Mientras Venezuela se desangra
con un promedio de entre 40 y 50 muertes violentas cada fin de semana -sólo en
Caracas- el comisario más eficiente y preparado que nuestra policía ha conocido
en los últimos años permanece preso en los calabozos del Helicoide, sin que una
sola de las imputaciones en su contra haya podido ser probada.
Eso tiene una única razón:
alguien tiene que permanecer detenido para justificar ante los tribunales
penales internacionales que otro, no el presidente de la República, carga con
la responsabilidad de los sangrientos sucesos de abril y ha sido
"debidamente" castigado. El
11A murieron 19 personas y existe la grabación del video que muestra, sin lugar
a dudas, que los pistoleros de Puente Llaguno dispararon a mansalva contra la
multitud. Luego, esos "encargos" asesinos se ven reforzados por la
grabación donde se escucha al presidente ordenar el famoso plan militar el
cual, afortunadamente, fue desacatado. De no haber sido así, quién sabe cuántos
muertos más se contarían y a quienes más habrían sido condenados para tapar la
culpa presidencial.
Esas maniobras perversas
funcionan en este país, desprovisto de todo mecanismo que permita a la
ciudadanía defenderse y a la justicia determinar al verdadero culpable. No hay
Estado de Derecho, no hay diferenciación entre los poderes públicos. Todos
reverencian al Ejecutivo, que hace lo que le viene en gana. Pero no es así en
otros contextos, donde esperan en la bajadita a tiranos, dictadores y zánganos
que creen, embriagados, que el poder es eterno. Allí no se tragan engaños de
sátrapa. En esos escenarios, por donde se han visto obligados a transitar los
autócratas de todas las épocas desde hace 50 años, presenciaremos que quien hoy
está arriba, se encontrará con sus jueces cuando venga bajando. Y si él no
existe, pagarán sus cómplices. La justicia internacional no se rinde, tiene
paciencia, anda con cuidado, pero no se salva ni uno. Los delitos de lesa
humanidad no prescriben, no tiene atenuantes y la clemencia no figura en el
programa.
La salud del comisario
Simonovis se ha deteriorado ante la impotencia de su familia, médicos, amigos y
todo el país democrático que ha seguido su odisea solidariamente. ¿Quién ignora hoy que la prisión de Simonovis
es el descrédito de Chávez? A los delitos y matanzas -cometidos por este
gobierno- se agregará este de ignorar con alevosía la enfermedad de un preso y
negarle la atención requerida. A la ausencia del debido proceso, en la más
abierta violación a la Constitución, en el caso de Simonovis hay que anexar el
bloqueo que el gobierno chavista ha perpetrado contra el debido tratamiento. Al
Estado venezolano le corresponde velar por la seguridad de un detenido y
seguridad comprende su integridad física. En otras palabras, su vida. No sólo
deben vigilar que no lo maten, sino cuidar de que no muera a causa de una salud
mal atendida.
A cualquiera se le descontrola
el organismo si surge una dolencia y no se la atiende a tiempo, con los
recursos y el entorno necesarios. Pero si un ser humano sólo ve el sol 13 días
en el lapso de 7 años y 6 meses, los riesgos son perfectamente predecibles, lo
que sus doctores han venido advirtiendo y su familia reclamando. Dios castiga
sin palo y sin piedra, a veces, no en este mundo lo que, créanlo, es mucho
peor. No lo olviden los verdugos de Iván Simonvis, favor que les hacemos con
una advertencia que no merecen.-
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