Algunos
voceros del "proceso" lo han planteado discretamente: a estas
alturas, el panorama debería estar despejado. Mientras Capriles hace su
trabajo, el chavismo no tiene idea de quién le representará en octubre. El
malestar ya se asoma por la ventana. En su circunstancia actual, ni la
candidatura de Chávez garantiza el triunfo: viviendo prácticamente en Cuba
El
chavismo ya comienza a exasperarse. El suspenso acerca de la candidatura del
Presidente le está provocando nerviosismo e impaciencia. Todas las fracciones
internas creen que Chávez está demorando demasiado la decisión acerca de su
candidatura.
Como
si fuera poco, sus ausencias son cada vez más frecuentes y prolongadas. Las
largas estancias del comandante en La Habana dificultan las cosas: sus idas y
venidas están convenciendo al país de que su dolencia ciertamente es grave. Sus
tránsitos exiguos por Caracas ensanchan las dudas sobre la pertinencia de su
reelección.
Es
difícil justificar su empeño en competir cuando ni siquiera está en condiciones
físicas de mantenerse en Caracas para completar su actual período
constitucional. Los desvelos del oficialismo son razonables. A cinco meses de
la justa electoral, el tiempo apremia: un mal cálculo en la designación de un
sustituto podría causarle a la revolución un daño irreparable
Algunos
voceros del "proceso" lo han planteado discretamente: a estas
alturas, el panorama debería estar despejado. Mientras Capriles hace su
trabajo, el chavismo no tiene idea de quién le representará en octubre. El
malestar ya se asoma por la ventana. En su circunstancia actual, ni la
candidatura de Chávez garantiza el triunfo: viviendo prácticamente en Cuba,
obligado por su delicado tratamiento, será cuesta arriba impedir que los
venezolanos le perciban inhabilitado para ejercer responsabilidades de
gobierno.
El
diferimiento de la designación de un posible sustituto no es menos riesgoso.
Jesse Chacón y Wilmar Castro Soteldo no divagaron entre las nubes: no cabe duda
de que ambos fueron los mensajeros de una advertencia. Mientras el Presidente
insista en una candidatura, que ya se volvió inviable, más se convencerá el
país de que la revolución sucumbirá tras la desaparición de su líder
inspirador.
Todo
este tiempo se ha aceptado como correcto el cálculo de que Chávez se mantuviera
en la campaña para conseguir su mayor fortalecimiento posible, y construir,
desde allí, un endoso óptimo a favor de su sustituto. La jugada lucía
impecable. Sin embargo, el diferimiento excesivo de su decisión le está
añadiendo peligros al "proceso". Es el mismo Presidente quien le está
diciendo al país que no hay revolución sin él; que sus potenciales relevistas
son en realidad los payasos del circo; que ninguno tiene la talla para
sustituirlo; que nadie es del todo confiable; que nadie podrá; que nadie tiene
"con qué"...
Ese
Chávez que insiste en retener una candidatura que no podrá asumir desde La
Habana, es el que está causando una creciente y comprensible irritación entre
quienes reclaman que la revolución es una propiedad colectiva.
Argelia.rios@gmail.com
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