Gracias a la película de Miller
sabemos que el Rey Leónidas decidió detener con 300 espartanos a 250 mil
persas, valiéndose de que la vía Termópilas apenas tenía unos metros de ancho
entre la montaña y el desfiladero. Para hacer desistir a los griegos, el
emisario de Jerjes les dijo que "los persas eran tantos que al lanzar sus
flechas, ocultan la luz del sol"
"¡Qué bueno... tendremos una
batalla a la sombra!", respondió Dienekes, uno de los valientes griegos.
Las Guerras Médicas las perdió el todopoderoso ejército imperial. El 7 de
octubre tendremos la gran medición por medio del voto.
No serán trescientos sino la mayoría
de los venezolanos, que podrán finalizar a este largo episodio de fracaso y
desmoralización. Edificar esta fuerza ha sido y será difícil. Algunos
simplifican al decir que "el país se cansó", pero ese cansancio se
materializa políticamente gracias a la existencia de una alternativa sensata,
comprensible, moderada y que por eso se hizo interlocutora del descontento.
En años anteriores una oposición
abstrusa, poblada de fantasmas intraducibles, antipolítica, radical (el
radicalismo es la forma más directa de sustituir la ausencia de "sal en la
mollera", diría un cierto manchego desgarbado) daba más miedo que
confianza. Mientras la mitad de los opositores concurría al proceso electoral
para obtener palancas de poder, gobernaciones, alcaldías y parlamentarios, la
otra llamaba a la abstención y calumniaba a los que lo participaban.
Para el triunfo de octubre, es
preciso neutralizar los restos de ese abstencionismo instigado por el gobierno
y sus autobolas sobre fraude. Y a los opositores que le hablan a su propio
ombligo y profieren amenazas impotentes a diestra y siniestra. La tesis central
es concordia. El nuevo gobierno no usará los tribunales para terrorismo
judicial, como hace éste.
El gobierno saliente no querrá
aceptar el destino escrito en su frente. Ese es el punto de partida de
cualquier análisis, no una conclusión "sabia". Por eso vamos a una
crisis política, un choque de trenes. Posiblemente sea el día más largo y
operarán todas las variables políticas existentes para impedir cualquier error
fatal que lesione el destino del país.
Estarán tranquilos los que
despreciaban los "carnavales electorales" -y a lostabarato, conque la
intelectualidad caviar escarnecía las clases medias. Todo eso pertenece a la
memoria de un país próspero, pacífico, que lejos quedó. No será un carnaval.
Ya basta de malentretenidos que
anuncian fraude, eco de la campaña del G2 que quiere hacer aparecer al gobierno
"invencible". Ni el CNE ni nadie va garantizar lo que no se garantice
la alternativa, que está sola en eso y depende de su fuerza propia. Glosando y
adecentando a Stalin "no gana el que saca más votos sino el que cuenta más
votos". Mesa en la que no haya testigo no habrá votos.
Cada quien debe presentarse en los
comandos de campaña para tener una tarea el 7-O, ese día bíblico. Se puede
humillar a alguien todo el tiempo y a todos por un momento. Pero no a todos
todo el tiempo. El resultado se hará valer y la alternativa democrática hará
que el costo de desconocerlo sea tan alto que nadie se atreva. La Biblia habla
del "Día de la Ira" en el que el pueblo se levanta contra la
opresión. Se levantará con el voto.
Será una jornada estelar para los
empleados públicos, obligados a marchar y ataviarse con esos ridículos trapos
rojos y que les pasan lista en los autobuses para chequear que "estuvieron
en la movilización". Ese día los militares dignificarán su oficio, al hacer
cumplir la Constitución. Basta de la cadena de irrespetos que va desde vender
cebollas hasta que un caudillo los trate como guardaespaldas. No más
supervisión de cubanos.
Un gran día en el propio partido de
gobierno. Ningún liderazgo puede estar conforme con el destino de estar siempre
de pantalones cortos, eternamente niños como el personaje de Entrevista con el
Vampiro. También ellos están hartos del narcisismo y la monstruosa ineptitud
lleva el país a un colapso general. Un país petrolero que importa gasolina. Un
país gigamillonario donde los pobres viven en ranchos y refugios.
El partido hegemónico necesita pasar
un tiempo en la oposición, en la que tendrán el respeto de las instituciones y
el nuevo gobierno. Deben participar en un acuerdo nacional de gobernabilidad y
reconstrucción. Seguir tantos ejemplos de partidos autoritarios que se
transforman y regresan a gobernar democrática y exitosamente, como en España,
Chile, Bolivia, Panamá, Perú, Argentina, México y muchos más.
@carlosraulher
carlosraulhernandez@hotmail.com
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