Todo aquel que haya interpretado el “vamos por todo” que espetó hace no mucho Cristina Kirchner en el bicentenario de la creación de la Bandera Argentina en la ciudad de Rosario, más como el producto de la euforia momentánea que como la desembozada confesión de quien tiene un plan totalizante, en virtud de los sucesos que se vienen superponiendo unos a otros a toda velocidad en las últimas jornadas puede verificar su equivocación.
En
los últimos dos días nos hemos enterado de dos noticias que hacen que el eco de
aquel “vamos por todo” vuelva a nuestros oídos, en forma de recuerdo, como
señal de alerta. La primera: la compra de medios de comunicación que hizo
Cristóbal López; la segunda: el desplazamiento del juez Daniel Rafecas de la
causa de corrupción que involucra y compromete seriamente a Amado Boudou.
Hegemonía
mediática.
Cristóbal
López es igual y al mismo tiempo distinto a Lázaro Báez y a Rudy Ulloa. Igual,
puesto que es, junto a los otros dos, uno de los llamados “empresarios K”
beneficiados extraordinariamente por el poder político en lo que a sus negocios
refiere. Distinto, porque a diferencia de los otros dos, éste no construyó su
fortuna con arreglo a los favores de Néstor y Cristina; simplemente la
incrementó vertiginosamente.
Con
un ingreso anual de unos 3.028 millones de pesos (según datos de una
investigación del diputado provincial Walter Martello), Cristobal López es todo
un símbolo de aquella abstracción inefable que dieron en llamar “modelo
nacional y popular”.
Kirchnerista
de primera hora, López conoció a Néstor Kirchner en 1988 através de un contacto
en común y le pidió al entonces gobernador santacruceño una ayuda en la
adjudicación de una obra. La gestión fue exitosa y desde entonces los vínculos
entre sendos personajes se irían aceitando con el tiempo.
Cristobal
López confiesa públicamente que al kirchnerismo lo une principalmente un
vínculo de favores: “No tengas ninguna duda que estoy agradecido. […] Y si
tengo que nombrar a los tipos que me dieron una mano, tengo que decir ‘Néstor
Kirchner’” (Majul, Luis. El dueño. Buenos Aires, Sudamericana, 2009, p. 102).
Pero
todo indica que llegó el momento de devolver favores, y López tuvo que
desembolsar esta semana unos 40 millones de dólares para comprar los medios del
grupo Hadad (Radio 10, C5N, entre otros) y colocar algunas usinas de
información más en manos del oficialismo.
La
consolidación de la hegemonía mediática que persigue el kirchnerismo importa el
traspaso de la palabra y la información del ámbito privado y libre, a las
influencias directas del ámbito estatal. Hay básicamente cuatro formas de hacer
esto que, en perfecta combinación, dan lugar a la hegemonía: adiestrando y
politizando en extremo a todos los medios públicos (como es el caso del canal
televisivo estatal); manipulando a medios privados permeables a resignar la
imparcialidad periodística a cambio de dinero en forma de propaganda oficial
(como es el caso de Página 12); afectando a medios que rehúyen a unirse a la
hegemonía mediática mediante el retiro total de propaganda oficial (como es el
caso de Perfil); y finalmente, con una enmascarada “expropiación” que hace un
empresario amigo del poder comprando un medio y poniéndolo a disposición del
gobierno, tal y como hizo Cristóbal López.
La
Argentina va, en el sentido de estas formas de ir hegemonizando la palabra y la
información, quedándose sin libertad de expresión.
Defunción
republicana.
Hace
no mucho, en virtud de que devino en un estorbo para los intereses de Boudou en
la causa de la ex Ciccone, el oficialismo le dio un puntapié a Righi de la
Procuraduría General y propuso en su reemplazo a Daniel Reposo, un adicto al
gobierno que en su cuenta de Twitter se define como “peronista K”.
Ahora
le llegó el turno al juez Daniel Rafecas quien, tras comprometer aún más al
vicepresidente luego del allanamiento que se hizo en su departamento de Puerto
Madero donde se descubrió que Vandenbroele pagaba las expensas y el cable de
televisión, fue desplazado de la causa.
Llama
la atención que haya sido nada menos que la Sala I de la Cámara Federal porteña
la que decidió la recusación contra el juez Rafecas, puesto que se trata de
aquella misma que resolvió que en Skanska no hubo coimas, a contrapelo de las
propias confesiones de los empresarios vinculados al escandaloso caso de
corrupción que, como tantos otros, ya quedó en el olvido.
Así
las cosas, las puertas se le abren nuevamente al juez estrella del kirchnerismo
Norberto Oyarbide, quien podría hacerse cargo de la causa, al igual que ha
tomado (y dejado en el olvido o archivado) todas las causas sensibles al
gobierno.
La
Argentina, con las líneas que separan los poderes del Estado borradas
prácticamente del todo, está asistiendo a la defunción republicana.
“Vamos por todo” espetó Cristina Kirchner a
fines de febrero, en el bicentenario de la creación de la bandera. ¿Sigue
pensando que la frase carecía de significado real?
(*)
Agustín Laje es autor del libro “Los mitos setentistas”.
agustin_laje@hotmail.com
| www.agustinlaje.com.ar
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