Si se “sembró una semilla” el 4 de febrero de 1992, la de la cultura de
la muerte y la destrucción de la patria y de su gente. Su celebración
apoteósica evidencia que no hay el menor atisbo de remordimiento ni intención
de cambio.
Han transcurrido 20 años desde el fallido Golpe de Estado, ejecutado por
un grupo de militares, que para tomar el poder tiñeron las calles con la sangre
de sus connacionales, asesinaron a sangre fría soldados, transeúntes,
trabajadores –como los del canal 8-, y emulando a Lenin, intentaron asesinar al
Presidente, Carlos Andrés Pérez y a su familia. El 4F se “sembró la semilla” de
la ingratitud y la traición, las armas que la nación entregó a estos militares
para la defensa de la República y la Democracia fueron usadas contra los
venezolanos para derrocar la democracia, que brindó libertad, educación e
igualdad de derechos y oportunidades a todos, incluso a ellos.
De allí en adelante los recursos de los venezolanos habrían de ser
usados en “la siembra de la semilla” contra ellos mismos en la guerra fraticida
declarada por la jefatura para convertir a Venezuela en una colonia cubana e
imponer el régimen castro socialista de miseria, opresión y esclavitud.
Se sembró el odio y la división, la jefatura barrió la hermandad y la
solidaridad propia del venezolano, para pretender convertirnos en “patriotas y
apátridas”, “antiimperialistas y pitiyanquis”, “revolucionarios y escuálidos”…
el conflicto infectó a innumerables familias y amistades que acabaron disueltas
por razones políticas.
La discriminación y la crueldad se hicieron presentes, purgas en
instituciones y empresas, expropiaciones-expoliaciones, desalojos de hogares,
millones de personas incluidas en listas discriminatorias, decenas asesinados
(11-04-02, 27-02-04, Plaza Altamira, etc.) y cientos heridos de bala por
razones políticas, miles arrestados y sometidos a juicios -el disenso es un
delito muy grave-, a los presos políticos se les niega hasta el derecho a la salud
y el genocidio de la nación se practica mediante el hampa común; cada día es
más obscena la genuflexión de los poderes públicos a la jefatura única, la
apertura del año judicial 2012, causó asco a quienes valoran la justicia como
el pilar fundamental de la paz; en fin, los caracteres no me alcanzan para
describir el horror, el sufrimiento y la violación sistemática de los derechos
humanos, resultado y cosecha de la “siembra de la semilla del 4F”.
La siembra de la cultura de la muerte fue celebrada apoteósicamente. No
hay el menor atisbo de remordimiento ni intención de cambio, por el contrario,
la glorificación de su tradición golpista, en la cual declararon públicamente
que las Fuerzas Armadas son “Chavistas” evidencia su determinación de seguir en
el poder por las buenas o por las malas y por ello entrenan a los “niños de la
patria” para la lucha armada y defensa de la “revolución”.
Sólo aquéllos que entiendan que están presos en las calles de lo que fue
Venezuela asumirán la responsabilidad individual y el compromiso de organizarse
para el rescate de su libertad perdida.
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