de los cuadros militares. Lo primero que se necesita saber es que la Fuerza
Armada venezolana es una organización profesional, que tiene más de cien de años de creada y que ha vivido un
largo proceso de tecnificación que le ha permitido evolucionar desde el
Ejército pretoriano de Juan Vicente Gómez, a las Fuerzas Armadas profesionales
e institucionales de los últimos cincuenta años.
Los cuadros militares de cualquier fuerza armada profesional
no consideran que sus ascensos y cargos son consecuencia de su lealtad a un
régimen político determinado, sino que se logran por sus méritos profesionales.
Es verdad, que la lealtad es una virtud que debe caracterizar a un militar,
pero esa lealtad no es con una persona en particular sino con la Nación, la
constitución y las leyes de la República. La primera equivocación de Hugo
Chávez es creer que los cuadros militares pueden ver con agrado que se ofenda
al adversario político. Llamar, con todo el desparpajo que lo caracteriza, “majunche”
a los sectores de la oposición política debe crear un sentimiento de rechazo y
comentarios muy poco favorables a su persona.
No se conformó con este abuso de poder, sino que además tuvo
el descaro de afirmar que “la burguesía venezolana odiaba y despreciaba a los
militares”. Esa tesis es tan absurda que traería por consecuencia que la gran
mayoría de nuestro pueblo, que actualmente respalda a la oposición, odiara a
los militares. La verdad, la única verdad es que la Fuerza Armada, en el pasado
reciente, era siempre, al lado de la Iglesia Católica, las dos instituciones
más prestigiosas de nuestro país. Ese prestigio surgía justamente de su
apoliticismo y de evitar comprometerse con los éxitos o fracasos de un gobierno
determinado. Para colmo, con sus palabras buscó sembrar en los cuadros militares
el convencimiento de que los únicos patriotas son aquellos que pertenecen a la Fuerza Armada. Ese absurdo
es inaceptable. Patriotas somos todos los venezolanos.
Este mensaje, junto a la ratificación y nombramiento de oficiales comprometidos ideológicamente con
el chavismo como Henry Rangel Silva, Carlos y Cliver Alcalá Cordones, tiene un sólo objetivo: reprimir la protesta
nacional que ocurrirá el día de las elecciones si los resultados no concuerdan
con el sentimiento nacional. El plan no
contempla utilizar a la Fuerza Armada para controlar la inmensa manifestación
que surgirá espontáneamente ese día, sino mantener a sus efectivos inactivos en
los cuarteles mientras los grupos paramilitares del oficialismo atacan a los
sectores de oposición que salgan a
protestar pacíficamente. Esta forma de actuar la aplicó recientemente el régimen
al enviar a grupos armados a agredir la marcha universitaria ante los ojos
cómplices de un coronel de la Guardia Nacional. El chavismo sufrirá un inmenso
fracaso el 7 de octubre.
Estoy plenamente seguro de que la gran mayoría de los miembros
de la Institución Armada no permanecerán indiferentes ante una grave crisis
nacional como la que surgirá en Venezuela si el régimen trata de desconocer la
voluntad popular. El sentido institucional de la Fuerza Armada permanece como
uno de sus valores existenciales. Esa es la razón de la desconfianza que tiene
Hugo Chávez en los cuadros militares. La mejor demostración del respeto de los
miembros de la Institución Armada a los valores constitucionales la dio el
mayor general Wilmer Barrientos Fernández, comandante Estratégico Operacional, al pronunciar un
discurso alejado totalmente de cualquier proselitismo político y orientado a
fortalecer los valores profesionales de sus subalternos. Le rindo un sincero
tributo de admiración y respeto.
Excelente articulo
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