Hugo Chávez, en su primera
rueda de prensa como candidato, y
Henrique Capriles en su respuesta plantearon el gran dilema de la
campaña electoral: “la oposición, aliada con los Estados Unidos, intenta
subvertir el orden constitucional el día
de las elecciones”; “el fraude
continuado del régimen ilegitima cualquier resultado favorable al candidato
oficialista”.
En esa misma rueda de prensa, Hugo Chávez rechazó firmar el
acuerdo político planteado por Henrique Capriles, mantuvo que sólo reconocería
el resultado electoral que anunciase el Consejo Nacional Electoral, aceptó que
la oposición se había fortalecido electoralmente con el inicio de la campaña y
se mofó del candidato opositor al rechazar la posibilidad de un debate público.
Estos primeros escarceos señalan los riesgos
de violencia que puede vivir Venezuela durante las elecciones.
Analizar y discutir los
distintos puntos de vista de esta polémica, buscando determinar la verdad de
los distintos argumentos es de gran trascendencia. Los fundamentos de la
acusación de Hugo Chávez son realmente baladíes. Ella se basa en dos
razonamientos: el primero: la oposición provocará un proceso de
desestabilización nacional, en cualquier circunstancia, para no reconocer el resultado
electoral anunciado por el CNE. El segundo, la oposición es apoyada, en este
intento desestabilizador, por los Estados Unidos. Ciertamente, la oposición ha señalado que no
será suficiente el conteo de los votos por el CNE, si éste no es transparente.
Los Estados Unidos han señalado públicamente, por distintos voceros del
Departamento de Estado, que aspiran un proceso electoral equitativo. Eso no es
conspirar.
Profundicemos en el tema.
Veamos la primera acusación: “la oposición no reconocerá el resultado electoral
el 7 de Octubre y convocará a grandes manifestaciones de protesta buscando
desestabilizar a Venezuela”. Esta actuación sólo podría justificarse éticamente
si realmente existen suficientes elementos para considerar que hubo un fraude
durante el proceso electoral. La oposición democrática ha resumido su posición
en una frase lapidaria: “el régimen, en complicidad con el CNE, realiza un
fraude continuado”.
¿Tiene algún fundamento esta acusación? Realmente, creo que
sí. Veamos. El problema comienza por la propia constitución del CNE. Tres de
sus miembros fueron militantes activos del PUSV, la presidenta es una
funcionaria electoral, pero ideológicamente vinculada al chavismo y el quinto
miembro ha demostrado cercanía con la oposición.
Esa composición limita
totalmente la imparcialidad del CNE para ser garante de un proceso electoral.
No hay duda de esta realidad. Para colmo, no existe ninguna posibilidad de
revisar las decisiones de este órgano administrativo. El Tribunal Supremo de
Justicia está constituido casi en su totalidad por magistrados comprometidos
con el régimen chavista. Una decisión contraria al oficialismo es impensable.
Además de este complejo panorama, Hugo Chávez ha logrado, a través del tiempo,
una total hegemonía comunicacional. A excepción de Globovisión, un canal de
señal abierta sólo en dos ciudades: Caracas y Valencia, el resto del espectro
comunicacional está controlado por el régimen a través de emisoras del propio
Estado o por medios de comunicación privados, totalmente mediatizados por las
amenazas de CONATEL.
Para colmo, esta Comisión aplica con manifiesta intención
de favorecer al oficialismo la Ley sobre Responsabilidad Social de Radio y
Televisión. En base a esa ley y a su reglamento se obliga a todos los medios,
públicos y privados, a ceder un número muy significativo de espacios gratuitos
para que el gobierno los utilice, no en la promoción del interés colectivo,
sino como parte de su campaña electoral. No satisfecho con esta exagerada
promoción de la candidatura oficialista, Hugo Chávez encadena casi diariamente
a todos los medios de comunicación para tratar de fortalecer aún más su imagen. El dinero público se utiliza, sin
ningún control, para financiar su campaña electoral. No satisfecho con todas
estas ventajas, se han creado un conjunto de medidas electrónicas para tratar de crear en la conciencia
colectiva dudas en el secreto del voto.
La primera acusación de Hugo
Chávez, la oposición prepara un proceso de desestabilización, pierde total
credibilidad ante su negativa de firmar el acuerdo propuesto por Henrique
Capriles. Su contenido es de gran trascendencia. Resumamos algunos de sus
puntos: “Los candidatos se comprometen a aceptar los resultados que sean
producto de un proceso electoral transparente que recoja la voluntad de los
electores; el candidato presidente se compromete a no usar cadenas de radio y
televisión para promoverse; no se utilizarán fondos públicos en la campaña
electoral, ni se hará propaganda encubierta”… La segunda acusación, el apoyo
del “Imperio norteamericano” a un proceso de desestabilización nacional, la
rechazó el presidente Obama en unas terminantes declaraciones. En conclusión,
Hugo Chávez está desesperado.
fochoaantich@gmail.com
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