Anoche
estuve junto a centenares de miles de personas disfrutando del tradicional
espectáculo pirotécnico en los alrededores del jardín de Trocadéro. Después de
un día en que hay una parada militar y civil por la avenida Champs Elysées y
que culmina con el broche de oro de los fuegos de artificio, es imposible no
pensar en la grandeza extraordinaria de este país, y preguntarse de dónde
proviene.
La
respuesta es simple y tiene que ver con el tema anterior. Hay naciones que se
han forjado gracias a una institucionalidad que es ante todo guardiana de las
libertades individuales. Los vecinos de Francia han sido azotados por
dictaduras, como ocurrió con la España de Franco, la Italia de Mussolini y la
Alemania de Hitler. No obstante, Francia siempre se ha mantenido como un lugar
tolerante y abierto, heredero de los próceres de 1789, y a pesar de sus muchos
reveses y pasos en falso, es una nación vista como la que inventó la
Declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano, un país que
ha acogido a todos quienes huyen de la persecución y la tiranía en sus propios
lugares de origen. Francia le ofreció asilo, por ejemplo, a Picasso, sin
olvidar que ofreció santuario a Los Jaivas durante los aciagos días de la
dictadura de Pinochet.
Lo
anterior se traduce en que Francia hoy sea un crisol de razas, y París una
ciudad extraordinariamente cosmopolita. La historia del país desde antaño ha
sido la de un lugar que recibe inmigrantes. Me parece bien que así sea y debe
continuar siendo un país celoso de las libertades individuales, donde lo de
liberté, égalité y fraternité no sean un cliché sino el sustento mismo de la
larguísima tradición republicana francesa, nacida a partir del momento en que,
en un lejano 14 de julio de 1789, el Tercer Estado se volcó a las calles para
exigir el fin de los privilegios de la nobleza y el clero.
Todo
comenzó con la toma de la cárcel de la Bastilla, y sea para bien o para mal,
mostró un camino que hasta hoy sigue repercutiendo en todo el mundo. Las
marchas estudiantiles en Chile o en Québec, la Primavera Árabe, Occupy Wall
Street y los Indignados, todos ellos son los tataranietos de les sans-culottes.
También lo fueron los bolcheviques. Y
así como en Túnez y Egipto terminaron siendo elegidos los islamistas, en la
España de los indignados un gobierno conservador fue la consecuencia de todo el
revuelo. La misma Revolución Francesa desembocó en la dictadura de Napoleón
Bonaparte.
En
fin, lo que celebramos es más que nada el derecho a rebelión, ya que a juzgar por
los resultados, quizás sea mejor el flemático y fomeque método británico de
cambios graduales. Al otro lado de la Mancha no decapitaron al rey en un acto
público, sino que hasta el día de hoy mantienen una monarquía cuyo príncipe es
vitoreado, y a la Reina la aplauden a rabiar. Pero para que no me acusen de ser
un criptomonarquista, lo digo fuerte y claro: Vive la République !
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