El profesor de la Universidad
de Harvard, Dani Rodrik, es considerado uno de los economistas más influyentes
del mundo. Acaba de publicar un ensayo de fácil y agradable lectura -La
paradoja de la globalización (Ed. Antoni Bosch)- que brinda una narrativa alternativa
a las opiniones habituales sobre el fenómeno de la globalización. Huye de
posiciones extremas y ofrece una serie de propuestas moderadas dirigidas a
mejorar nuestro sistema de gobernanza.
En el mundo hemos asistido en
las últimas décadas a una avalancha de políticas desreguladoras en el plano
nacional que han dejado a los estados inermes frente a los embates de los
mercados financieros. Para Rodrik ha llegado la hora de reflexionar de un modo
pragmático sobre el fenómeno de esta hiperglobalización, en el que huye de toda
visión ideológica y se centra en sus consecuencias indeseables.
A diferencia de los mercados
nacionales, que cuentan con el apoyo de instituciones políticas y reguladoras
fuertes, los mercados globales padecen una gobernanza débil que los hace
propensos a la inestabilidad. No existe un banco central, una agencia
reguladora global ni otras instituciones reguladoras internacionales. Este
desequilibrio entre el poder de regulación de los gobiernos nacionales, que no
traspasa sus fronteras, y la naturaleza global de los mercados constituye el
talón de Aquiles de la globalización.
Estas circunstancias colocan al
mundo frente a dilemas insoslayables. Si se quiere avanzar en el trazado de una
democracia global, acorde con el fenómeno de la hiperglobalización, habría que
crear una comunidad política global mucho más ambiciosa que todo lo imaginado.
Rodrik considera que una gobernanza global democrática, si bien es deseable,
todavía es una quimera. Como no resulta probable que los gobiernos nacionales
cedan un control significativo a las instituciones transnacionales, defiende la
reconstrucción del rol de los estados nacionales para que sus políticas primen
sobre la hiperglobalización.
Para Rodrik, la explicación de
la actual crisis financiera internacional es sencilla. Siempre que el capital
financiero ha podido moverse con libertad por todo el mundo, ha producido lo
que el historiador económico Charles Kindleberger ha denominado "manías,
pánicos y crashes". Los períodos de alta movilidad del capital
internacional han producido, en forma reiterada, crisis bancarias
internacionales. Los países que se abrieron a los mercados mundiales de capital
han enfrentado riesgos mayores sin los beneficios de un mayor crecimiento.
Por el contrario, los países
que como China conservaron los controles de capital, mantuvieron las finanzas
extranjeras a raya y preservaron la posibilidad de gestionar su economía
nacional, no fueron alcanzados por la crisis y mantuvieron la tasa de
crecimiento de las tres últimas décadas. Estas circunstancias obligan a
reconsiderar las ventajas atribuidas a las políticas desreguladoras.
Rodrik considera que los
defensores de la liberalización financiera son como los partidarios de suavizar
las restricciones de las armas de fuego. Se argumenta a favor de la movilidad
del capital sin restricciones porque se asegura que la globalización impone
disciplina en la gestión de las políticas macroeconómicas, expone a las
empresas nacionales a la competencia extranjera y permite obtener otras
ventajas colaterales significativas. Sin embargo, lo que debe hacerse es
restringir el acceso a las armas de fuego financieras, fortaleciendo la
capacidad de los estados para limitar el ingreso irrestricto de sus portadores.
Nuestra arquitectura financiera
internacional debiera dejar más espacio para los controles de capital y los
impuestos sobre las transacciones financieras, al tiempo que se mejoran los
estándares reguladores internacionales para impedir el apalancamiento excesivo
de los gobiernos y se adoptan otras medidas dirigidas a favorecer la acción de
las agencias internacionales. Operar en el plano nacional en forma coordinada
con el internacional permitiría una actuación pragmática, realista e
inteligente.
En febrero del 2010, el Fondo
Monetario Internacional publicó un análisis autocrítico sobre sus políticas y
reconoció que, bajo determinadas condiciones, los controles de capital están
justificados para trabar las entradas de capital. De modo que un organismo
internacional caracterizado por su militancia activa a favor de la
liberalización financiera ha terminado por admitir la conveniencia de
establecer ciertas restricciones a la movilidad del capital.
Un mundo regido por una
globalización moderada sería un lugar más agradable para vivir que otro
atrapado en la quimérica búsqueda de la hiperglobalización. Necesitamos aceptar
el derecho de cada país a salvaguardar sus propias opciones institucionales.
Este principio descarta recaer en las soluciones extremas. Ni la liberalización
extrema ni el proteccionismo ciego ofrecen soluciones a los problemas actuales.
El alcance de los mercados globales debiera quedar limitado para que no escapen
al ámbito institucional que permita su gobernanza.
http://www.rionegro.com.ar/diario/rn/nota.aspx?idart=824190&idcat=9539&tipo=2
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