Si las botas fueran paz social y
progreso, seguridad y desarrollo, no estaríamos donde estamos, porque nuestra
vida republicana es una sucesión de gobiernos militares, pocos de ellos
llegados con votos, muchos a la fuerza, todos con balance de más desaciertos y
errores que de progreso. Aquí estamos.
De 1830 a 2012 son ciento treinta y
dos años de gobiernos militares y solo cincuenta y seis de presidentes civiles;
más que duplicados en tiempo, muchísimo más que duplicados en demagogia,
revoluciones de palabra y violencia, de atropellos y retroceso. Aquí estamos.
Las revoluciones se han sucedido una
tras otra en nuestra vida republicana y no ha pasado nada, salvo confirmar que
por ahora la única revolución auténtica, con la cual pasó mucho, ha sido la
Revolución de la Independencia.
Después del nacimiento de la
República, hemos padecido, entre otras, la Revolución de Caracas, la Revolución
de Monagas, la Revolución de Gabante, la Revolución Reformista, la Revolución
de Farfán, la Revolución de los Liberales, la Revolución de Páez, la Revolución
de Marzo, la Revolución Federal, la Revolución Genuina, la Revolución de los
Azules, las revoluciones de los generales Salazar, Pulido y León Colina, la
Revolución Reivindicadora, la Revolución Legalista de Crespo, la Revolución de
Guerra, la Revolución Liberal Restauradora, la Revolución Libertadora, la
Revolución de Octubre y ahora padecemos la Revolución Bolivariana.
Una revolución tras otra y el cambio
no se ve, no se siente, no se concreta en un hombre nuevo. Sin hombres
cambiados no hay cambio, sin hombres revolucionados no hay revolución. En 1858
se escuchó a Pedro Gual: “Hace ya casi medio siglo que nos emancipamos de
España y tengo el sentimiento de decir, aunque me cause algún rubor, que yo no
veo todavía entre nosotros el hombre nuevo. Sin embargo, diviso algunos
destellos, aunque imperfectos, de una generación que comienza”. Don Pedro Gual,
si me escucha déjeme decirle que yo también diviso que una generación comienza,
que hay jóvenes que nuevamente en nuestra historia republicana levantan la voz,
toman la calle y alzan banderas de esperanza. Allí estamos viendo a ese
muchacho Capriles Radonski.
Generaciones buenas hemos tenido,
hombres visionarios y patriotas también, individualidades de las que estamos
orgullosos. Ellos llenan trazos de la historia patria, y junto a ellos un
pueblo noble, esperanzado y en expectativa siempre de un mesías, sin
percatarnos -como comunidad nacional- que el mesías es el pueblo mismo, es la
fuerza sumada de la voluntad de todos. No queremos más un iluminado que se crea
ombligo del mundo; queremos un pueblo en marcha bajo la inspiración de un líder
que entienda que él es conductor, y no el único dueño de la verdad y del
destino de nuestro pueblo.
Presidentes militares hemos tenido
como arroz, ocho de ellos varias veces presidente: José Antonio Páez, Andrés
Navarrete, José Ma. Carreño, Carlos Soublette, José Tadeo Monagas, José Gregorio
Monagas, Julián Castro, Juan Crisóstomo Falcón, José Ruperto Monagas, Antonio
Guzmán Blanco, Francisco Linares Alcántara, Joaquín Crespo, Cipriano Castro,
Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Carlos
Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez, Wolfang Larrazábal y Hugo Chávez Frías
quien pretende eternizarse, y que de ser reelecto ahora sumaría 20 años en la
presidencia. Si los militares y las botas fueran la solución, seríamos un
pueblo feliz. Aquí estamos.
La de Venezuela es una
historia de militares. Aquí estamos.
E-Mail:
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